La educación nutricional es fundamental para establecer correctos hábitos alimentarios. Así lo corrobora un estudio realizado por expertos de la University of Walles, cuyas principales conclusiones admiten que la batalla para introducir alimentos nuevos a la dieta de los niños debería iniciarse a los 18-24 meses de vida. Según los expertos británicos, las preferencias nutricionales futuras hacia un alimento u otro dependerán en gran medida de la experiencia vivida durante los primeros años de vida.
En muchas ocasiones, el miedo a probar alimentos nuevos se traduce en dietas pobres de nutrientes. Pero si desde los primeros años de vida se aplica una adecuada educación nutricional ello se traduce, en un futuro, en correctos hábitos de alimentación. Rechazar alimentos nuevos suele ser más común en el momento en el que la dieta pasa de ser líquida a sólida, según un estudio realizado por expertos británicos y publicado en International Journal Obesity. Para David Benton, responsable del estudio, el temor que sienten muchos padres a introducir alimentos nuevos «es una respuesta totalmente normal», pero no por ello debe materializarse.
El temor a lo nuevo (neofobia) suele ser, en el caso de la alimentación, un «mecanismo de supervivencia» que se focaliza sobre todo en el momento en el que los niños empiezan a cambiar de dieta. Para ayudarlos, deben obviarse prácticas como forzar a tomar los productos nuevos, «más bien al contrario». Tampoco ayuda, aseguran los expertos, ofrecer un alimento «como recompensa». Pero uno de los problemas a los que deben hacer frente no sólo padres sino también educadores es el camino a la inversa, es decir, que un niño o niña acostumbrados a llevar una dieta variada, empieza a rechazar los alimentos.
Escuelas de nutrición
Fijar modelos de conducta, a través de la familia, ayudar a establecer las preferencias alimentarias más adecuadas. El factor imitación tiene aquí un papel clave; si desde la infancia los modelos alimentarios incluyen alimentos como frutas y verduras, lo más probable es que se acaben adoptando, de forma natural, los mismos hábitos. ¿Cómo puede fijarse este modelo? Los expertos británicos apuestan por conseguir un ambiente relajado durante las comidas y no utilizar los alimentos como recompensa o castigo. Ello contradice lo que expertos de la Universidad de Newcastle upon Tyne establecieron en 2004. Según estos expertos, los hábitos alimenticios saludables se consolidan mucha más en la edad adulta que no durante la niñez.
Entonces, la revista Appetite se hacía eco de los resultados de la investigación de estos expertos, que rebaten la idea que ahora presenta otro grupo de expertos. Según este primer estudio, en el proceso de aprendizaje aparecen numerosas barreras que dificultan la adquisición de hábitos sanos, como la falta de tiempo y el ejemplo familiar. En cualquiera de los casos, lo que resulta obvio es que la educación nutricional es clave para conseguir una buena alimentación.
En esta línea se perfila la acción emprendida por el Departamento de Agricultura estadounidense (USDA, en sus siglas inglesas) el pasado mes de mayo, destinada a dar a conocer el sistema de alimentos MyPyramid, una guía de recomendaciones alimentarios para los consumidores.
Una de las máximas prioridades en cuanto a alimentación se refiere es reducir y controlar lo que los expertos denominan ya la epidemia de la obesidad. Para ello, la UE cuenta con el Proyecto HELENA (Healthy Lifestyles in Europe by Nutritions in Adolescente), diseñado para mejorar los hábitos nutricionales y el estilo de vida de los adolescentes en Europa. Numerosos estudios vienen demostrando desde hace tiempo que muchas enfermedades no transmisibles se originan en la infancia o la adolescencia. Muchos de los hábitos, entre ellos los alimentarios, se establecen en estas épocas, motivo por el cual resulta tan importante fijar prácticas correctas en franjas determinadas de edad.
Consumo alimentario, conocimientos sobre la nutrición, actitudes frente a la alimentación, elección y preferencias de alimentos son algunos de los factores que incluye el proyecto HELENA. Una de las particularidades de este macro-proyecto, cuyas valoraciones está previsto que se inicien en septiembre de 2006, es determinar qué individuos son los corren mayor riesgo de padecer trastornos alimentarios, perfiles anormales de lípidos en la sangre, obesidad, diabetes tipo 2 o carencia de algunas vitaminas y minerales, como anemia por falta de hierro.
El proyecto, en el que participan 25 grupos de investigación procedentes de 10 países diferentes, plantea el enfoque fuzzy logic («lógica difusa»), una especie de asesoramiento personalizado para optimizar los hábitos alimentarios de los adolescentes.