La vitamina E pertenece al grupo de las liposolubles, que por sus características químicas son solubles en grasas. Su consumo es esencial, pero el exceso puede resultar contraproducente porque se almacena en el organismo. Además, es antioxidante. Protege las membranas celulares y evita la oxidación de células, proteínas, lípidos y material genético.
La vitamina E se acumula en el tejido adiposo o graso, el hígado y el músculo y, en menor proporción, en los órganos sexuales femeninos y masculinos, y en ciertas células sanguíneas como los glóbulos rojos (eritrocitos) o los blancos (plaquetas). Se distinguen hasta ocho compuestos (isómeros) diferentes dentro de la denominación vitamina E: cuatro tocoferoles y cuatro tocotrienoles. El término isómero significa que son compuestos con la misma fórmula molecular (en cuanto a número y tipo de átomos), pero diferente fórmula estructural y, por tanto, diferentes propiedades. El alfa-tocoferol es la denominación que se ha asignado a la vitamina E, el isómero más común en la naturaleza y el de mayor acción vitamínica.
Dos en uno: vitamina y antioxidante
Destaca por su dualidad, aparte de ser vitamina es antioxidante. Entre sus funciones, protege de la oxidación a las membranas celulares de todo el organismo, en especial, de las células del sistema nervioso, del sistema cardiovascular, los glóbulos rojos y las células musculares. Por su acción antioxidante, al neutralizar los radicales libres generados durante el proceso de respiración y evitar la oxidación de células, proteínas, lípidos y material genético (ADN, ARN), es importante su papel preventivo en la génesis y desarrollo de enfermedades degenerativas, cardiovasculares o cáncer.
La falta de vitamina E puede provocar degeneración muscular, anemias y trastornos neurológicos o de la reproducción
Un aporte adecuado de vitamina E, por complejos mecanismos metabólicos, reduce la necesidad de vitamina A y favorece la acción antioxidante de los beta-carotenos y la vitamina C. También impide la formación de peróxidos (radicales libres) durante el metabolismo de los ácidos grasos poliinsaturados. Otra de sus cualidades sobresalientes es el aumento de la resistencia del sistema inmunológico, como han constatado diversos ensayos clínicos tras administrar sus suplementos.
También se estudia la ingesta de dosis elevadas por su posible beneficio en la fertilidad. Las investigaciones se basan en la hipótesis de que un aporte adecuado de antioxidantes puede mejorar la capacidad reproductora de la mujer, al contrarrestar el estrés oxidativo de los radicales libres, que sería beneficioso antes del embarazo y durante el mismo.
En el caso de los hombres, un aporte adecuado se asocia a una mayor actividad de los espermatozoides y mejor calidad del semen, si bien los resultados en humanos no son aún concluyentes. Se venden productos con vitamina E como complemento antioxidante para el mantenimiento y el refuerzo de la piel frente a la acción dañina de los rayos uva, aunque su papel como protector solar no es seguro y todavía está en estudio.
Alimentos para evitar la deficiencia
Las necesidades diarias de vitamina E en los adultos oscilan de 10 a 12 mg. Esta cantidad se calcula en unas diez cucharadas de aceite de oliva, en dos de aceite de girasol o en dos puñados (50 gramos) de almendras o avellanas. El riesgo de déficit es mayor en niños prematuros o con bajo peso corporal y en quienes sufren fibrosis quística o padecen obstrucción en los conductos biliares. Cuando hay una mala absorción de grasas, también se origina una carencia de esta vitamina.
Aunque su falta no es común, los casos de avitaminosis se asocian con destrucción de los glóbulos rojos, degeneración muscular, trastornos de la reproducción y trastornos neurológicos debidos a una mala conducción de los impulsos nerviosos. La selección de los siguientes alimentos garantiza el consumo seguro de la vitamina en la cantidad recomendada: aceites de oliva de primera presión en frío, aceite de soja, vegetales de hoja verde y frutos secos, además de germen de trigo o su aceite como complemento de la dieta.
Necesidad de suplementación
Se recomienda el aporte extra de vitamina E para los deportistas, ya que su acción antioxidante minimiza el riesgo de lesiones. En función de los hábitos alimenticios, puede ser preferible como suplemento en personas con mala absorción de grasas y otras alteraciones digestivas asociadas. También puede ser preciso aumentar su consumo entre las personas fumadoras.
El humo del tabaco, una dieta demasiado rica en grasas poliinsaturadas (frutos secos, aceites de semillas o pescado), así como la deficiencia de vitamina C, incrementan los requerimientos de esta vitamina como fuente antioxidante.
En caso de necesitar un aporte extra y simultáneo de hierro y vitamina E, hay que separar la ingesta de ambos, al menos, en ocho horas. La toma conjunta afecta a la absorción y aprovechamiento de los dos compuestos. Las dosis elevadas de vitamina E pueden aumentar la presión arterial en personas que sufren hipertensión. Antes de tomar cualquier suplemento se debe consultar con un especialista.