Los hongos constituyen el principal peligro para las plantas de interior. Oidio, negrilla, botrytis, podreduras y maclas foliares son algunos de los hongos y enfermedades más comunes en estas especies. A ellos, se unen los ataques de insectos y artrópodos, como las cochinillas, pulgones, mosca blanca, araña roja, orugas, nemátodos, mariposas y trips, así como la acción de bacterias (erwinia y xanthomas) y virus, que ocupan el tercer lugar en la escala de enemigos.
Para detectar si una planta es atacada por cualquiera de estas plagas, lo más adecuado es fijarse en el estado general del vegetal. Zonas amarillentas, decoloraciones, sequedades o picadas son una señal de alarma. «El aspecto externo de las plantas permite saber si necesita algún tipo de ayuda», afirma el presidente de la Asociación de Empresas de Control de Plagas de Cataluña (ADEPAP), Joan Solanes. Además, algunas de estas plagas se pueden observar a simple vista, como la mayoría de hongos e insectos, «siempre que no se trate de trips, con tamaños entre uno y dos milímetros, o enfermedades provocadas por bacterias o virus, imposibles de ver sin un microscopio «, reconoce Solanes.
Ataque de insectos
En general, los insectos que atacan a las plantas llegan a éstas de dos maneras: por el aire -a través de sus propios medios- o «transportados» por otros insectos. Los más habituales son las cochinillas, el pulgón y la mosca blanca. Estas mismas plagas pueden atacar también a las plantas de exterior, ya que los ataques dependen de las especies y otros factores del entorno como la luz, el agua o la humedad, que favorecen un tipo de plagas u otro.
Para combatir cualquier plaga es importante realizar un control preventivo. Algunos aspectos básicos para que la planta crezca sana y fuerte son: conocer su origen (pasaporte fitosanitario), sus necesidades de luz, calor, humedad, alimentación y espacio. “También es conveniente dejarse asesorar por un buen técnico en tratamientos fitosanitarios o un profesional en jardinería”, recomienda el presidente de ADEPAP.
Conocer el origen y necesidades de las plantas es básico para que crezcan sanas y fuertes
Las plagas se combaten con diferentes métodos de control. La tendencia se dirige hacia la denominada “lucha integrada” que busca, según Solanes, “minimizar el uso de plaguicidas clásicos, a favor de sistemas alternativos que impliquen el menor riesgo posible para las personas”.
En concreto, para determinar el mejor método es necesario realizar un diagnóstico correcto de la enfermedad de la planta. Una vez hecho, se pueden dar soluciones específicas a cada caso. Una alternativa es cortar las hojas dañadas y las partes marchitas, tanto por cuestiones estéticas como curativas. Las partes marchitas son necrosis que pueden atraer a algunas plagas o potenciar otras, debido al debilitamiento de la planta.
Precisamente, para evitar que los propios tratamientos debiliten a las plantas, se debe optar por plaguicidas registrados para uso fitosanitario. Por el contrario, hay que descartar determinadas prácticas de poda no controlada u otras técnicas cuyo fin es, únicamente, mejorar la estética de la planta. Respecto a los tratamientos preventivos, es necesario mantener un calendario de vigilancia y mantenimiento, pero “sólo cuando se detecta una enfermedad o riesgo de ella debe aplicarse una medicina o vacuna”, aconseja Solanes.