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Nuestra piel está continuamente expuesta a influencias, tanto internas como externas, que pueden alterar su funcionamiento. Como resultado, puede sufrir daños debidos a la inflamación, a la menor capacidad inmune o de defensas o al desequilibrio de su hidratación, entre otras circunstancias.
Una de las incursiones de la ciencia que estudia la relación entre dieta y salud se centra en los efectos que los nutrientes podrían tener en el mantenimiento de la piel en unas condiciones óptimas. Se han observado efectos «fotoprotectores» (o de protección solar) de distintos nutrientes, entre ellos la vitamina E, pero aún falta mucho trabajo científico para poder determinar la eficacia y la seguridad de los complementos dietéticos de vitamina E o del aumento de la ingesta oral de este antioxidante.
Reforzar las defensas de la piel
La mayor parte de la investigación científica sobre el papel beneficioso de la vitamina E como «cosmecéutico», término que trata de aunar las denominaciones de «cosmético» y «farmacéutico», procede de su posible efecto fotoprotector. Diversos estudios han observado la administración tópica de este nutriente, antes de la exposición a la radiación ultravioleta, y la han relacionado con una disminución de la respuesta aguda de la piel como el eritema (inflamación superficial de la piel), el edema, las quemaduras solares y otros efectos dañinos que produce la sobre-exposición al sol.El aceite de soja y el de girasol son algunas de las principales fuentes naturales de vitamina E
Las consecuencias como las arrugas, el envejecimiento y el cáncer de piel parecen disminuir con la aplicación tópica de vitamina E a través de cremas y lociones. Estas observaciones han llevado a formular suplementos nutricionales orales con este nutriente, centrándose en la hipótesis de que la administración oral haga más efecto y a más largo plazo que la aplicación externa. Pero aún faltan más estudios que avalen este nutriente como eficaz y seguro en la protección frente al sol tras su ingesta oral.
El principal culpable de las quemaduras no es el calor sino la radiación ultravioleta que se presenta en las formas de UVA y UVB. Esta radiación actúa negativamente sobre las células de nuestra piel y como consecuencia se forman radicales libres, que parecen ser parcialmente responsables del daño de corta duración de las quemaduras y quizá también de los daños prolongados.
Las personas que han abusado del sol pueden experimentar, con el tiempo, manchas en la piel, arrugas y cataratas y, a la larga, cáncer cutáneo o tumoraciones superficiales. Debido a que la radiación solar es de carácter acumulativo, ciertos efectos no tienen una manifestación visible pero se dejan sentir a largo plazo.
Capacidad antioxidante
La vitamina E protege las membranas celulares del sistema nervioso y del sistema cardiovascular, los glóbulos rojos y las células musculares. También es un gran antioxidante, capaz de neutralizar los radicales libres, evitando la oxidación de células, proteínas, lípidos y material genético (ADN, ARN). Asimismo, reduce la necesidad de vitamina A y favorece la acción de beta-carotenos y vitamina C (ambas antioxidantes), al impedir la formación de radicales libres (peróxidos). Además, potencia el sistema inmunológico, como constatan diversos estudios en humanos, que han demostrado un aumento de la respuesta inmunológica después de administrar suplementos de vitamina E.A la luz de estas observaciones sobre su ayuda en la neutralización de los radicales libres en otras partes del organismo, algunos estudios de laboratorio y estudios en animales sugieren que este nutriente podría realizar el mismo trabajo en la piel. Los niveles de antioxidantes en las células cutáneas disminuyen después de exponerse a la radiación ultravioleta y parece que podrían agotarse temporalmente, por lo que la cuestión está en si la ingesta de más vitamina E podría trasladarse en un aumento cutáneo de este antioxidante y proteger así del daño de los radicales libres que aparecen después de tomar el sol.
Falta de evidencia científica
La respuesta no está clara. Algunos estudios que han observado una mejora en este sentido han administrado conjuntamente más de un antioxidante, tal y como se desprende de una investigación publicada en «American Journal of Clinical Nutrition», llevada a cabo por el Departamento de Medicina de la Universidad de Liverpool, en Reino. Mezclas de vitamina C o carotenoides más vitamina E si han mostrado, a dosis más altas que las recomendadas diariamente, que el daño oxidativo disminuye. Pero la vitamina E puede ser tóxica en gran dosis, pudiendo producir diarrea, fatiga, dolor abdominal, disminución de la resistencia a infecciones bacterianas e incluso hipertensión arterial.Otros estudios que han valorado la suplementación exclusivamente con vitamina E no han observado una mejora consistente. Así se constata en una pequeña investigación realizada por expertos del US Drug Administration Human Nutrition Research Center on Aging, Tufts University, en Boston (EE.UU.). No observaron un efecto protector significativo entre la ingesta diaria de 400 UI de alfa-tocoferol (equivalente a 268 mg de vitamina E; 22 veces la cantidad recomendada) y el placebo-
Por tanto, antes de recomendar el consumo de vitamina E como complemento fotoprotector faltan varias claves por resolver. Entre ellas, si la administración oral de esta vitamina produce un aumento de la concentración de vitamina en la piel, porque a dosis no peligrosas para la salud, parece que no. Esta sería una de las causas de que en muchos trabajos de investigación no se haya observado una fotoprotección activa, eficaz y segura.
Hasta que no se resuelvan las dudad sobre la acción de esta vitamina sobre la piel, sus enfermedades y el envejecimiento, los mejores métodos de prevención y protección solar siguen siendo las cremas protectoras, las cremas hidratantes y las nutritivas. No obstante, y aunque no se conozca en profundidad el cuidado de la piel desde dentro, éste es básico. Un aporte adecuado de nutrientes es esencial para el buen funcionamiento de este órgano tan importante y para que su sistema de defensas haga frente a los agentes dañinos que provienen tanto del exterior como del interior.
La ingesta recomendada de vitamina E para una persona adulta y sana es de 10 a 12 miligramos por día. Esta cantidad se encuentra en unas diez cucharadas de aceite de oliva, en tan solo 2 cucharadas de aceite de girasol, en dos puñados (25 gramos) de pipas de girasol, o en dos puñados (50 g) de almendras y avellanas, los frutos con mayor concentración de vitamina E.
Los alimentos considerados como mejor fuente dietética de esta vitamina son el aceite de germen de trigo, el aceite de soja, el de girasol, el de oliva virgen extra (de primera presión en frío), el germen de cereales y los frutos secos.