Luis Miguel Luengo Pérez es doctor en Medicina y Cirugía, licenciado en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y máster en Nutrición Humana Básica y Clínica. Desde hace siete años es también responsable de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Universitario Infanta Cristina de Badajoz. Este experto acredita experiencia docente universitaria y una lista de premios que inauguró en 1993 con el reconocimiento, por parte del Ministerio de Educación y Ciencia, a la juventud y la investigación. Ése fue el primer encuentro con una faceta profesional que ocupa su interés y su pasión: la nutrición humana. Pertenece a sociedades científicas cuyo nexo es la alimentación, como la Sociedad Española de Nutrición Parenteral y Enteral (SENPE), la Sociedad Española de Nutrición Básica y Aplicada (SENBA) y la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). En su extensa lista de comunicaciones en congresos nacionales e internacionales, Luengo ahonda en la relación entre alimentación y salud, que conforman una ecuación con importantes patologías y enfermedades. Entre ellas, la más mortal y temida: el cáncer.
En función de la predisposición individual (genes) y los hábitos de cada persona (tabaquismo, abuso de alcohol, ingesta de ahumados, carnes a la parrilla y dieta pobre en frutas, verduras y hortalizas, entre otros), la probabilidad de padecer determinados tipos de cáncer varía. Ésta se puede disminuir si no se fuma, se sigue una alimentación equilibrada, rica en alimentos con fibra y antioxidantes, y se evitan los abusos de malas prácticas.
Son alimentos con las moléculas modificadas por la forma de elaboración, que se transforman en otras con potencial cancerígeno para originar daños sobre las moléculas de ADN. Éstas puedes ser nuevas (hidrocarburos policíclicos) u originales pero modificadas, de forma que aporten radicales libres de oxígeno. Son de origen animal, tratadas con calor de forma excesiva o repetida, o alimentos cuyas grasas se transforman en otras moléculas más reactivas.
“En personas predispuestas, el abuso de ciertos alimentos o determinadas formas de elaboración aumentan el riesgo de sufrir algún tipo de cáncer”
En las pirámides de recomendaciones de alimentación para las distintas poblaciones se sitúan en la cúspide los productos de consumo ocasional o recomendados pocas veces por semana, como las carnes rojas y los azúcares simples (dulces y bebidas azucaradas). A estos habría que añadir una etiqueta en las bebidas alcohólicas que limitara el consumo de vino o cerveza a un máximo de dos unidades diarias y ayudara a evitar las bebidas de mayor graduación.
El estudio de los genes revela la presencia de protooncogenes, que dan lugar a proteínas que aumentan la probabilidad de padecer ciertos tipos de tumor. En estas personas predispuestas, el abuso de determinados alimentos o elaborados incrementa el riesgo de esos tipos de cáncer (esófago, estómago, colon…).
Tomar una dieta abundante en alimentos de origen vegetal que nos aporten fibra, vitaminas y minerales antioxidantes y reducir las grasas, así como evitar el exceso de peso corporal, mejora la salud. Respecto a los cereales, cuanto menos se traten estos alimentos, mayor será su contenido de fibra, vitaminas y minerales, que desaparecen en el proceso de refinado. Estos últimos también disminuyen con el tratamiento térmico y la cocción, respectivamente.
Los alimentos ahumados, elaborados a la parrilla o en brasas incorporan moléculas de la combustión que predisponen al cáncer si se consumen con frecuencia. Los alimentos que se toman a temperaturas extremas pueden ocasionar alteraciones en las capas superficiales del esófago y favorecer su transformación en cáncer.
Estos alimentos contienen sustancias que han demostrado tener un efecto antioxidante o regulador de sistemas que nos defienden del cáncer. Sin embargo, el impacto de los alimentos va más allá, ya que todavía desconocemos parte de sus componentes. Hay que tener mucho cuidado con la información de las etiquetas de los alimentos. En ningún caso evitan por sí solos que padezcamos un cáncer, sino que este resultado está determinado por la influencia de la alimentación, la actividad física, los hábitos tóxicos, los agentes ambientales y la herencia genética en conjunto.
Superar esta enfermedad implica recibir el tratamiento quirúrgico, quimioterápico o radioterápico adecuado, además de adaptar la alimentación a la fase de la enfermedad y a los síntomas. Complicaciones como diarrea, vómitos o pérdida de gusto requieren modificaciones dietéticas específicas. Los pacientes con pérdida de peso y apetito se pueden beneficiar de un incremento de ácidos grasos omega 3 (pescados azules), proteínas y antioxidantes en la dieta, así como de una modificación en el número de comidas y su distribución horaria. En ocasiones, son precisos suplementos y otros tipos de intervención nutricionales.
Los micronutrientes mencionados tienen efectos positivos en pacientes con cáncer. Sin embargo, la combinación de alimentos proporciona un mayor beneficio, si bien en determinadas circunstancias pueden emplearse suplementos no dietéticos enriquecidos en nutrientes.
Tomar una cantidad suficiente de alimentos para mantener el peso corporal y que estos procedan de todos los grupos para asegurar que se reciben todas las vitaminas y minerales. Las necesidades de una persona se incrementan en distintas fases de la enfermedad, por lo que debe variar la cantidad de alimentos que toma y picar entre las comidas principales.
El control del peso corporal, evitar llegar al sobrepeso o a la obesidad y reducir los hidratos de carbono de absorción rápida en nuestra dieta (azúcar, dulces, chocolates, refrescos…). Estas medidas reducen la probabilidad de padecer una diabetes de tipo 2. La de tipo 1, por fallo exclusivo en la producción de insulina por el páncreas, no se relaciona con esos factores.
Luis Miguel Luengo, médico centrado en la nutrición, mantiene que “las modificaciones dietéticas son parte importante de las primeras fases del tratamiento de numerosas enfermedades crónicas, que se controlan mucho mejor si se siguen correctamente (diabetes, dislipemias,…)”. Destaca que si bien los médicos y enfermeros de Atención Primaria así lo saben y lo indican a sus pacientes, “no se tratan de consultas monográficas y en ocasiones los pacientes precisan de una educación nutricional que no puede cubrirse con una consulta general y podría hacer necesario consultas monográficas de Dietética”.