El déficit de vitamina A constituye uno de los mayores problemas de salud pública en el mundo. Según la La OMS, unos 250 millones de niños en edad preescolar padecen una deficiencia subclínica de esta vitamina. Pero el problema no es exclusivo de los países en desarrollo: en España, más de un tercio de la población consume dietas con bajo contenido en vitamina A.
La publicación reciente en España del libro blanco titulado Las vitaminas en la alimentación de los españoles da cuenta de que el 43% de los hombres y el 37% de las mujeres son consumidores de dietas deficientes en vitamina A.
El origen del déficit se encuentra muchas veces en la fuente alimenticia: un informe llevado a cabo por Roche Vitaminas subraya que los animales que proporcionan el mayor suministro de vitamina A a nuestro organismo son criados a menudo con piensos de escaso valor vitamínico. Esta circunstancia puede cambiar bien pronto, a partir de una normativa que introducirá el término «óptima nutrición vitamínica» (ONV, OVN en siglas inglesas) en los etiquetados que acompañen a huevos, pescados o carnes.
Vitamina A e inmunidad
El déficit de vitamina A continúa siendo uno de los mayores problemas de salud pública en el mundo
Prácticamente todos los micronutrientes tienen una estrecha relación con el buen funcionamiento del sistema inmune. La vitamina A y los compuestos con actividad de retinol modulan una amplia diversidad de procesos biológicos y participan en la diferenciación de células del sistema inmune especializadas en tejidos. Es sabido que la hipovitaminosis A provoca cambios histopatológicos que van desde la atrofia hasta afectaciones en la distribución y diferenciación celular.
Los mecanismos de respuesta innata se ven alterados ante un déficit de vitamina A, lo que relaciona estrechamente dicho déficit con una susceptibilidad a infecciones. La carencia de vitamina A en los tejidos provoca, además, respuestas inflamatorias capaces de liberar de forma descontrolada moléculas oxidantes que, a su vez, pueden dar pie a enfermedades crónicas. La vitamina A tiene una función importante en los tejidos e influye en la inmunidad de las mucosas, tenida actualmente por la barrera más importante entre el organismo y las agresiones ambientales. Recientemente se ha vinculado a la vitamina A y sus compuestos con la actividad del retinol en la modulación de las células relacionadas con el proceso inflamatorio y degenerativo causado por la bacteria Helicobacter pylori.
Los inmunólogos sostienen que la vitamina A puede combatir activamente las infecciones causadas por algunos organismos que causan intoxicación alimentaria. Sin embargo, en otro tipo de infecciones como es el caso de la pulmonía podría no ser tan provechosa. En el Centro Occidental de Investigación de la Nutrición Humana de Davis (California), el fisiólogo Charles B. Stephensen lleva tiempo examinando las diferencias en las interacciones de la vitamina A con todo el sistema inmune.
Stephensen suministró a los linfocitos T de animales de laboratorio cantidades suficientes de una forma de vitamina A llamada 9-cis ácido retinoico, y simuló un ataque a dichas células. Esta investigación demostró que los linfocitos T-2 ayudantes (helper) son más sensibles que los T-1 al influjo de la vitamina A, y son también más eficaces a la hora de combatir las agresiones causadas por patógenos. El investigador estadounidense espera poder reproducir pronto su experimento con voluntarios adultos sanos.
Desde una perspectiva fisiopatológica, parece ser que el déficit de vitamina A produce una pequeña reducción en el tamaño del timo, que es el principal órgano productor de linfocitos T. En consecuencia, el déficit vitamínico se asocia a una disminución de linfocitos, mientras que una suplementación favorece su recuperación y la acción coordinada de los linfocitos T con macrófagos y células natural killer.
Estudios epidemiológicos unidos a numerosos modelos experimentales han afianzado la importancia de la vitamina A y sus metabolitos en el desarrollo y funcionamiento del sistema inmune, así como el papel de los retinoides en el rechazo a ciertos tumores inmunogénicos. El efecto pleiotrópico de los retinoides se ha apoyado recientemente en el descubrimiento de diversos receptores nucleares de retinoide en un amplio repertorio de células del organismo. Por otra parte, la identificación de la familia de receptores nucleares de retinoides ha permitido enlazar sus efectos biológicos con el control de la expresión génica.
Los retinoides, mediante estudios realizados con células T, han pasado a convertirse en «mensajeros intracelulares» de importancia creciente en las reacciones inmunes. Se ha descubierto asimismo un metabolito de la vitamina A, el 14-hidroxi-retro-retinol (HRR), relacionado con la activación y proliferación de linfocitos.
Precauciones
Los expertos también advierten, sin embargo, del riesgo que encierra un exceso de vitamina. Una administración excesiva de este micronutriente al organismo puede dar lugar a un descenso de la densidad mineral ósea (osteoporosis), a malformaciones fetales en embarazadas, crisis epilépticas o pérdidas de conciencia por aumento de presión intracraneal.En Europa persiste la sana costumbre de incorporar vitaminas al organismo a partir de la dieta. Sólo un 15% de los europeos recurre a preparados de suplementación vitamínica, por un 70% de norteamericanos.
Benjamín Caballero, miembro del Consejo de Alimentación y Nutrición de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU advierte de que no hay demasiada diferencia entre la dosis recomendada y una dosis perjudicial.
Xavier Soria, del Hospital Universitario Germans Trias i Pujol de Badalona, relaciona también un abuso de vitamina A con los casos de prurito sin dermatosis evidente en pacientes con insuficiencia renal. «Su mecanismo patogénico es difícil de explicar, ya que el prurito no se correlaciona con los niveles de urea y creatinina; en estos pacientes se observa excesiva sequedad cutánea, aumento de la sensibilidad a la histamina y mayor densidad de mastocitos». El especialista catalán apoya la eficacia de la fototerapia UVB (290-320 nm) en estos pacientes «a que disminuye, precisamente, los niveles tanto de vitamina A como de mastocitos».
En 1913, mientras analizaba las virtudes de una dieta sana en ratas de laboratorio, un equipo de investigadores observó que los roedores no podían desarrollarse en forma normal con una dieta purificada de hidratos de carbono, proteínas, grasas y minerales sin contar con fuentes alimenticias del tipo de la mantequilla, el aceite de hígado de bacalao o el extracto de yema de huevo. Dedujeron entonces que estas sustancias contenían un factor indispensable para el crecimiento y que bautizaron como liposoluble A.
Durante los años 20 se buscaron fuentes ricas en liposoluble A y el aceite de hígado de rodaballo se llevó la palma. Steenbock, sin embargo, demostró que el caroteno, componente normal de las plantas, podía reemplazar en la dieta a una vitamina A tenida por entonces de origen exclusivamente animal.
En 1930 Moore fue un poco más lejos y demostró la conversión del beta-caroteno en vitamina A llevada a cabo en el metabolismo de las ratas. Se estableció entonces el papel de ciertos carotenoides como “provitaminas A”, y un año más tarde Karren se ocupó de diseñar las fórmulas estructurales químicas de semejantes compuestos.
Transcurridos más de tres cuartos de siglo desde el nacimiento de la vitamina A, su déficit sigue considerándose uno de los mayores problemas de la salúd pública en todo el mundo. La OMS estima que 250 millones de niños en edad preescolar padecen una deficiencia subclínica de esta vitamina, y cerca de tres millones padecen una enfermedad visual típica de dicho déficit como es la xeroftalmia clínica. De hecho, aproximadamente un 10% del total de niños ciegos, lo es a causa de la deficiencia de vitamina A y cerca del 70% muere en el trancurso del primer año.