Los adolescentes son el grupo de población entre 12 y 18 años, con unas preferencias alimentarias muy marcadas y, en cierta medida, bastante alejadas de los patrones dietéticos más saludables para esta franja de edad. La práctica común de aligerar las cenas (a base de ensaladas, o sólo fruta o yogur), la tendencia a picotear más que a ingerir una verdadera comida, la preferencia por la comida rápida, el inicio en el consumo de bebidas alcohólicas los fines de semana, etc., son algunos de los hábitos que conforman el día a día de la alimentación. Estas prácticas dietéticas insanas afectan a la sincronización de los ritmos circadianos y predisponen a los jóvenes a desarrollar desde edades tempranas problemas digestivos. Incluso, aumentan el riesgo de enfermedades crónicas, como las cardiovasculares y la obesidad.
Conducta alimentaria poco saludable
La principal fuente de información disponible de los hábitos alimentarios y el estado nutricional de la población infantil y juvenil es el estudio enKid, llevado a cabo entre los años 1998 y 2000. En él se refleja un modelo de consumo alimentario que parece perpetuarse diez años más tarde. En general, los adolescentes tienen unas preferencias alimentarias muy definidas: prefieren la carne más que el pescado, son ávidos consumidores de leche y derivados lácteos (yogures y postres como flanes y natillas), mientras que la ingesta de vegetales (ensaladas, verduras y frutas) es muy justa, sin alcanzar las cinco raciones diarias recomendadas.
Además, la presencia de alimentos integrales como el pan, los cereales, el arroz o la pasta, es muy escasa en los menús de estos jóvenes. A estas costumbres se suman otras tendencias marcadas por los horarios irregulares de las comidas, sobre todo los fines de semana, la ausencia de alguna de ellas -como el desayuno o la cena- y la ingesta de raciones exageradas de alimentos o de productos poco saludables. Entre otros aspectos que influyen en estas rutinas, destacan:
Seguir dietas de adelgazamiento en la adolescencia es uno de los pasos claves que origina el inicio de un trastorno grave de la conducta alimentaria
El precio de la comida rápida: el coste barato de la «fast food» y de los alimentos precocinados (pizzas, lasañas, croquetas, empanadillas, hamburguesas, perritos calientes y similares) y su disponibilidad casi en cualquier lugar y a cualquier hora, favorece que este tipo de comida resulte muy asequible y apetecible para los adolescentes. Además, aunque la oferta abarca alternativas más saludables, como ensaladas variadas, macedonias de fruta, yogures o alimentos a la plancha, su buena apariencia se esfuma entre los ingredientes extras añadidos, las salsas, las cremas y los siropes dulces de los postres.
Cenas frías y ligeras: la práctica común entre muchos adolescentes -más propio de las chicas- de tomar una cena ligera y fría a base de ensaladas, queso fresco, fruta o yogur con cereales puede explicar las molestias digestivas más comunes, como la hinchazón abdominal y el estreñimiento.
Picoteo de alimentos muy energéticos: los dulces, como la bollería y las chucherías, o los snacks salados combinados con los refrescos son el tentempié elegido en los encuentros entre adolescentes en el recreo, a media tarde o en los ratos de ocio durante los fines de semana.
Estos hábitos dietéticos irregulares afectan a la sincronización de numerosos ritmos circadianos, en particular, los relacionados con las funciones digestivas y metabólicas. A largo plazo, se altera la funcionalidad de órganos vitales como el páncreas, el hígado y el estómago. Estas situaciones predisponen a los jóvenes a desarrollar desde edades tempranas problemas digestivos e, incluso, aumenta el riesgo de enfermedades crónicas, como las cardiovasculares y la obesidad. El momento del día en que se tomen los alimentos y la frecuencia con que se consuman son claves para mantener una buena salud.
Imagen: jules
“Cuídate. Come sano, te sentirás mejor”. Así se presenta el aula para adolescentes en la Escuela para prevenir la obesidad infantil y juvenil desarrollada por EROSKI CONSUMER. A estas edades es necesario, además de informar sobre alimentación sana, atender la preocupación de los jóvenes por su peso, su estética, su estilo de vida, sus gustos y preferencias. Por ello, junto con los apartados que orientan de una forma interactiva sobre las bondades de una dieta sana, se dedica un espacio exclusivo al concepto de “peso saludable”. Con el título “¿Quieres adelgazar?”, se intenta provocar la reflexión de los adolescentes para que disciernan entre el deseo y la necesidad de perder peso. Si ésta es real, se invita a adelgazar con salud para no convertirse en prisioneros de las dietas.
Prescindir de alguna comida del día, bien sea del desayuno o de la cena, es frecuente, sobre todo, entre las adolescentes, como lo es también la tendencia a comer alimentos “light”. Su idea de limitar la ingesta de calorías por estas vías les hace pensar, de manera equivocada, que perderán el peso que estiman oportuno para conseguir una figura más estilizada. El jefe de la Unidad de Trastornos Alimentarios del Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid, Gonzalo Morandé Lavín, explica en el libro “Nutrición en la población femenina” que, en ocasiones, las adolescente comienzan a hacer dieta a la vez que una amiga, “incluso en competencia por ver quién adelgaza más kilos y en menos tiempo. Otras chicas hacen el proceso de adelgazamiento junto con sus madres, que se arrepentirán durante años de haber comenzado juntas”. Seguir dietas de adelgazamiento es uno de los pasos claves para el inicio de un trastorno grave de la conducta alimentaria.