La fortificación con ácido fólico de las harinas o los panes es obligatoria en varios países como método eficaz para la prevención de anomalías o defectos del tubo neural (espina bífida, anencefalia y encefalocele) durante la gestación. Se han detectado claras evidencias entre el consumo adecuado de ácido fólico antes de la concepción y durante los primeros meses de embarazo y la prevención de estos trastornos. Ahora, científicos del Instituto de Investigación de los Alimentos (Institute of Food Research) del Reino Unido estudian sus consecuencias.
El ácido fólico es la forma sintética del folato, vitamina hidrosoluble del grupo B abundante en vegetales de hoja, legumbres, frutos secos y principalmente en el hígado. En octubre de 2007, el «British Journal of Nutrition» se hizo eco de la investigación llevada a cabo por científicos del Instituto de Investigación de los Alimentos (IFR, en sus siglas inglesas) del Reino Unido. Estos científicos han puesto de relieve las posibles consecuencias de la fortificación de los alimentos con ácido fólico debido al nuevo proceso de absorción y metabolización identificado respecto a la forma sintética de la vitamina en el organismo.
Enriquecimiento cuestionado
Una nueva investigación sugiere que el ácido fólico se metaboliza en el hígado y no en el intestino como sucede con los folatos
Desde la década de 1980, se atiende al conocimiento de que el ácido fólico se metaboliza en el intestino delgado de modo similar a los folatos, la forma natural de la vitamina B9 presente en los alimentos. Se tiene la seguridad de que los folatos son absorbidos en las células de la parte superior del intestino delgado y metabolizados a ácido 5-metiltetrahidrofólico, un metabolito activo de dicha vitamina. A partir de esta información, se estableció por consenso que el ácido fólico, la forma sintética, seguía la misma ruta metabólica. Este consenso garantizaba la seguridad de la fortificación de los alimentos con ácido fólico.
Desde entonces, los gobiernos de diversos países (EE.UU., Canadá, Chile, Reino Unido, entre otros) han hecho obligatoria la fortificación de la harina con ácido fólico, como principal ingrediente empleado en variedad de alimentos de consumo cotidiano como el pan, las galletas y los cereales de desayuno. Sin ir más lejos, en mayo de 2007, la Food Standard Agency británica (FSA, en sus siglas inglesas), acordó la fortificación obligatoria de la harina o del pan como método eficaz para prevenir trastornos derivados de la deficiencia dietética de folatos y reducir el número de bebés nacidos con defectos del tubo neural.
No obstante, y antes de establecer como obligatoria la fortificación de la harina con ácido fólico y determinar las dosis mínimas y máximas, el Comité Científico Asesor de Nutrición (SACN) está pendiente de examinar -entre finales de 2008 y principios de 2009-, los resultados de diversos ensayos sobre el efecto del ácido fólico y el riesgo de algunos tipos de cáncer.
En este sentido, la novedad en la investigación es que científicos del Instituto de Investigación de Alimentos del Reino Unido sugieren que el ácido fólico se metaboliza en el hígado, y no en el intestino como sucede con los folatos. Esta nueva evidencia crea la necesidad de llevar a cabo más investigaciones dada la capacidad limitada del hígado para metabolizar el ácido fólico, y el riesgo para la salud de determinados grupos de población que puede acarrear un exceso en el organismo de ácido fólico no metabolizado.
El peligro del exceso
El ácido fólico usado tanto en medicamentos como en la fortificación de alimentos está en forma de pteroilmonoglutamato (PGA), una forma sintética inexistente en la naturaleza. El organismo transforma este compuesto, el PGA, en ácido 5-metiltetrahidrofolato. Parece ser que este proceso de transformación del compuesto sintético se desarrolla primeramente en el hígado, y el órgano se satura con dosis de 0,4 mg (400 microgramos). Esta es la dosis máxima recomendada para tomar en forma de suplemento a las mujeres que tengan previsto quedarse embarazadas.
