Picar entre horas es malo, malísimo, y hay que evitarlo a toda costa, sobre todo, entre los niños. Es probable que esta sea la percepción de la mayoría de la población hacia una costumbre que los anglosajones denominan “snacking” y que para nosotros sería similar a “picotear”, es decir, comer entre horas, realizar tentempiés o ingerir algo liviano al margen de las comidas principales. Se supone que picar entre horas engorda y es causa de otros desequilibrios nutricionales. Pero la realidad es que esto no es así o, al menos, no siempre. El hecho de que el picoteo sea perjudicial no depende tanto de la cantidad que se come ni de la frecuencia con que se come, sino de la calidad de los alimentos que se escogen para comer. A continuación se explica por qué el picoteo tiene mala fama, más aún en el caso del picoteo infantil, se señalan los beneficios de comer a menudo y se aportan ideas para un picoteo saludable.
Picoteo infantil: por qué tiene mala fama
La opinión negativa de la población sobre el picoteo tiene múltiples orígenes: desde consejos de amigos o familiares y los mensajes en los medios de comunicación, hasta las recomendaciones de profesionales sanitarios y guías alimentarias que se dirigen tanto a adultos como a niños. En la mayoría de los materiales de educación alimentaria y nutricional, se aconseja evitar el picoteo y se encasilla esta costumbre como un problema. Sin embargo, al valorar si comer entre horas es o no un hábito saludable, resulta fundamental conocer qué se pica.
Por lo general, los alimentos que se comen entre horas son productos ricos en grasas saturadas, azúcares y sal
Lo que las guías no explican, no matizan o a veces no se llega a leer con suficiente detalle, es que el inconveniente del picoteo está en que, por lo general, los alimentos que se comen entre horas son productos ricos en grasas (saturadas), azúcares y sal: un trocito de queso, unas galletitas, una porción de chocolate, un vaso de zumo, una lata de refresco, un helado, un bollo, unos cortes de embutido… Alimentos que, por cierto, no conviene comer ni entre horas, ni en las comidas principales.
Como señala la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) en su guía sobre alimentación infantil, el picoteo es una mala costumbre porque se practica a base de alimentos muy calóricos que, en paralelo, carecen de otros nutrientes indispensables para el equilibrio de la dieta. Comer dulces, pasteles, chucherías o bollos contribuye a que el niño «aumente de peso, incorpore calorías vacías a su dieta y, a la larga, pueda convertirse en un obeso».
Los beneficios de comer a menudo
Los expertos y las entidades de referencia que se dedican a la nutrición, la dietética y la salud indican que los niños tienen que comer lo que quieren y cuanto quieren de aquello que los adultos les ofrecen (en el supuesto, claro está, de que los adultos propongan alimentos saludables). Para ello, hay que tener en cuenta la siguiente premisa: la mejor estrategia para que los niños coman de forma saludable es tener solo alimentos sanos en casa y predicar con el ejemplo.
Cuando los pequeños tienen hambre entre las comidas principales, deberían poder saciar este apetito. ¿Y esto no hará que aumenten de peso? Todo lo contrario: comer a menudo evita llegar a la siguiente comida con mucho apetito, lo que se relaciona con una preferencia por alimentos más calóricos. Además, tanto en adultos como en niños, los estudios han confirmado que quienes comen con más frecuencia tienen menos riesgo de padecer obesidad, hipertensión e hipercolesterolemia, factores de riesgo ligados de forma clara con la enfermedad cardiovascular. Eso sí, los beneficios son para quienes escogen, para picar, alimentos saludables.
Ante los beneficios de picar entre horas, a continuación se proponen algunas opciones que deberíamos tener en la despensa para los momentos en que, tanto a nosotros como a nuestros pequeños, nos entra el apetito:
- Una pieza de fruta fresca.
- Un puñado de frutos secos, crudos o tostados, sin sal.
- Un puñado de frutas desecadas (orejones, pasas, uvas pasas…).
- Una rebanada de pan (mejor integral) con aceite de oliva.
- Unas tortitas de maíz o arroz.
- Un yogur (sin azúcar, y mejor natural y desnatado).
- Unos palitos de pan, de preferencia integrales y elaborados con aceite de oliva.
- Un bol de palomitas caseras, cocinadas en la sartén, con un pequeño chorro de aceite de oliva.