Hace unos años, bajo el título ‘Embarazo, lactancia e infancia: ¿dieta sin pescado?‘, EROSKI CONSUMER se hizo eco de un riguroso informe de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). En él se recomendaba evitar comer algunas especies de pescado azul en ciertas etapas de la vida, como el embarazo, la lactancia y la niñez (hasta los 3 años). En concreto, se señalaba al pez espada, al tiburón, al atún rojo y al lucio, las variedades que, por su gran tamaño, acumulan en sus tejidos metales pesados como el mercurio, incluida su forma más tóxica, el metilmercurio. Pero ¿qué dicen los estudios en la actualidad acerca del consumo de pescado azul en la gestación? Este artículo trata de responder esta pregunta.
Pescado azul y metales pesados
El informe de la AESAN se basaba en el estudio «POUCH» (acrónimo de Pregnancy Outcomes and Community Health), realizado por investigadores de la Universidad de Harvard y de la Universidad Estatal de Míchigan (EE.UU.) en 2006, que también EROSKI CONSUMER reseñó en su día en el artículo ‘Exceso de pescado en el embarazo‘. Los datos analizados condujeron a los investigadores a la conclusión de que el pescado con altos niveles de metilmercurio comporta una concentración elevada de este contaminante en el metabolismo. Si el consumidor es una mujer gestante, eso puede suponer un alto riesgo de dar a luz de forma prematura. Adelantaba el informe, sin embargo, que eran precisos más estudios que confirmaran o rebatieran la asociación entre ambos hechos. La importancia de la ingesta de omega 3 en el embarazo forzaba conclusiones con máxima evidencia científica.
El último número de The American Journal of Clinical Nutrition recoge un nuevo informe sobre el tema, firmado por investigadores de la Universidad de Rochester Medical Center (Nueva York, EE.UU.) y la Ulster University de Belfast (Reino Unido). Los expertos trabajaron junto el Ministerio de Salud de la República de las Seychelles. Este informe, si bien reincide en la alerta por la presencia de metales pesados en el pescado azul, presenta una nueva tesis: que su riqueza en omega 3 podría compensar sus peligros.
Pescado azul: ¿merece la pena comerlo en el embarazo?
El debate está en los foros de nutrición y salud desde hace años y, por el momento, los mensajes son contradictorios. Por una parte, se recomienda la ingesta de pescado azul por su riqueza en ácidos grasos omega 3, en concreto, el ácido docosahexanoico (DHA), básico para el correcto desarrollo del sistema nervioso central. Pero, por otro lado, se realiza la advertencia de que no hay que excederse en el consumo de este tipo de pescado, a fin de evitar una ingesta excesiva de metilmercurio.
El metilmercurio, la forma en la que el mercurio se halla en los organismos vivos, se acumula en los peces (en especial, en los predadores más grandes, como el atún o el pez espada). Hasta el 95% del metilmercurio se absorbe a través del tracto gastrointestinal al comer pescado. Por lo general, los niveles absorbidos no suponen un riesgo para una persona adulta, pero sí pueden serlo para un feto que aún está en desarrollo. Además del metilmercurio, otros contaminantes que se acumulan en el pescado y que pueden tener efectos en el feto en desarrollo son las dioxinas y los bifenilos policlorados.
La cuestión que se debate todavía en los foros de científicos y dietistas es hasta qué punto las ventajas superan los riesgos de consumir pescado azul en el embarazo.
Embarazo, omega 3 y metales metilmercurio
En la actualidad, la Food and Drug Administration (FDA) recomienda que las mujeres en estado no coman pescado más de dos veces por semana y que este sea de pequeño tamaño. La razón para limitar el consumo se debe a que gran parte del mercurio en el medio ambiente termina en los océanos. Aunque el vínculo entre la ingesta de pescado y los problemas de desarrollo en la infancia nunca se ha demostrado de manera concluyente, los expertos prefieren ser precavidos. Sin embargo, sí que está demostrado el beneficio de los ácidos grasos para el desarrollo del cerebro y de los ojos, unos ácidos grasos que se encuentran con gran riqueza en el pescado azul.
Hasta que el gran objetivo de vaciar los mares de minerales pesados se consiga, los esfuerzos se centran en definir y cuantificar la verdadera relación entre nutrientes y el mercurio de los peces. Esta es una asociación mucho más compleja de lo que se había apreciado hasta ahora, pues podría haber un equilibrio entre las diferentes propiedades antiinflamatorias de los ácidos grasos (que promueven el desarrollo del feto) que logran neutralizar el metilmercurio. Así, al menos, lo adelanta el estudio conjunto de la universidad neoyorkina de Rochester Medical Center, la Universidad de Ulster y el Ministerio de Salud de la República de Seychelles.
El estudio: 20 años para analizar el impacto del pescado azul en la dieta
La investigación se prolongó durante 20 años para analizar la incidencia del mercurio en el desarrollo de la población. La sociedad de las islas es eminentemente ictiófaga, por lo que se consideró un lugar idóneo para la medición del impacto de salud pública de mercurio y su exposición durante un largo periodo.
Participaron más de 1.500 madres y bebés. El desarrollo de los niños se evaluó a través de una variedad de habilidades de comunicación, de comportamiento y pruebas motoras. Las pruebas comenzaron a los 20 meses después del nacimiento y los menores fueron seguidos hasta sus 20 años. Las muestras de pelo también se obtuvieron de las madres mientras estaban embarazadas, por lo que el equipo pudo medir los niveles de exposición al mercurio prenatal.
Como los niños fueron seguidos hasta la edad adulta, se estableció que no hubo asociación entre el consumo de pescado de las madres gestantes y el desarrollo neurológico deteriorado en su descendencia. También se midieron los niveles de ácidos grasos poliinsaturados (PUFA) en las mujeres durante el embarazo. Los investigadores hallaron que los pequeños de madres con niveles más altos de ácidos omega 3 (que se encuentra en el pescado) se desempeñaron mejor en algunas pruebas.
Todavía es pronto para conclusiones definitivas pues, tal y como se anunció hace décadas, son necesarios varios estudios, con poblaciones diferentes, en situaciones distintas y con dietas autóctonas, para refrendar la hipótesis de que si bien el metilmercurio es perjudicial, la propia riqueza natural de omega 3 lo neutraliza. Por el momento, esta es la tesis que se persigue probar de manera definitiva.
Los ácidos grasos omega 3 son esenciales para el crecimiento y el desarrollo humano, ya que están presentes en las membranas celulares. El aporte de DHA (omega 3) durante el embarazo, la lactancia y la primera infancia se revela clave tanto para el correcto desarrollo de la visión como del tejido neuronal cerebral del niño. El DHA es un ácido graso que desempeña un rol estructural y funcional en el cerebro y en la retina. La principal fuente dietética de la EPA y DHA, ambos omega 3 con efecto antiinflamatorio, son los peces marinos (en concreto, los azules). De ahí la importancia de determinar la impronta de mercurio ante la capacidad neutralizadora de los ácidos.