Los colores se dividen en colores básicos o primarios -rojo, amarillo y azul- y colores secundarios. Estos últimos resultan de la mezcla de los anteriores. A partir de unos y otros, se puede obtener una gama cromática tan extensa como la imaginación permita. Sin embargo, existen diversos factores que influyen a la hora de percibir los colores. La iluminación, por ejemplo, puede alterar la tonalidad hasta conseguir que un color parezca otro totalmente diferente según el grado de luz.
Cuando elegimos el color del que pintamos una estancia, es importante tener en cuenta estos factores. Generalmente, cada color se asocia a una sensación o estado de ánimo, por lo que hay que asegurarse de que las condiciones son óptimas para que esa sensación se genere. El contraste, el tamaño de la superficie que queremos pintar o la luminosidad ambiental son cuestiones que se deben tener en cuenta.
El color depende de la percepción visual, mientras que el tono se considera un «atributo de una sensación visual»
Los pintores, arquitectos y diseñadores emplean unos aparatos denominados colorímetros, que permiten medir los colores igual que si los percibiera un ojo humano. Su objetivo es crear un sistema estandarizado ya que, según determina el Comité del Color de la Sociedad Española de Óptica, el color depende de la percepción visual, mientras que el tono se considera un «atributo de una sensación visual». De acuerdo a esta sensación, una superficie se asemeja a un color u otro en función de quien la mire.
Colores tranquilos y colores alegres
Los colores pueden transmitir tranquilidad, energía, serenidad… Se transforman en multitud de sensaciones. Los tonos neutros como el gris están considerados «colores tranquilos», frente a los rojos o naranjas, que se describen como «colores alegres». Además, el blanco es la ausencia de color y el negro, al contrario, es la mezcla de todos los colores.
Los tonos cálidos tienden a dar sensación de amplitud, mientras que los fríos consiguen el efecto contrario
Se consideran colores cálidos el amarillo, el naranja, el rojo o el marrón. Todos ellos se relacionan con vitalidad, jovialidad y fuerza. Los dos primeros, además, pueden representar un ambiente más acogedor, frente al rojo que transmite mucha energía. Por su parte, los tonos fríos son el verde, el azul o el morado. Simbolizan calma, tranquilidad, serenidad o sosiego, por lo que son adecuados para dormitorios o lugares de trabajo.
Respecto al blanco, es muy empleado como aislante de calor y para ampliar visualmente una estancia, el mismo efecto que consiguen los tonos cálidos. No obstante, los colores pueden mezclarse entre sí para obtener diferentes matices. Según la proporción de color que se aplique a una mezcla, se consigue una tonalidad u otra.
Antes de decidirse por un color para pintar una superficie, se deben tener en cuenta las particularidades de cada tono, pero además Industrias Titan recomienda fijarse en:
- La altura del techo. Cuando el techo se pinta de un tono más claro que las paredes, se crea un efecto “elevador” -parece más alto-, mientras que si se pinta más oscuro se crea un efecto “acercamiento”.
- La amplitud de la habitación que se va a pintar. Los tonos claros, como los azules, los verdes o el blanco, dan sensación de mayor amplitud.
- La temperatura. Está comprobado que algunos colores, como el negro, absorben mejor los rayos de sol y elevan la temperatura de una habitación, por lo que cada estancia debe ser pintada de acuerdo a su orientación. Si es fría, se debe pintar con tonos cálidos. Si tiene tendencia a acumular calor, se debe pintar con tonos fríos.