El cambio de estación empieza a ser evidente en el jardín y, aunque muchas plantas estivales florecen hasta bien entrado el otoño, las flores comienzan a marchitarse, las hojas caen y el césped inicia su descanso anual. No obstante, a pesar de que el ciclo de muchas plantas de temporada haya llegado a su fin, también hay ejemplares que florecen en otoño y surgen nuevas plantas con follajes muy decorativos y ornamentales. Esta estación también es idónea para recoger los restos de las especies caducas, desenterrar los bulbos de verano y adaptar la periodicidad de los riegos y del abonado, entre otras labores.
Cuidados otoñales
El otoño es una buena época para podar las ramas secas de árboles y arbustos. También se pueden eliminar las flores marchitas para facilitar el desarrollo de otras nuevas. Los restos de poda se pueden emplear para fabricar compost. En todo caso, no es recomendable que se queden sobre el césped porque pueden convertirse en un importante foco de plagas y enfermedades
En función de la climatología, será necesario proteger los ejemplares más delicados mediante acolchados o plásticos
Durante los meses otoñales, también hay que adaptar la periodicidad de los riegos a las condiciones meteorológicas propias de la época. Dado que la lluvia adquiere un mayor protagonismo, los riegos se deberán espaciar y adaptar a la nueva situación. El exceso de humedad obliga a comprobar el drenaje de las macetas que se localizan en el exterior de la vivienda.
En función de la climatología, será necesario proteger los ejemplares más delicados mediante acolchados o plásticos. Las plantas de maceta se pueden colocar en una zona resguardada, dentro de la vivienda o en un invernadero.
Hibernación de las plantas bulbosas
Los bulbos plantados en primavera (dalia, azucena, gladiolo, etc.) terminan su floración a principios del otoño. En esta época, el follaje se marchita o madura y entra en estado de latencia (hibernación). La mejor opción es desenterrar los bulbos y almacenarlos en un lugar fresco y seco, resguardado de la luz solar, para replantarlos cuando llegue el momento adecuado.
Solo se deben guardar los bulbos grandes, firmes y sanos. Si hay pocos, se pueden conservar en bolsas de papel colgadas de las paredes. En caso de que el número de ejemplares sea mayor, se pueden almacenar en recipientes con turba, perlita o arena.
Desde mediados del mes de octubre se plantan los bulbos de floración primaveral (tulipanes, jacintos, narcisos…).
Un césped verde y sano, también en otoño
Con los primeros fríos, el césped inicia su descanso anual, por lo que es necesario escarificarlo (oxigenar el suelo a través de orificios en la tierra) y abonarlo con un fertilizante de liberación lenta para que esté listo cuando llegue el invierno. Para prevenir la formación de hongos, se debe aplicar un fungicida después de segar.
El otoño también es una buena época para reparar las zonas dañadas por el uso y la acción de los hongos
El otoño también es una buena época para reparar las zonas dañadas por el uso y la acción de los hongos. Se pueden plantar tepes o resembrar. En este último caso, la mejor opción es utilizar césped ballico o «ray-grass», una especie de hoja ancha y lisa, de color verde intenso, que destaca por su rápida germinación e instalación, además de una alta resistencia a las pisadas. Aunque crece en todo tipo de suelos (tolera incluso los pesados), se desarrolla mejor en terrenos húmedos y fértiles. Resiste el crecimiento de malezas y soporta el sol si está bien regado.
Aunque el ciclo de muchas plantas de temporada ya ha concluido, esto no significa que el jardín tenga que quedarse sin flores, ya que las plantas que florecen en otoño e invierno pueden ocupar el hueco dejado por las plantas estivales.
El sedo, el brezo común, el crisantemo de otoño, el azafrán silvestre o el aster dumosus son un buen ejemplo de plantas que dan color, en todos los casos rosáceo, a los días otoñales.
No obstante, las plantas con flor no son las únicas que dan un toque especial al jardín. El otoño es la única estación del año que muestra el encanto de la decoloración paulatina de las hojas. Además, hay plantas de hojas ornamentales y decorativas como el coleo, la bergenia, el senecio o el arbusto de arpa, que llenan el jardín de tonos púrpura, anaranjados, rosados o azulados.