Ir al parque a jugar es uno de los mejores planes que se le puede ofrecer a un niño. A los peques les encanta y a los padres les brinda la oportunidad de divertirse con sus hijos -o de tomarse un respiro mientras ellos se divierten-. Los parques de España son cada vez más seguros y su estado general es bueno. Sin embargo, el mantenimiento de sus atracciones es aún insuficiente: hace apenas dos años, EROSKI CONSUMER constató que la tercera parte de los juegos tenía alguna deficiencia. Si bien los parques mejoran sus diseños día a día, incorporan nuevos materiales y están sujetos a estrictas normas de seguridad, también están expuestos al uso, al clima o al entorno que, con el paso del tiempo, los pueden deteriorar. Por ello, y porque están en la vía pública, es fundamental que los adultos presten atención a ciertos aspectos para prevenir percances y accidentes con los niños. En este reportaje ofrecemos algunas pautas.
La mayoría de los accidentes son caídas
Nueve de cada diez accidentes infantiles son golpes. Entre los niños más pequeños -menores de 4 años-, la lesión más habitual es la caída y la parte del cuerpo más afectada, la cabeza. Así lo recoge el ‘Plan de prevención de accidentes infantiles‘ elaborado por Adeslas Segur Caixa.
Según este documento, la mayor parte de los siniestros tiene lugar en el hogar (con traumatismos, intoxicaciones y quemaduras, en este orden de incidencia), pero las áreas de recreo -los parques- son también un escenario de accidentes. Accidentes que se pueden evitar. Para que los niños jueguen sin riesgos, los adultos deben «exigir seguridad, tanto en los aparatos de juego como en la zona de la instalación», destaca el documento. Y, sobre todo, deben estar atentos.
1. La ubicación del parque
No basta con que el parque quede cerca de casa o del colegio. Lo importante, más allá de la practicidad, es que esté situado en un lugar adecuado y seguro. Esto es: alejado de la calle y vallado de algún modo (con muros, rejas o setos) para evitar que, en un descuido, los niños puedan correr hacia la calzada. Lo adecuado es que esté en una zona con buena visibilidad, es decir, un lugar donde los padres vean a sus hijos jugar y, al mismo tiempo, controlen los movimientos del entorno.
2. El suelo para jugar
Las superficies de asfalto, grava u hormigón eran frecuentes en los parques infantiles de antaño. Hoy son inaceptables. Se las considera peligrosas e inseguras. Su dureza no absorbe el impacto de una caída y su textura áspera aumenta el riesgo de cortes y raspaduras. Los recubrimientos de caucho o materiales sintéticos son idóneos porque hacen frente a ambos problemas. La tierra y el césped son mejores que el cemento, sin duda, pero pueden degradarse con el uso y con el clima. Si el parque tiene este tipo de suelo, conviene inspeccionarlo antes de lanzarse a jugar con los niños (sobre todo, si ha llovido). En cualquiera de los casos, hay que cerciorarse de que no haya agua estancada, objetos cortantes (como cristales o latas) o elementos extraños con los que el pequeño se pueda tropezar o hacer daño.
3. Niños distintos, zonas distintas
Un niño de dos años no juega igual que uno de diez; no tiene la misma fuerza, ni el mismo tamaño. Este hecho, que parece tan evidente, no está contemplado en todos los parques infantiles, que a menudo carecen de áreas de juego diferenciadas para niños de unas edades y otras o no especifican para qué edad están pensadas sus instalaciones. En este aspecto, un parque seguro cuenta con información clara y, si admite a niños de 2 a 12 años, tiene zonas diferentes (y delimitadas) para evitar que haya problemas. Un niño mayor puede hacer daño a uno pequeño, sin querer, si corren o saltan en el mismo lugar; aunque lo más peligroso es que los niños pequeños utilicen los juegos diseñados para los más grandes. Si los tamaños y las proporciones no son los adecuados, puede haber accidentes. ¿Los más frecuentes? Los pequeños se deslizan por una abertura y caen desde lo alto, mientras que los no tan pequeños pueden quedar atrapados en una estructura que no está pensada para ellos.
