El boniato es rico en potasio, betacarotenos e hidratos de carbono, una cualidad que lo convierte en un alimento energético, apropiado para esta época del año. Tubérculo al igual que la patata, su composición nutricional es también muy similar. La principal diferencia está en su sabor dulce, una característica muy apreciada en la cocina, ya que permite elaborar distintos platos, incluidos postres y mermeladas. Para consumirlo, se necesita cocinarlo —crudo resulta indigesto— y elegirlo bien: conviene escoger aquellos de aspecto firme y conservarlos en un lugar seco, fresco y con buena ventilación para que duren más tiempo en buen estado. A continuación reseñamos cuatro maneras de preparar boniatos.
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Boniatos: una dulce delicia gastronómica
Los boniatos son muy parecidos a las patatas. Por tanto, casi todas las preparaciones que se hacen con ellas (desde tortillas y purés, hasta salteados o guarniciones al horno) también pueden se pueden hacer con estos tubérculos de aspecto más recio, pero dulce corazón. Es esta característica, su sabor, la que permite incluirlos entre los postres.
👉 Boniatos fritos o salteados
Una ración de boniatos fritos bien puede sustituir a una de patatas. Se preparan de la misma manera y, si se usan como guarnición (ya sea de un filete de ternera, pollo o pescado), aportarán al plato un interesante contrapunto de sabores.
Lo mismo puede decirse del boniato salteado a la plancha, una preparación práctica y rápida, si se corta en finas láminas —es muy fácil hacerlo con un pelador de patatas—.
Si tienes más tiempo o quieres preparar algo especial, es posible ir más allá. Con el boniato frito y un poco de cebolla, se puede hacer una deliciosa tortilla o acompañar unas alitas de pollo con salsas.
Además, con el boniato salteado está la opción de preparar ricos rellenos, tanto para hojaldres (por ejemplo, con espinacas y guisantes) como para tartaletas (una idea: con verduras, avellanas y tofu a la miel).
👉 Boniatos cocidos o hervidos
Lo más fácil que se puede hacer con un boniato hervido es puré. Queda muy rico y vistoso, su sabor resulta muy suave y marida muy bien con las carnes, como los filetes de cerdo a la plancha.
También se puede preparar un pastel con carne picada, salteada previamente en una sartén. Para hacerlo, pon una capa de puré en una fuente, añade encima la carne (condimentada al gusto) y cúbrela con otra capa de puré de boniato. Unos minutos en el horno y ¡listo!
Otra opción es hervir el boniato en rodajas (de un centímetro de grosor, más o menos), hasta conseguir que se ablanden. Estas láminas se usan como en la lasaña, o en la musaka, para hacer capas intercaladas, por ejemplo, con un salteado de setas y refrito con canela.
Si quieres un toque marino, puedes probar la receta de brocheta de sepia con boniatos a la plancha. Para hacerla, hay que hervir antes los boniatos en dados.
👉 Boniatos al horno
Preparar los boniatos al horno es una de las maneras más fáciles de disfrutarlos. La menos laboriosa consiste en lavarlos bien, envolverlos en papel de aluminio e introducirlos en el horno para que se hagan tal cual, con el calor.
Otra posibilidad es pelarlos y cortarlos (en dados o en rodajas) antes de colocarlos en una fuente. En esa misma fuente se pone una pieza de carne para asar o un pollo. Se riegan los boniatos con un chorrito de aceite de oliva y se condimenta con una pizca de sal y con especias (el orégano va muy bien).
También se puede acompañar con otras hortalizas, como patatas y zanahorias.
👉 Boniatos en cremas (y postres)
El boniato en crema funciona muy bien como entrante, pero también como postre otoñal. Una opción «salada» —o, al menos, agridulce— es la crema de boniato con frutos secos: se prepara con almendras y avellanas tostadas e, incluye, además, caldo de verduras, leche de soja y uvas pasas.
Para los postres, en cambio, puedes apostar por una crema dulce de boniato (deliciosa, aunque bastante más calórica y grasa, ya que lleva azúcar y nata) o por una crema helada de boniato a la canela, más refrescante que el postre anterior, menos calórica y azucarada.