El consumo habitual de dosis más altas podría superar la capacidad metabólica del hígado, con la consiguiente acumulación plasmática de ácido fólico sintético no metabolizado, lo que podría causar diversos problemas de salud. En este sentido, diversos estudios han confirmado que el ácido fólico no metabolizado acelera el deterioro cognitivo en las personas ancianas con bajos niveles de vitamina B12. Las personas mayores tienen un riesgo mayor de desarrollar anemia perniciosa por deficiencia de B12 porque tienen limitada la capacidad para absorber esta vitamina de los alimentos.
Estudios recientes en humanos también sugieren (aunque se precisan más estudios) que la administración de dosis elevadas de ácido fólico, bien en forma de suplementos o por medio de alimentos fortificados, puede promover la progresión de cáncer de intestino (ya iniciado, aunque no necesariamente diagnosticado), corroborando observaciones anteriores en animales y en estudios in vitro. Los investigadores también incluyen en los grupos de riesgo de las consecuencias de la saturación hepática a personas en tratamiento para la leucemia y la artritis, y mujeres con embarazos ectópicos (embarazos que se producen fuera del lugar natural).
Adecuar la dosis
Se estima que en dosis muy altas, superiores a los 1.000-2.000 microgramos, la ingesta de ácido fólico puede desencadenar el mismo tipo síntomas para los que se utiliza habitualmente como preventivo. Estos síntomas incluyen trastornos nerviosos como insomnio, malestar, irritabilidad, así como disfunción intestinal. De acuerdo a estas razones, el Instituto de Medicina de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. fijó ya en 1998 el «límite máximo tolerable» en 1.000 microgramos (mcg) de ácido fólico para los hombres y las mujeres mayores de 19 años. Esta dosis se aplica al ácido fólico sintético empleado en los suplementos farmacológicos y en los alimentos fortificados.La estrategia de enriquecer de manera masiva los alimentos en ácido fólico tiene el problema de que toda la población quedaría expuesta al consumo de alimentos fortificados. En muchas personas, sobre todo mayores, se podría enmascarar una anemia perniciosa, aumentando el riesgo de desarrollo de una enfermedad neurológica irreversible por deficiencia de vitamina B12. Además, existe una interacción nutricional entre el ácido fólico y el cinc, por lo que el exceso de ácido fólico puede afectar a la correcta absorción de dicho mineral.
Por tanto, la decisión relativa a la fortificación de los alimentos con ácido fólico deberá tener en cuenta no sólo los efectos beneficiosos reconocidos, sino también los posibles efectos adversos. Asimismo se deberá establecer con garantía la dosis segura para conseguir el efecto saludable perseguido, ya que el exceso podría ocasionar consecuencias graves en muchas generaciones.
Imagen: Patrick LeducLa dosis de ácido fólico para tomar durante el embarazo en forma de suplemento que se conoce como segura y eficaz es la de 400 microgramos. Es la cantidad que recomienda la clase médica a toda mujer que tenga intención de quedarse embarazada. Lo recomendable es comenzar a tomar el suplemento al menos tres meses antes del embarazo, y como mínimo durante las 12 primeras semanas de gestación.
No obstante, parece ser que en nuestro país, las mujeres que se plantean el embarazo toman suplementos de ácido fólico a destiempo y en cantidades superiores a las recomendadas. Éstas son las conclusiones que se desprenden de un reciente estudio nacional en el que participaron 16.761 madres de recién nacidos sin defectos congénitos, de la base de datos del Estudio Colaborativo Español de Malformaciones Congénitas, Centro de Investigación sobre Anomalías Congénitas (CIAC-ECEMC) (Instituto de Salud Carlos III).
En el periodo 2003-2004 se constató que tan solo el 17,37% de las mujeres tomó suplemento de ácido fólico antes del embarazo, y el 11,50% no lo tomó nunca. Además, de las mujeres que tomaron suplemento, más del 70% ingirió dosis de 4 miligramos o más (10 veces superior a lo recomendado), e incluso se observó que un porcentaje importante de mujeres tomó dosis medias diarias entre 12,5 y 20 veces superiores a la recomendada de 0,4 miligramos diarios.