4. Señales para los padres
En relación con lo anterior, las señales son importantísimas. Los adultos deben saber si el parque es adecuado para sus hijos, si hay juegos estropeados o si hay zonas peligrosas o en reparación. También deben tener la certeza de que no se permite la entrada de animales, ya que representan un peligro potencial para los niños, y tener a la vista los números de emergencia por si ocurriese algo. Por ello, siempre es mejor acudir a un parque con carteles informativos.
5. La higiene del área de juego
Un parque limpio y bien mantenido evita infecciones, enfermedades y problemas. ¿Cómo es el nivel de higiene del parque al que acudimos? ¿Lo visitan los jardineros y funcionarios de limpieza con asiduidad? Estas cuestiones son fundamentales para impedir que los niños estén expuestos a bacterias o virus. Hay que observar la limpieza de las papeleras, del suelo y de los juegos, el estado de las plantas, arbustos y árboles (si el parque los tiene) y el correcto funcionamiento de la iluminación.
6. El parque y su mantenimiento
Un informe supervisado por Kate M. Cronan y John Howard, médicos de la Fundación Nemours, señala que la inspección del buen estado de los parques es fundamental. Los juegos no deben estar rotos: si son de madera, es preciso vigilar que no tengan astillas ni puntas; si son de metal, hay que cerciorarse de que no tienen bordes afilados o con óxido. Además, las atracciones deben estar hechas de materiales resistentes. Y si hay alguna con averías, tiene que haber indicaciones. Por estas razones, una buena medida preventiva es acudir al parque solos, sin los niños, para cerciorarse de que todo está bien. Si es así, podremos volver con ellos. Si no, será necesario buscar otro lugar de esparcimiento infantil.
Tan importante como elegir un buen parque es hacer un buen uso del mismo. Por esta razón, además de verificar que todo esté en funcionamiento y en orden, es fundamental enseñar a los niños cómo deben comportarse en estas áreas de juego. Algunas ideas simples (pero valiosas) son las siguientes:
- Los juegos son seguros si se usan para el fin para el que se diseñaron. Los columpios son para hamacarse sentados, las barandillas de seguridad no son estructuras para trepar y en los toboganes hay que deslizarse con los pies hacia adelante.
- Cuanto más elevadas son las estructuras, menos amortiguación ofrece el suelo, sea del material que sea. Hay que prevenir a los pequeños sobre ello y explicarles que deben tener especial cuidado si quieren subirse a un juego muy alto.
- Si llevamos otros elementos (como una bicicleta, un cochecito o una bolsa con juguetes), es importante mantenerlos alejados de la zona donde juegan y corren los niños, ya que pueden tropezarse con ellos y hacerse daño.
- A propósito de correr: es un hábito muy saludable y beneficioso, siempre y cuando no se practique al lado de las atracciones. Hay que vigilar de cerca que no haya empujones, sobre todo, si están montados en un columpio.
- Los niños deben aprender desde pequeños a cuidarse y a cuidar a los demás. Si van a saltar o a correr, tienen que estar atentos a los demás. Y, aunque sean más rápidos que otros peques (para subir por las escaleras de un tobogán), han de respetar su turno y no presionar al niño que esté delante.
- Antes de ir al parque, es muy útil pactar reglas con los niños. Además de las anteriores, hay que tener en cuenta el clima. Si ha llovido y las atracciones (o el suelo) están mojados, es mejor no jugar en el parque, ya que aumentan los riesgos de resbalarse y caer. Si en cambio ha hecho mucho calor y los juegos están calientes al tacto, habrá que posponer la visita para evitar quemaduras.
- En cuanto a la ropa y los accesorios infantiles, se debe evitar el uso de prendas con cordones, cinturones o elementos que se puedan enganchar a los juegos. En el caso de las niñas, que a menudo usan bolsitos, collares y pulseras de fantasía, hay que acordar con ellas que esos elementos deben guardarse mientras juegan en el parque. Una vez que acaben, se los podrán volver a poner.