Asumiendo que el pescado tiene altos niveles de metilmercurio, su consumo, si es en mucha cantidad, comporta una concentración elevada de este contaminante en el metabolismo. Si el consumidor es una mujer embarazada, eso puede suponer un alto riesgo de dar a luz de forma prematura. Esa es la conclusión del estudio POUCH (acrónimo de Pregnancy Outcomes and Community Health) realizado por investigadores de la Universidad de Harvard y de la Universidad del Estado de Michigan. Pese a estas conclusiones, los expertos admiten que se precisan más estudios que confirmen o rebatan la asociación entre ambos hechos.
Las mujeres embarazadas reciben una mixtura de mensajes contradictorios. Por un lado, el consejo de tomar pescado azul con ácidos grasos omega 3, sin los cuales el crecimiento del feto no sería el adecuado. Los omega 3 del pescado, concretamente el ácido docosahexanoico (DHA), es básico para el correcto desarrollo del sistema nervioso central. Pero, por otro lado, las mujeres también reciben la advertencia de que no se excedan en el consumo de ese mismo pescado, a fin de evitar una ingesta excesiva de metilmercurio.
El metilmercurio, la forma en la que el mercurio se suele hallar en los organismos vivos, se acumula en los peces, especialmente en los predadores más grandes como el atún o el pez espada. Hasta el 95% del metilmercurio se absorbe a través del tracto gastrointestinal al comer pescado. Normalmente, los niveles absorbidos no suponen un riesgo para una persona adulta pero sí pueden serlo para un feto que aún está en desarrollo. Además del metilmercurio, otros contaminantes que se acumulan en el pescado y que pueden tener efectos en el feto en desarrollo son las dioxinas y los bifenilos policlorados. La cuestión que se debate todavía en los foros de científicos y dietistas es hasta qué punto las ventajas superan los riesgos de consumir pescado azul en el embarazo.
Mercurio y parto prematuro
El mercurio se acumula especialmente en peces ricos en grasa como el atún, el pez espada, la dorada o la caballaCon el fin de hacer un nuevo estudio sobre el tema, un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard y de la Universidad del Estado de Michigan, ambas en EEUU, han reclutado en 52 clínicas hasta 1.024 mujeres que estaban entre las semanas 15 y 27 de embarazo. Se recopiló información sobre la cantidad y tipo de pescado que tomaban y se les tomó muestras de cabello para analizar la cantidad de mercurio presente (hasta el 70% y 90% del mercurio en el cabello suele ser metilmercurio). Los autores del trabajo, que han publicado los resultados en el número de octubre de la revista Environmental Health Perspectivas, explican que las mujeres que manifestaban consumir más pescado también tenían mayores niveles de mercurio en el cabello.
Los niveles medios de mercurio eran de 0,29 microgramos por gramo. Las mujeres con menos mercurio en el cabello estaban en 0,01 mg/g, mientras que las que más tenían llegaban hasta 2,50 mg/g. Las 109 mujeres que no tomaban nada de pescado durante su embarazo presentaban niveles de mercurio de 0,15 microgramos por gramo. Las mujeres que más pescado habían consumido contabilizaban, cada una de ellas, más de 24 comidas con pescado en 6 meses de embarazo. Hasta un 10% de estas participantes en el estudio tenían más de 0,55 microgramos por gramo de mercurio en el cabello.
El resultado que destacan los investigadores es que las mujeres que estaban entre ese 10% con mayor concentración de mercurio en el cabello tenían más probabilidad de dar a luz de forma prematura. Comparadas con aquellas que dieron luz a los nueve meses, gran parte de las que tuvieron su bebé antes de la semana 35 de embarazo eran de ese grupo. «Nuestro estudio es el primero que describe la asociación entre parto prematuro y niveles altos de mercurio en el cabello», afirma la autora principal, Fei Xue, investigadora de la Universidad de Harvard. Pero también, enfatiza, sólo 44 de las 1.024 mujeres participantes (el 4% del total aproximadamente) dieron a luz prematuramente, por lo que se requieren más estudios que confirmen o rebatan la asociación entre ambos hechos.
El metilmercurio es la forma en la que el mercurio suele entrar en la cadena alimentaria y está considerado más letal que el propio mercurio porque puede penetrar en el cerebro. Es más volátil, más móvil y más soluble en tejidos grasos que el mercurio. A mediados de los años cincuenta se dio una intoxicación por metilmercurio en Japón. La causa fue una planta química que arrojaba compuestos con mercurio a las aguas de la bahía de Minamata.
Los microorganismos convertían el mercurio en metilmercurio y éste, a su vez, entraba fácilmente en la cadena alimentaria a través de los peces. Debido a que los habitantes de la zona comían mucho pescado los efectos no se hicieron esperar. Uno de los síntomas más graves de la intoxicación, que fue bautizada entonces como la «enfermedad de Minamata», era el daño cerebral que producía. Cientos de personas resultaron afectadas y, de ellas, 143 murieron.
Pero el de Minamata corresponde a un caso de intoxicación aguda con una gran cantidad de contaminante. Es bien diferente del consumo habitual de pescado, en el que hay cantidades de mercurio tolerables para el organismo. ¿Y los bebés en desarrollo? Establecer hasta dónde llegan los riesgos de consumir o no consumir pescado es lo que actualmente está por determinar. Las recomendaciones actuales establecen que las mujeres embarazadas consuman dos veces por semana pescado, pero intentando diversificar y sin dar prioridad a pescados azules como el atún o la dorada.
La recomendación va en línea con estudios como el que publicó en 2004 la Universidad de Harvard. Se trataba de un estudio de cohorte, el llamado proyecto Viva, que analizaba el desarrollo mental y visual de los recién nacidos y lo comparaba con el consumo de pescado de sus madres (hasta 135 mujeres) durante el embarazo. De sus resultados, destacaba que los bebés con mejor desarrollo eran hijos de mujeres con mayor consumo de pescado en el embarazo pero no con mayor nivel de mercurio en el cabello. «Las mujeres deberían continuar tomando pescado durante su embarazo pero escogiendo variedades con menos contenido en mercurio», explicaban los investigadores. El mercurio se acumula especialmente en peces ricos en grasa como el atún, el pez espada, la dorada o la caballa.