La “dieta alcalina” se ha puesto de moda en los últimos tiempos como un método que se anuncia como efectivo para mantenerse saludable y combatir la obesidad. Esta propuesta, también llamada “dieta alcalinizante”, postula que ciertos alimentos pueden afectar a la acidez del sistema digestivo, de la orina o de la sangre. A la vez, numerosos practicantes de la medicina alternativa proponen tratar o prevenir, mediante esta dieta, el exceso de peso y el cáncer, así como las enfermedades cardíacas, renales, óseas y articulares, entre muchas otras. Pero, ¿es efectiva? Dado que la alimentación desempeña un papel crucial en el mantenimiento de una buena salud (ocho de cada diez enfermedades guardan relación con lo que comemos, según la OMS), cualquier propuesta de modificación dietética debe basarse en datos científicos sólidos. La pregunta es: ¿hay esta clase de datos a favor de la dieta alcalina? En este reportaje se explica qué es la dieta alcalina y se analizan sus cinco supuestos beneficios.
¿Qué es la dieta alcalina?
La acidez de una sustancia se valora en función de un parámetro denominado pH (potencial de hidrógeno) y puede variar de 0 a 14. Un pH bajo denota acidez, uno alto indica alcalinidad, mientras que un pH de 7 revela que una sustancia es neutra. Según las conjeturas de los promotores de la dieta alcalina, nuestra dieta debe reflejar el nivel de pH de la sangre, que oscila entre 7,35 y 7,45 (apenas alcalina). Los alimentos que «alcalinicen» (frutas frescas y verduras crudas) mejorarían la salud y los que «acidifiquen» (los productos animales, los cereales, las legumbres y otras semillas) la empeorarían.
Alimentos alcalinos: los cinco supuestos beneficios
- Dieta alcalina y acidez del tubo digestivo
El estómago es tan ácido, que ningún alimento cambia su pH de manera relevante. Ni las frutas cítricas ni el vinagre alteran su acidez. Todos los alimentos que salen del estómago hacia el intestino son ácidos. Al llegar al intestino, las secreciones del páncreas (básicas) neutralizan los ácidos del estómago, así que ninguna selección dietética afecta al pH del tubo digestivo.
Algunos promotores de este tipo de planteamiento dietético han llegado a afirmar que modificar el pH de la sangre previene el cáncer debido a que esa alteración impediría a las células cancerosas sobrevivir. Sin embargo, cualquier mínima modificación en el pH de la sangre afectaría a todas las células del ser humano, cancerígenas o no, y ello causaría graves enfermedades, e incluso, la muerte. Lo cierto es que la alimentación no altera lo más mínimo el pH de la sangre, tal como señala el American Institute for Cancer Research.
Ningún estudio en humanos, ni ningún consenso nacional o internacional avala la supuesta efectividad de este planteamiento dietético para prevenir o tratar el exceso de peso. La Academia de Nutrición y Dietética (la mayor organización mundial de profesionales de la alimentación y la nutrición) señala que la hipótesis de la dieta alcalina es una «teoría oscura» y que no supone una manera saludable de perder peso.
La orina es el único fluido del organismo que puede ver alterada su acidez en función de la dieta. Un estudio publicado en junio de 2008 en la revista ‘British Journal of Nutrition‘ mostró que una dieta rica en carne, a diferencia de una rica en frutas y hortalizas, se asocia a una orina menos alcalina. Sin embargo, este estudio no evaluó si ello se relacionaba con la salud de los participantes.
En cualquier caso, debido a que una dieta rica en proteína genera una orina un poco más ácida, y ello requiere la utilización de calcio para neutralizarla, varios autores han sugerido en los últimos años que esto podría aumentar el riesgo de padecer osteoporosis, ya que el calcio se eliminaría de los huesos para neutralizar el ácido y evitar cambios en el pH.
Sin embargo, tres importantes estudios publicados en las revistas ‘Nutrition Journal’ (septiembre de 2009) y ‘Journal of Nutrition’ (marzo y abril de 2011) señalan que la carga ácida de los alimentos no tiene efectos negativos sobre la salud ósea. Una posible excepción se produciría en ancianos varones, en quienes un estudio ha detectado un cierto efecto negativo de la carga ácida de la dieta sobre la salud ósea. No obstante, los autores de la investigación creen muy probable que este resultado se deba a que el planteamiento del estudio no permite eliminar todos los posibles «factores de confusión«, por lo que no se puede establecer una relación de causalidad (la acidez no «causa» la pérdida de masa ósea, sino que ambas ocurren a la vez).
Por último, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria señala que los estudios de intervención no han mostrado efectos claros sobre la masa ósea ante altas ingestas de proteína.
No hay estudios que confirmen efectos beneficiosos de esta dieta para las enfermedades del corazón, la diabetes, la artrosis o cualquier otra patología. Tal y como afirmaron Fenton y colaboradores en octubre de 2011 en la revista ‘Journal of the American College of Nutrition‘, un pH ácido en la orina no refleja ni una acidosis metabólica ni otra clase de condición adversa para la salud.
La hipótesis de base de la dieta alcalina (la salud mejorará si dividimos los alimentos en función de su capacidad para “acidificar” o “alcalinizar”) no tiene sustento científico. No conviene, por lo tanto, tomar en cuenta sus planteamientos, porque hacerlo nos puede alejar de los consejos que sí han demostrado mejorar la salud, como los incluidos en el sumario ejecutivo de la última guía dietética para los americanos: “Las dietas saludables son ricas en carbohidratos (complejos). Cambie sus patrones de alimentación hacia una dieta más basada en los alimentos de origen vegetal, que enfatice las hortalizas, las legumbres secas cocidas, las frutas, los cereales integrales, los frutos secos y las semillas”.
Esta guía ha contado con la participación del prestigioso centro Cochrane, cuya filosofía de trabajo es el empleo “consciente, explícito y juicioso” de la mejor evidencia actual en la toma de decisiones sobre el cuidado sanitario, gracias a la puesta en práctica de la llamada medicina basada en la evidencia.