Los préstamos fáciles y baratos han quedado para el recuerdo. La crisis económica ha modificado la política de concesión de créditos por parte de las entidades bancarias que, ante la falta de liquidez generalizada, deciden no prestar dinero o hacerlo sólo al mejor postor, y aplicando un elevado interés. Aunque los requisitos exigidos para conceder un préstamo permanecen invariables desde hace años, la resolución final es ahora muy diferente. Conseguir capital prestado se ha convertido en una empresa muy difícil para el consumidor, verdadero perjudicado, a quien resulta casi imposible encontrar financiación para cualquier actividad económica que prevea iniciar.
Fin de los préstamos fáciles y baratos
Ya sea para adquirir una vivienda, comprar un coche o para financiar cualquier tipo de gasto personal, los bancos y cajas piden a los solicitantes los mismos requisitos que hace un año, según señala María Rodríguez, analista de riesgos de una conocida entidad bancaria, pero “con los parámetros más ajustables”. Es decir, que la exigencia de que el cliente se ajuste a los parámetros que el banco establece para la concesión de un préstamo no admite ahora ningún atisbo de flexibilidad. En la misma línea se expresa Javier Villoria que, desde La Caixa, matiza que lo que ha cambiado es la resolución final de cada caso. “En estos momentos, muy diferente a la de tiempo atrás”.
Créditos personales
Aunque conseguir un préstamo bancario se haya convertido en una empresa particularmente complicada , estos se siguen solicitando. Los requisitos que se exigen y las condiciones imprescindibles que las entidades analizarán como segura garantía ante cada petición son los siguientes:
La condición imprescindible es disfrutar de una estabilidad laboral, de manera que el candidato deberá demostrar que no se ha producido un parón profesional en su vida laboral en los dos últimos años. El banco comprueba y se asegura de que hay una continuidad en el trabajo e incluso analiza la firmeza de la empresa contratante, para verificar una trayectoria intachable que despeje cualquier duda de solvencia y seriedad. En este sentido, los primeros perjudicados ante la nueva situación de la economía son, sin duda, los inmigrantes -como explica Rodríguez- a quienes “directa y drásticamente” se les ha “cortado el grifo” debido a su inestabilidad laboral. Sólo una contrastada aportación de fondos y una probada capacidad de ahorro podrían actuar como salvoconducto para que la entidad bancaria diera luz verde a la posibilidad de un crédito.
La capacidad de generar ingresos y una contrastada solvencia son vitales para tramitar la posible concesión de un préstamo bancario. La peculiar situación de cada persona, su trayectoria vital, es revisada con lupa. El banco ya espera que un joven de 25 años se enfrente a la compra de su primera vivienda sin ningún patrimonio, ni grandes ahorros que le amparen; pero ¿qué ocurre si una persona de 45 años plantea la compra de su primera vivienda sin ningún respaldo económico? En casos como éste, el banco se permite juzgar el “modus vivendi” del solicitante: su posible carácter despilfarrador, a qué se ha dedicado en su vida o qué ha causado que haya vivido tanto tiempo sin generar ahorros.
Para obtener un crédito el nivel de endeudamiento del solicitante no debe superar el 40% de sus ingresos
La sospecha de encontrarse ante un posible despilfarrador que no se ajusta a los parámetros exigidos puede ser un factor clave para la entidad financiera a la hora de no otorgarle su confianza. Ante un panorama poco esperanzador, el banco investigará el endeudamiento que el solicitante pueda tener, comprobando en primer lugar si el interesado acarrea préstamos con otras entidades bancarias. Algunas entidades concretan aún más: requieren las tres últimas nóminas del interesado y el IRPF de los últimos años.
Hay un factor relevante en la concesión de un crédito: el de la confianza generada por el cliente, como señala Javier Villoria, “cuanto más se conoce al cliente, más fácil es saber si va a devolver el dinero o no”, aunque reconoce que “no siempre ocurre así”. Tener en cuenta este parámetro justifica la facilidad para conceder préstamos a clientes de oficina que llevan operando con normalidad unos cuantos años, al considerar que demuestra un nivel de solvencia probado.
Se tiene muy en cuenta que el endeudamiento no sea alto; el coeficiente solicitado no debe ser mayor del 40% del total de los ingresos del trabajador.
En la actual coyuntura incluso se cuestiona y sopesa la finalidad de los préstamos solicitados, por considerar muchos innecesarios. Hasta hace unos meses era una práctica habitual solicitar créditos, por ejemplo, para celebrar una primera comunión, conseguir un coche nuevo, disfrutar las épocas de rebajas o abonar las cuotas que suponía un crucero por el Caribe. Ahora, según los expertos, aunque se siguen solicitando créditos para pagar las vacaciones, el consumo ha descendido drásticamente y el cliente decide aguantar con un vehículo de segunda mano, o con años y kilómetros encima.
