Imagen: Rachel
Con la recién estrenada época otoñal se inicia también el consumo de uno de los productos más representativos de estos meses: las setas. Consideradas tradicionalmente siempre como vegetales, estos hongos carecen de clorofila y, por lo tanto, son incapaces de sintetizar por sí solos las sustancias orgánicas que necesitan para vivir. Por este motivo, la micología moderna ya no las considera como tales sino que ha creado un nuevo reino denominado «fungi». Su particular composición, caracterizada por un alto contenido en agua, hace que se descompongan con facilidad y que sean más frágiles. Estos aspectos exigen ser muy cuidadoso en su recogida, compra y transporte.
Tamaño y transporte
Las setas deben transportarse en cestas de mimbre o mallas para que pase el aireEl tamaño idóneo para cocinar es el mediano, ejemplares maduros que conservan todo el sabor. Los que son excesivamente grandes suelen ser leñosos y, además, pierden gran parte de sus aromas y sabores. También es preferible optar por las setas recién recogidas ya que es un producto que no soporta bien las horas tras perder el contacto con la tierra.
En su transporte no deben utilizarse bolsas de plástico ya que, al ser un producto con gran cantidad de agua, «sudan» y se reblandecen. La opción del cucurucho de papel, que utilizan algunos establecimientos, constituye otra alternativa de transporte siempre y cuando no se cierren del todo.
Limpieza
Una vez en casa, las setas deben limpiarse a conciencia para evitar restos de tierra. Para ello, se corta la zona del pie y con una brocha se cepilla la parte del sombrero y del tallo. Con la ayuda de un paño de cocina ligeramente humedecido se termina de limpiar. Se tendrá especial cuidado de no sumergirlas en agua ya que, por su textura esponjosa, absorben el agua y pierden gran parte de sus propiedades organolépticas. Si están muy sucias se pueden pasar bajo el grifo de agua fría y secarlas de forma inmediata. Una vez limpias ya se pueden cocinar o conservar.Los métodos de conservación para las setas más utilizados son el desecado, en polvo o congeladas. Pero también pueden conservarse en escabeche, una opción que permite guardarlas y utilizarlas después como aperitivos, acompañamientos de ensaladas o para la elaboración de pinchos y que suele hacerse con piezas de gran carnosidad como los níscalos y las setas de cardo. Al proceso de limpieza descrito le sigue el troceado, que puede hacerse en tiras más o menos regulares. Se cuecen durante diez minutos en un cazo cubiertas de agua y una cucharada de aceite, una hoja de laurel y unos granos de pimienta negra.
Se escurren y se colocan en un tarro de cristal esterilizado con unos trozos de cebolla y zanahorias en rodajas ligeramente hervidas, a las que se añade una cucharada pequeña de pimentón dulce. Se vierte un poco de aceite de oliva virgen y se cubre con vinagre hasta llenar el tarro. Se cierra el envase y se esteriliza (cocer dentro de una cazuela cubierto de agua) durante 30 minutos. Se puede guardar en un lugar sin que le dé directamente la luz, el calor o la humedad.