Con el llamativo eslogan de “La revolución de la grasa parda” se propone, una vez más, un novedoso sistema de alimentación y de actividad física con fines adelgazantes. El mecanismo que lo justifica se basa en favorecer el desarrollo en el organismo de un tipo concreto de tejido adiposo, el pardo o marrón, en detrimento del denominado tejido adiposo blanco (de color blanco amarillento). El nuevo planteamiento dietético apoya su funcionamiento en el hecho de que este tipo de grasa, la parda, mantiene un nivel de actividad metabólica mucho más alto que el tejido graso de color más pálido. Al aumentar o cambiar las proporciones de uno y otro tipo de grasa, en favor de la de color marrón, aumentaría el gasto energético diario y, según subrayan sus defensores, sin necesidad de hacer ejercicio o sudar, la persona consigue adelgazar.
El tejido adiposo pardo
Aunque la identificación y funcionamiento de este tipo de tejido están descritos con claridad en la literatura científica, el aprovechamiento que de estas circunstancias se pueda hacer en los términos anunciados en el libro «La revolución de la grasa parda» («The brown fat revolution») dista mucho de ser veraz. Incluso, una mayor proporción de tejido adiposo pardo podría estar asociada al riesgo de sufrir importantes patologías como cáncer o hipertiroidismo.
El exceso de tejido adiposo es, en última instancia, el factor que determina el sobrepeso u obesidad, tal y como afirman los organismos científicos de reconocido prestigio, entre ellos, la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, no todo el tejido adiposo es igual. En una clasificación rápida se distinguen dos tipos: el pardo y el blanco. Ambos deben el nombre a su color. En el primero, éste está propiciado por una mayor concentración de mitocondrias -los motores que sustentan la actividad de las células- en el interior de cada célula adiposa o adipocito. Desde un punto de vista metabólico, la grasa parda se caracteriza por sus funciones en la regulación de la temperatura, de ahí que los bebés -recién salidos de la calidez del útero materno- tengan mayor proporción. A medida que el individuo crece, los mecanismos de autorregulación de la temperatura corporal mejoran y la proporción de grasa parda disminuye. No obstante, también con cierta variabilidad interpersonal, en la edad adulta es frecuente que haya depósitos de grasa parda en las partes anterior y posterior del cuello.
La grasa parda tiene un nivel de actividad metabólica superior, lo que redunda en un mayor gasto energético
En un reciente artículo publicado en la revista ‘New England Journal of Medicine’, se ha comprobado mediante Tomografía por Emisión de Positrones (PET) que los adipocitos del tejido adiposo pardo de los adultos aumentan su actividad cuando la temperatura exterior es fría, es decir, cuando los participantes del estudio necesitaban incrementar su temperatura corporal para compensar la del entorno. Sin embargo, exponerse de forma permanente a temperaturas gélidas no parece ser una forma práctica ni saludable de adelgazar.
Los principios de «La revolución de la grasa parda»
A través del libro «La revolución de la grasa parda», publicado en Estados Unidos, el autor, James R. Lyons, propone la posibilidad de aumentar la proporción de ésta con el fin de incrementar el gasto energético y, por tanto, poder ajustar con mayor facilidad el equilibrio entre las calorías ingeridas y las gastadas. Pero algunas de sus recomendaciones y consejos chocan de manera frontal con las lanzadas por las autoridades sanitarias y contrastadas, en cuanto a su eficacia de pérdida de peso a lo largo del tiempo:
El régimen alimenticio, además de ser muy parecido a otras «dietas milagro», es hiperproteico, con los riesgos para la salud que acarrea a largo plazo este tipo de alimentación y con el inconveniente de alejar al paciente de unos patrones de alimentación saludable adecuados.
Aunque se promueve la realización de ejercicio, desalienta la práctica de actividad física aeróbica, a sabiendas de sus probadas ventajas sobre la salud cardiovascular, y promueve casi con exclusividad la práctica de actividades anaeróbicas (pesas, fuerza, etc.).
La publicidad del libro está dirigida sólo hacia las mujeres. Las alusiones sobre la promoción de la salud son nulas y sólo se refiere al aspecto físico, con el fin de lucir «más guapa y sexy».
No aconseja seguir sus recomendaciones en el caso de tratarse de personas de corta edad.
Con estas premisas, es difícil que la comunidad científica avale los planteamientos de este método que, al mismo tiempo, reúne varias de las características publicadas por la Asociación Americana de Dietética en 2006 para identificar los métodos adelgazantes carentes de rigor y que, incluso, pueden llegar a ser contraproducentes. La constatación definitiva para poder desterrar este tipo de métodos del conjunto de opciones saludables radica, sobre todo, en el hecho del poco respaldo que ha obtenido hasta el momento por parte de la comunidad científica.
Aunque las personas adultas delgadas, con una figura más estilizada, tienden a tener más depósitos de grasa parda en su cuerpo que las personas obesas, también se ha constatado que entre quienes tienen los depósitos más activos hay una mayor incidencia de cáncer e hipertiroidismo.
Una mayor proporción de tejido adiposo pardo podría estar asociada al riesgo de sufrir importantes patologías metabólicas
Frente al inicial beneficio de la grasa parda como facilitadora para poder gastar más calorías, el aumento de su cantidad o proporción no es tarea fácil. Al menos a día de hoy no se conocen los mecanismos para poder propiciar este cambio en la práctica y de forma segura. Además, un aumento de la proporción o de la actividad de la grasa parda que aumentara el consumo de calorías podría incrementar la sensación de hambre que, a su vez, podría traducirse en ingestas más copiosas para compensar el gasto.
Por otro lado, al pensar en futuros fármacos que ayuden a aumentar la actividad de la grasa parda, también habrá que tener en cuenta que ese aumento de actividad tendrá al mismo tiempo un efecto sobre otros sistemas metabólicos.