Desde que nacemos, el dato de nuestro peso nos acompaña como comprobante de salud. Las tablas y gráficas de percentiles sirven de referencia para determinar la evolución del crecimiento del niño y detectar problemas como la obesidad infantil, cuyo abordaje temprano condiciona el éxito. Sin embargo, salvo cuando hay una razón médica, o tal vez deportiva, al dejar Pediatría se abandona también la saludable costumbre de saber cuánto se pesa. En este artículo se exponen las principales razones para seguir conociendo el peso, se explica cuándo pesarse y cómo y se reflexiona sobre las tablas de medidas.
Las principales razones para pesarse
Si se está a dieta para ganar o perder peso, o se está embarazada, o cumpliendo un tratamiento médico que así lo paute, subirse a la báscula es obligatorio. Sin embargo, el resto del tiempo se hace poco uso de ella.
La importancia de conocer el peso de manera habitual va más allá de tener un dato objetivo sobre uno mismo. La costumbre de pesarse cada semana, o con cierta periodicidad, evidencia que se tiene conciencia del cuerpo al que hay que cuidar. Esta es la primera razón por la que, como todos los hábitos saludables, subirse a la báscula una vez a la semana, o al menos una vez al mes, debe ser enseñado con la palabra y con el ejemplo. La segunda es que si de manera natural se vive conociendo el peso saludable, mantenerlo es mucho más fácil. Si se pierde, se aumenta o disminuye, salta la alarma y provoca reflexión sobre los hábitos en la alimentación, el cumplimiento con el ejercicio físico o, incluso, buscar causas fisiológicas.
Sin embargo, conservar el peso constante en la edad adulta, por lo general, no es tan fácil. El incremento de peso es lo habitual. Así, cuando se es joven, la báscula está fuera de la vida por despreocupación, pero conforme se ganan años (y kilos) este importante instrumento se arrincona en el baño para evitar enfrentarse a una pregunta (y a su respuesta): ¿por qué he engordado en el último año? Así, al no ver la báscula a menudo, uno logra reconciliarse con la idea de haber ganado peso, y se despreocupa (o se desentiende del tema) hasta que se presenta algún acontecimiento o se busca un cambio.
Es entonces cuando empiezan los regímenes imposibles, las operaciones bikini, incluso otras acciones insensatas y peligrosas, como recurrir a la toma de productos sin fundamento científico. A esto se suma, y es la tercera razón, la pérdida de oportunidad de saber por uno mismo, al margen de otras estadísticas, cuál es su peso saludable, el que se corresponde a sus características individuales. El peso individual que parte de un desarrollo equilibrado y mantenido en el tiempo permite estar sano y llevar una dieta heterogénea y equilibrada en una vida con presencia de ejercicio habitual y constante.
Pesarse a la misma hora y en la misma báscula
Lo bueno que tienen los hábitos saludables es que siempre es beneficioso retomarlos o comenzar a ejercerlos. Hoy mismo es un buen día para desempolvar la báscula o comprar una más moderna y hacer uso de ella. O, también, el momento puede ser al final de un régimen de adelgazamiento, una vez logrado el propósito de perder kilos para adoptar una dieta equilibrada con espacios para el ejercicio. Comenzar a subirse de forma periódica a la báscula es un primer paso hacia el peso saludable. Incluso si se renuncia por ahora a recuperarlo, tomar conciencia de los kilos de más de alguna manera puede impedir que aumenten, y esto ya es un beneficio.
Existe casi unanimidad en indicar que uno debe pesarse una vez a la semana, por la mañana nada más ir al baño, en la misma balanza, descalzo, desnudo o con el pijama. Hay que tener presente que, según la ropa, el peso puede fluctuar entre 500 gramos y un kilo. En el caso de las mujeres, en la semana premenstrual el peso puede aumentar incluso dos kilos, puesto que se retienen líquidos, así que el resultado de esos días no es indicativo. Si se opta por acudir a una báscula comercial, hay que intentar también que sea siempre a la misma hora, en la misma báscula y, si bien no será con la misma ropa, sí con el mismo número de prendas, para poder analizar bien el dato.
En la vida cotidiana, la línea del peso debería ser constante. Pero las personas somos muy complejas y, aunque en apariencia la vida no se vea alterada de una manera contundente, en algunos periodos se come peor, se saltan comidas, se come fuera de casa, se suceden eventos, vacaciones, buffets… o se interrumpe la actividad física. En ese momento, la línea del peso comenzará a ascender, o descender. La ventaja de recabar datos semanales o periódicos que puedan reflejarse en una gráfica es que en menos de un mes, antes de que la ropa comience a evidenciar lo que el peso detecta, uno puede saber que está engordando, o adelgazando. Al contemplar la línea tan de cerca es fácil no engañarse e identificar las razones de por qué se ha cogido, o se ha perdido, peso. Y no hay duda de que conocer las causas es el primer paso para darle solución.
La báscula, el IMC y otras medidas
El peso responde a la situación corporal. Una persona adulta con una vida sana, una dieta heterogénea y una actividad física regular, sin ningún condicionante sanitario o de otra índole, debe presentar un peso normal y saludable. Pero ¿de qué cifras estamos hablando?
Para dar respuesta a esta pregunta se desarrollaron las medidas antropométricas, como son el Índice de Masa Corporal (IMC), la circunferencia de cintura (CC), la razón cintura-cadera (RCC) y la razón cintura-estatura (RCE).
De ellas, el IMC, también conocido como Índice de Quetelet, relaciona el peso con la talla de una persona. Este índice se utiliza desde el año 1871, pero es importante tener en cuenta que un especialista es quien debería interpretarlo, ya que el resultado no es siempre válido. El IMC tiene sus limitaciones: no atiende al posible exceso de grasa (marcador de sobrepeso u obesidad), ni tampoco al aumento de la masa muscular, por lo que puede dar lugar a confusión. Por eso, en el momento de conocer la composición corporal es importante saber otros parámetros, como el índice de grasa corporal. Además, hay otros condicionantes de la morfología corporal: en las mujeres, el porcentaje medio de grasa corporal total es superior al de los hombres en relación con la talla; y los ancianos pueden perder peso, pero no grasa.
En definitiva, si una persona sabe cuál es su peso saludable, alcanzarlo y mantenerlo dependerá de su estilo de vida, de su alimentación equilibrada, del ejercicio que practique y de tomar conciencia de sí misma. En ese conocimiento y en esa aceptación está el secreto para convertir la báscula en una aliada de peso.