El café es la bebida estimulante por excelencia que toman la mayoría de los ciudadanos al comenzar el día. No conciben beber nada diferente porque esperan de él que les ayude a despejar la mente y a mantenerla activa durante la mañana e, incluso, durante todo el día. Sin embargo, hay sustitutos que consiguen los mismos efectos y evitan los posibles inconvenientes de la cafeína.
Alternativas tonificantes y energizantes
Es una de las bebidas más consumidas, pero su contenido en cafeína ha dado lugar a la aparición de distintos productos con un denominador común: reproducen el sabor amargo del café y, a pesar de ser energéticos y revitalizantes como éste, no son excitantes. El té kukicha, el té mú y los denominados «café de cereales» son alternativas que se encuentran en tiendas especializadas.
Los productos sustitutivos dan sensación de energía, fuerza y vitalidad, a la vez que permiten mantener la concentración y la mente ágil, pero no se parecen al café ni en la naturaleza, ni en la composición o en los efectos fisiológicos.
Té kukicha. Es un té de tres años elaborado con ramas secas y tostadas. Es pobre en teína porque con el paso del tiempo ha desaparecido en gran medida, por lo que tonifica pero no excita. Su valor añadido es su fuerte condición remineralizante, ya que al estar tres años en la planta es muy rico en minerales, sobre todo, en calcio.
Té bancha. Es parecido al anterior respecto al tiempo de preparación, tres años, aunque en lugar de elaborarse con ramas se prepara con las hojas secas del té verde. Al igual que el kukicha, ayuda a vencer la fatiga por su efecto remineralizante. El inconveniente de ambos es que pueden provocar astringencia en personas sensibles si se toma demasiado.
Té mú. Representa una mezcla de 16 hierbas -equilibradas entre ellas en cuanto a concentración-, que confieren a la infusión un sabor y un aroma singulares. El ginseng es una de las plantas que contiene la mezcla, además de jengibre, regaliz, canela y diente de león. La mayoría de ellas destacan por sus cualidades digestivas y depurativas.
En general, estos tés se preparan en forma de decocción. Para ello, se debe verter una cucharita o una bolsita de té por taza de agua. Se calienta a fuego lento y se deja hervir suave entre cinco y diez minutos. Después se filtra y se sirve para tomarlo caliente.
Sucedáneos e infusiones
Los sucedáneos del café surgen para cubrir una demanda concreta: ser los sustitutos de esta bebida para quienes prefieren tomar una infusión caliente, pero quieren prescindir de los inconvenientes excitantes del café, y ayudar a quienes necesitan reducir la dosis diaria de cafeína. A pesar de que las personas «muy cafeteras» advierten diferencias en el gusto, el aroma y las sensaciones de los sucedáneos, consideran que pueden realizar bien la función para la que se toman.
Según la normativa, la cantidad de cafeína no debe superar el 0,1% en los cafés descafeinados y el 0,3% en los solubles descafeinados
La raíz de la planta achicoria, tostada y pulverizada, es el sucedáneo más usado y conocido. Si se toma sola, diluida en agua caliente, consigue una infusión de sabor amargo que imita al café, aunque sin cafeína. Es común que la achicoria sea uno de los componentes de los denominados «café de cereales» («bebida de cereales»), junto con cereales como la malta, la cebada y el centeno.
Los cereales se tuestan y se muelen hasta obtener un polvo oscurecido. Al ser dulces, se mezclan con plantas amargas como la achicoria, la bardana o el dendelio, una raíz que pertenece a la misma familia que el jengibre. Los higos secos pulverizados también son en general ingredientes comunes. La mezcla de todos ellos consigue un producto con un gusto y un aroma que imita bastante al café y destaca por una doble ventaja: no contiene cafeína y ayuda en las digestiones.
A diferencia del café, las bebidas de cereales se pueden tomar en cualquier momento y varias veces al día, incluso antes de acostarse, ya que no afectan al sueño.
La elaboración del café descafeinado es industrial. Se parte del café, al que por diversos procesos tecnológicos se le extrae la mayor parte de la cafeína. Según la normativa, la cantidad de ésta no debe superar el 0,1% en los cafés descafeinados y el 0,3%, en los cafés solubles descafeinados. Esta cifra es muy inferior a la que contiene de media el café, que ronda el 4% (expresado sobre sustancia seca).
En las últimas décadas, diversos expertos de centros de investigación y tecnología alimentaria han descubierto variedades de plantas de café con una cantidad de cafeína muy baja, debido a que les falta la enzima que convierte la sustancia teobromina, producida en las hojas. Por otra parte, en Japón, hace unos seis años que un grupo de científicos dio a conocer una variedad de café modificado genéticamente, con un 70% menos de cafeína.