Préstamos hipotecarios
Costes de notaría incluidos y hasta el valor de los muebles, además del cien por cien del valor de tasación. Esta manera de operar respecto a la concesión de hipotecas era moneda de uso corriente en bancos y cajas antes de que comenzara la crisis. En pocos meses, la situación ha cambiado radicalmente para los pocos que aún se atreven a comprar una casa y solicitar un crédito hipotecario. Ahora, la entidad no subvenciona más del 80% del valor de la vivienda, y el cliente debe hacer frente al 20% restante, cantidad a la que sumar el total de gastos generados por la compra del inmueble.
No hay excepciones, ni fórmulas mágicas Con respecto a las hipotecas, considerados los préstamos de mayor importe, ocurre lo mismo que con los créditos personales: los requisitos que se piden para conceder un préstamo hipotecario ( nóminas, IRPF y tasación del inmueble) suelen ser prácticamente los mismos exigidos desde antes de la crisis económica, con una salvedad importante: al haber menos dinero, se presta menos y mucho más caro. Y se le presta, sobre todo, al que más dinero o garantías de devolución tenga, por ejemplo, a un cliente respaldado por propiedades inmobiliarias.
Por qué bancos y cajas ya no prestan dinero
Las circunstancias económicas se han modificado en poco tiempo, obligando a los bancos y cajas a adoptar un comportamiento diferente al de hace unos meses, como explica Gonzalo Hernández, experto en economía. Hasta ahora, las entidades bancarias prestaban dinero “sin reparar en quién, cuánto ni cómo, confiando incluso en consumidores que, por su perfil, suponían un alto riesgo de impago”. El banco aceptaba un nivel de riesgo elevado porque la economía iba bien, el nivel de desempleo no alcanzaba cotas preocupantes, y la vivienda -garantía contra la que se concedían las hipotecas- en poco tiempo se revalorizaba por encima del préstamo concedido. Esta serie de circunstancias llevó a mucha gente “a endeudarse mucho, a vivir por encima de sus posibilidades”. El problema para el sistema financiero español (una de cuyas consecuencias es la falta de liquidez) se origina cuando los bancos compran a las entidades americanas productos financieros que estos no pueden abonar debido al elevado número de impagos que soportan tras la crisis en su economía (ya que las garantías, que eran las hipotecas, no se pagaban). Y sin liquidez, no se puede prestar dinero.
Se asumían riesgos porque la economía iba bien, el paro no alcanzaba cotas preocupantes, y la vivienda se revalorizaba
Coincide con este análisis Javier Villoria, quien apunta que la falta de liquidez generalizada perjudica directamente al consumidor, ya que antes los bancos y cajas “se pegaban” por ser los primeros en prestar el dinero, lo que suponía una ventaja para el cliente, que se permitía “apretar” más a los bancos y negociar un interés más bajo. Además, la escasez de liquidez, y una desconfianza generalizada extendida ante la posibilidad de que un Banco o Caja quiebre, imposibilita también que las entidades bancarias se presten dinero entre sí, lo que sitúa al Banco Central Europeo como única fuente de financiación.
Deuda subjetiva
Otro riesgo añadido para las entidades financieras, y un motivo más que obliga a mirar con lupa la concesión de un crédito, es que para aumentar el control en los casos de riesgo y endeudamiento, el Banco de España obliga a que cualquier préstamo concedido que suponga un endeudamiento mayor al 35% de la renta -al ser considerado de riesgo- se dote desde el principio, como deuda subjetiva. Este término indica que aún no puede hablarse de una deuda sin pagar ante un riesgo real de impago, sino que es subjetivo, ante la posibilidad hipotética de que el cliente no pueda pagar el crédito al soportar un endeudamiento mayor al aconsejado. Esta dotación obligada se traduce en una pérdida directa para la entidad financiera, ya que resta directamente en su cuenta de resultados, por lo que esta operación no compensa a un tipo de interés bajo.
Además, la concesión de préstamos (y, por ende, la financiación de cualquier empresa o proyecto) se ve afectada también por una directriz del Banco de España que -según informa el portal de Internet Cotizalia- insta a las entidades a paralizar los créditos y tratar de compensar así el desequilibrio actual entre activo (créditos) y pasivo (depósitos). El Banco de España recomienda a las entidades en este documento utilizar su liquidez para atender los vencimientos de deudas, y evitar de este modo cualquier riesgo posible de quiebra.