El agua es un elemento vital que se usa como parte integrante de la dieta. Contiene en cantidades variables sustancias minerales (calcio, magnesio, sodio, hierro, fluor, yodo…), de forma que el agua de bebida contribuye al aporte de elementos minerales necesarios para el buen funcionamiento orgánico.
A principios del siglo XVII comienzan las primeras actividades de embotellado de aguas mineromedicinales, aunque la comercialización no empieza a generalizarse hasta el siguiente siglo. Sin embargo, es a principios del siglo XIX cuando se empieza a dar importancia a las propiedades de las fuentes, creándose un texto legal con la declaración de «interés público» para un manantial, principio todavía sigue vigente. De forma paralela, en esta misma época se produce el gran renacimiento popular de los balnearios, lo cual lleva directamente al nacimiento de la industrialización de las aguas minerales. En este momento la investigación en Hidrología médica sigue un curso peculiar y a partir de hechos terapéuticos bien comprobados se trata de darles justificación experimental. Hoy día, la lista de aguas minerales naturales reconocidas en España es de 55, en Francia hay 61 y en Alemania, 500.
Elegir el tipo de agua más adecuada Existen estudios que avalan las acciones de los distintos tipos de aguas minerales. El tipo de agua y su composición están asociadas a las características geológicas del terreno. Su origen es muy variable, su composición no guarda relación con los terrenos de los que surgen pero sí por los que pasan, y su grado de mineralización depende directamente de las rocas en las que se encuentran los manantiales: – Los manantiales situados en rocas de tipo ácido, como las cuarzitas y granitos, darán líquidos de pobre mineralización. – Los manantiales de rocas básicas o salinas, ricas en carbonatos cálcicos, sodio y magnesio, suponen una mayor cantidad de minerales disueltos. Del tipo de roca también depende que, en el afloramiento, el agua esté gasificada o no. Las aguas minerales naturales, según la legislación, se dividen en 3 grandes grupos: 1.- De mineralización fuerte (más de 1.500 mg de residuo seco, es decir, de minerales, por litro). 2.- De mineralización débil (hasta 500 mg). 3.- De mineralización muy débil (hasta 50 mg).
Aguas de débil mineralización, para el buen funcionamiento del riñón El cuerpo regula su necesidad de agua a través de la sed. Este mecanismo de defensa se pierde frecuentemente en los ancianos, de tal forma que hay que obligarlos a beber. Para el buen funcionamiento de nuestro organismo es igual de vital beber agua que eliminarla Y de ello se encarga el sistema urinario que tiene como función extraer del cuerpo los desechos y toxinas de la sangre. El riñón es el filtro que recoge la sangre de las arterias y una vez depurada la devuelve a través de las venas. Cada riñón contiene en su corteza alrededor de un millón de minúsculas unidades llamadas nefronas. La filtración tiene lugar en estas nefronas. El desecho de la filtración es la orina, que a través de los túbulos renales será eliminada. Sin embargo, en condiciones normales, el 99% del agua que llega a los túbulos es rabsorbida. De los 170 litros de agua que es capaz de depurar el riñón en un día, sólo elimina litro y medio. Las hormonas antidiurética y aldosterona se ocupan de aumentar el nivel de orina cuando detectan que la sangre está más diluida por un exceso de de agua.
Indicaciones Las aguas de mineralización más baja son las más adecuadas en general para los ancianos, las personas con cálculos renales, quienes padecen hipertensión arterial severa o retención de líquidos y para los bebés. En cualquier caso, se buscan efectos diuréticos o de arrastre de elementos que el organismo tiene que eliminar. En el caso de los ancianos, por que consecuencia del propio envejecimiento se altera el funcionamiento de los riñones de manera se favorece a través de una mayor diuresis la eliminación de sustancias de desecho. Los bebés, al no tener totalmente desarrollada la capacidad de filtración renal, a través de la utilización de aguas de débil o muy débil mineralización se evita la formación de una orina concentrada con repercusiones negativas para su salud. Por otra parte, en la formación de los cálculos renales es de suma importancia el grado de concentración de la orina. Las aguas de débil mineralización son muy útiles en los planteamientos dietéticos de muchos enfermos litiásicos. Es bien sabido este tipo de agua se elimina totalmente en 2 o 3 horas. Una eliminación tan brusca hace bajar la concentración de la orina y acelera la eliminación de productos de desecho evitando la acumulación de sustancias causantes de la formación de los cálculos. Su absorción por el intestino es muy rápida y completa provocando una abundante diuresis (volumen de orina). Para conseguir que la orina esté poco concentrada se necesita eliminar al menos 2 litros cada 24 horas. Para una persona en condiciones normales, esto supone beber unos 3 litros, de los cuales al menos el 50% será agua. El agua, además de prevenir la litiasis renal, favorece la expulsión de cálculos y evita su crecimiento. La litiasis (piedras o cálculos) del aparato urinario es una de las dolencias más frecuentes de la humanidad desde los tiempos más antiguos. Puede decirse que un 4% de la población femenina y un 6% de la masculina tendrán un cálculo a lo largo de su vida. Estos suelen aparecer entre los 30 y 50 años y tienen un factor hereditario importante. Hasta un 50% de esta población tendrá más de un cólico en su vida. De ahí, que el objetivo principal del tratamiento médico sea prevenirlos.
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