La fructosa es el azúcar de la fruta y uno de los edulcorantes más habituales en la industria alimentaria. Está presente en productos de repostería, alimentos procesados, azúcar común, frutas y bebidas refrescantes azucaradas. Aunque aún no están muy claros los efectos de este componente en el organismo con la ingesta de fruta, un estudio norteamericano asegura que los alimentos procesados con fructosa (sobre todo las bebidas) podrían ser mucho más peligrosos que otros tradicionalmente limitados en las dietas de adelgazamiento, como es el caso de los productos con almidón.
Imagen: Lars JensenMuchos nutricionistas podrían estar limitando, en las dietas de adelgazamiento, productos que en realidad son menos peligrosos de lo que parecen. Es una de las conclusiones a las que han llegado los investigadores de un estudio reciente llevado a cabo en la Universidad de Florida (Estados Unidos) y publicado en la revista ‘European Journal of Nutrition’. El trabajo afirma que los profesionales de la nutrición, en el momento de planificar una dieta, deberían centrarse en limitar las cantidades de fructosa en lugar de limitar el consumo de productos ricos en almidón (pan, arroz o patatas).
Los investigadores examinaron varios análisis sobre fructosa y obesidad para elaborar el estudio. «Hay muchas pruebas que constatan que los alimentos basados en almidón no conllevan el aumento de peso que puede causar una dieta a base de azúcar», asegura Richard Jonson, autor principal del estudio y profesor de la Universidad de Florida. Añade que, además, el pan, las patatas o el arroz «influyen mucho menos en el desarrollo del síndrome metabólico», conjunto de rasgos clínicos asociados a la resistencia a la insulina y que siempre se ha asociado con dietas muy ricas en calorías, grasas y carbohidratos.
Los investigadores no pretenden ser categóricos ni tajantes, pero Johnson asegura que «los alimentos ricos en almidón podrían ser relativamente seguros en comparación con los ricos en fructosa». Aunque añade que son conscientes de que «la fructosa no es la causa única de la epidemia de la obesidad», ésta sí podría tener la capacidad de inducir de forma más fácil que otros alimentos al síndrome metabólico.
Un peligroso componente
La mayoría de las dietas actuales, incluidas las bajas en carbohidratos, se basan en el índice glucémico, que mide cómo los alimentos afectan a los niveles de azúcar en sangre. Los hidratos de los alimentos se convierten en glucosa una vez ingeridos. Por tanto, se acostumbra a limitar alimentos ricos en los mismos en las dietas de adelgazamiento.
El caso es que, al parecer, y según los investigadores, es la fructosa el componente más peligroso del azúcar (el azúcar común o sacarosa está compuesto de fructosa y glucosa). Explican que su consumo habitual aumenta la producción de ácido úrico. Dicho crecimiento puede bloquear la capacidad de la insulina para regular los mecanismos por los que las células usan y almacenan el azúcar y los otros nutrientes para crear energía, desencadenando en obesidad, síndrome metabólico y diabetes tipo 2. Es lo que asegura J. Robert Cade, profesor de nefrología del Colegio de Medicina de la Universidad de Florida y también participante de la investigación. Los investigadores detallaron los efectos de los niveles de ácido úrico en la insulina en un estudio de 2005.
Tras los resultados, por tanto, los investigadores recomiendan la creación de un índice de fructosa de los alimentos, así como nuevas dietas que tengan en cuenta la limitación de este componente. Otros estudios anteriores ya habían mostrado que el seguimiento de dietas bajas en azúcar pueden reducir el riesgo de diabetes y de enfermedades cardiovasculares. Según Johnson, el efecto ocurre porque, aunque sea de manera no intencionada, se limita el consumo de fructosa limitando el consumo de azúcares.
El azúcar de la fruta
los investigadores recomiendan nuevas dietas basadas en la limitación de la fructosa
Aparte de los refrescos, la fructosa está presente principalmente en productos de repostería, alimentos procesados, el azúcar de mesa, en los alimentos procesados, en el jarabe de maíz (edulcorante) y en frutas. Son precisamente las frutas las que parecen presentar mayor contradicción, al ser uno de los alimentos tradicionalmente más recomendados en las dietas.
Parece ser que todo se acaba, como siempre, con la moderación. De hecho, los investigadores no han diferenciado tipos de alimentos ni de fructosa. Según ellos, la fructosa de una manzana puede llegar a ser tan problemática como la de otro alimento más calórico. La fruta es mucho más nutritiva y contiene menos azúcar, pero comer muchas manzanas en poco tiempo podría ser igual de perjudicial.
Quizás la clave estaría en la forma de ingerir la fructosa, o en forma líquida o sólida. En este sentido se posicionó a principicios de año Juan Carlos Laguna, catedrático de Farmacología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona. Tras los resultados de un estudio sobre la influencia de este componente en el desarrollo de obesidad, aseguró que hay estudios epidemiológicos en humanos que indican que la fructosa es más perjudicial cuando se toma como líquido. «Ya se están dando recomendaciones para no sustituir la pieza de fruta comida por un zumo, aunque sea natural», afirmaba. La razón, según él, es que cuando se come la fruta de forma sólida se está ingiriendo también una cantidad importante de fibra, la cual «modula mucho la absorción de los componentes y ayuda a que se metabolicen mejor los alimentos».
La fructosa se usa para endulzar refrescos desde los años 70 en Estados Unidos y en la Unión Europea. Según Laguna, el uso habitual de la fructosa en bebidas ha coincidido con la epidemia de obesidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que en 2015 haya unos 2.300 millones de adultos con sobrepeso, y más de 700 millones con obesidad.
Esta coincidencia entre aumento de productos con fructosa y aumento de obesidad ha llevado a desarrollar varios estudios para ver si hay alguna relación efecto-causa entre los dos. El estudio de principios de año de Juan Carlos Laguna llegó a conclusiones parecidas al estudio norteamericano. Los resultados de este trabajo en ratas mostraron que la ingesta excesiva de fructosa engorda y deteriora el ajuste energético del organismo (mecanismos fisiológicos que controlan las necesidades alimentarias del organismo). En este caso, el trabajo se centró en la fructosa procedente de bebidas refrescante endulzadas con la misma, es decir, en la forma líquida de este componente. Según los resultados, tomar más de dos litros de bebidas edulcoradas al día altera el orden metabólico.
Según Laguna, y aunque los resultados no son aún directamente extrapolables a personas, estos “coinciden con los estudios epidemiológicos en humanos”. Dichos trabajos indican que, en igualdad de energía consumida, la fructosa ingerida en forma líquida es capaz de deteriorar el sistema de compensación energética del organismo, favoreciendo la ingesta excesiva de energía y dificultando su utilización.
Pero la clave está en la cantidad. Para Laguna, si se toman cantidades exageradas de cualquier azúcar se acaba teniendo un exceso de energía que el organismo no quema, que es lo que está pasando en la sociedad actual. Sin embargo, el trabajo ha permitido constatar que ingiriendo la misma cantidad de energía, la alteración metabólica es mucho más marcada cuando esa energía se ha tomado en forma de fructosa líquida. Y es que es poco probable que alguien se prepare 20 zumos de fruta natural al día, pero no es tan difícil llegar a los dos litros con cualquier bebida refrescante azucarada. Como asegura Laguna, «el riesgo de un consumo excesivo estaría sobre todo en los refrescos y en los zumos envasados».