Los supuestos beneficios de los ayunos son amplios: depurar el organismo, contribuir a la pérdida de peso, eliminar toxinas, aumentar la longevidad… Al margen de los aspectos místicos relacionados con la abstinencia, en el ámbito sanitario, ninguna de estas propiedades ha sido corroborada por estudios rigurosos ni por explicaciones sólidas basadas en los conocimientos actuales de anatomía, fisiología y nutrición. Por el contrario, en algunos casos podrían existir riesgos para la salud según la duración y la restricción del ayuno, y en función de la utilización de determinados complementos que los suelen acompañar, como zumos, extractos o suplementos dietéticos. El siguiente artículo aborda esos supuestos beneficios del ayuno y explica por qué es mejor comer sano que dejar de comer.
Ayunar para desintoxicarse y vivir más años
Vivir más no es una consecuencia directa de dejar de comer unos días al año
Quienes promulgan el ayuno como parte esencial del cuidado de la salud se amparan a menudo en estudios que han asociado la restricción de la ingesta energética con la reducción de algunos parámetros relacionados con el envejecimiento. Sin embargo, un análisis profundo de estos trabajos de investigación nos permite afirmar que, o bien son conclusiones extraídas de estudios realizados en animales (nunca extrapolables al ser humano) o bien son investigaciones no concluyentes y preliminares. Vivir más, por lo tanto, no es una consecuencia directa de dejar de comer durante unos días al año.
Otra de las pretendidas finalidades de los ayunos es eliminar toxinas o, mejor dicho, sustancias tóxicas (ya que toxinas, según la Real Academia Española, significa «venenos producidos por organismos vivos»). Pues bien, es importante saber que un cuerpo humano sano es capaz de llevar a cabo por sí mismo esta función a través del aparato circulatorio, digestivo y excretor. Por supuesto, la realizará mucho mejor cuantas menos sustancias tóxicas ingiramos (alcohol, tabaco, contaminantes medioambientales presentes en los alimentos, etc.) y cuanto más cuidemos de nuestro organismo, algo que no pasa por dejar de comer, sino por comer de forma saludable y en la cantidad adecuada.
Por ello, el mejor consejo es no «intoxicarse». En la actualidad y en nuestro entorno, se sabe que muchos de los trastornos que se padecen se podrían prevenir si evitáramos el tabaco y el consumo de alcohol, la mala alimentación y la inactividad física. No está de más recordar que el actual consumo de alcohol supone una de las principales causas de mortalidad en España, y que el humo del tabaco contiene hasta 4.000 sustancias químicas, algunas de las cuales son muy tóxicas para el organismo. Respecto al sedentarismo, debería ser suficiente con citar la alarmante cifra de la Organización Mundial de la Salud (OMS): 3,2 millones de muertes al año atribuibles a la inactividad física.
La mejor manera de ingerir sustancias protectoras para la salud y minimizar las tóxicas es, tal y como señala la OMS, basar la dieta en alimentos de origen vegetal: frutas, hortalizas, cereales integrales, legumbres, frutos secos, aceite de oliva… y comer con moderación, lo que no significa dejar de comer, sino no ingerir más calorías de las que necesitamos.
Ayunar para perder peso
En el libro ‘No más dieta‘, escrito por el dietista-nutricionista Julio Basulto, se analizan los ayunos y los semiayunos como métodos para perder peso. Basulto es clarificador: «No funcionan y no te convienen». Según la literatura científica, las propuestas de no comer nada o casi nada (jarabe de arce o sirope de savia, zumo de limón, etc.) durante unos días o semanas no son más eficaces para perder peso que otras pautas más moderadas.
Los kilos que se pierden con las dietas muy bajas en calorías corresponden en su mayoría a agua y a proteína muscular (y no a grasa, que es el componente sobrante y perjudicial en el exceso de peso). Es más: tras una reducción drástica de calorías, nuestro organismo activa una serie de mecanismos ahorradores de energía que se mantienen activos pasados los días de ayuno. Conclusión: se gana el peso perdido, e incluso, algún kilo extra. El «método» es, por tanto, ineficaz. Y su ineficacia no está exenta de riesgos. Entre ellos, según advierte la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD), se encuentran: alteraciones gastrointestinales, intolerancia al frío, sequedad de boca y piel, mal aliento, mareos, dolor de cabeza, irritabilidad y cálculos biliares.