“Si apruebas te compro la bici; si suspendes te quedas sin campamento”. Los premios y castigos ante los resultados académicos de los estudiantes son comunes en muchas familias. Aunque los progenitores confíen en la eficacia de los incentivos y sanciones para que sus hijos obtengan buenas calificaciones, los expertos coinciden en que no se deben utilizar como principal estímulo hacia el estudio. Las recompensas y las penalizaciones materiales pueden aplicarse en ocasiones, pero nunca como chantaje, amenaza o coacción, sino como recurso pedagógico encaminado a reconocer los logros o corregir los errores.
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A lo largo del curso académico, un 44% de los escolares de nuestro país registra al menos un suspenso de media por evaluación y un 14,3% obtiene calificación negativa en más de tres asignaturas. Así lo confirman los resultados del estudio de la Fundación Antena 3 «En busca del éxito educativo: realidades y soluciones» (noviembre 2010). ¿Cómo reaccionan los padres ante esta situación de fracaso académico? Según este mismo informe, la mayoría de los progenitores tratan de animar al estudiante, se preocupan y buscan soluciones o se enfadan.
Pero además de adoptar estas actitudes, también es frecuente entre las familias españolas hacer uso de los incentivos o las sanciones ante los resultados académicos de los alumnos. Mientras que un 66,2% de los 1.000 niños de 8 a 16 años encuestados para el estudio manifiesta recibir algún premio o recompensa por sacar buenas notas, el 49,1% (55,4% en Secundaria) reconoce recibir un castigo en el caso de obtener malas calificaciones.
Objetivos de los premios y castigos
Un 66,2% de los estudiantes de 8 a 16 años manifiesta recibir algún premio o recompensa por sacar buenas notas
Los regalos materiales son el tipo de premio más frecuente para los estudiantes que obtienen buenas notas. Entre las sanciones, destacan la eliminación del acceso a Internet o a las consolas y la prohibición de salir con los amigos o ver la televisión. ¿Son efectivas estas medidas como estrategia para conseguir un buen rendimiento escolar? La mayoría de los especialistas en el ámbito de la educación manifiestan su disconformidad con ellas, como principal elemento de motivación para los estudiantes, puesto que pueden fomentar que el alumno se interese tan solo por los resultados, no por el valor del trabajo y el estudio para su desarrollo como persona.
Los especialistas del Grupo SI(e)TE Educación, constituido por siete catedráticos de pedagogía de diferentes universidades españolas, afirman que los premios y castigos son recursos pedagógicos y tienen valor educativo, «pero no garantizan una respuesta pedagógicamente adecuada y en muchos casos pueden deseducar». Según este grupo, tal como se usan los premios y castigos hoy en día, pueden generar dependencias. Lo idóneo, apuntan, es que el estudiante «busque el aprendizaje por el valor que tiene en sí, no por las consecuencias externas que puede comportar».
Lo idóneo es que el estudiante busque el aprendizaje por el valor que tiene, no por las consecuencias que puede comportar
De este modo, el objetivo del premio o recompensa por las notas debe estar orientado al «reconocimiento del estudiante por el esfuerzo realizado, como un refuerzo de la motivación hacia el aprendizaje», señalan los pedagogos de SI(e)TE. Por otra parte, el castigo tiene que enfocarse para que sirva «para fomentar el sentido de la responsabilidad en el alumno y que aprenda a aceptar las consecuencias de los actos inadecuados», matizan.
Elemento de motivación
El profesor Ramón Casals, autor de la obra ‘Prevenir el fracaso escolar desde casa’, indica que ante las sanciones o recompensas por los resultados de los estudios «se debe encontrar el equilibrio». El autor señala que el premio, en ocasiones, puede ser útil y servir de estímulo para que el estudiante logre pequeñas metas, «si le cuesta mucho una materia y se le ha instado a que haga un esfuerzo especial para superarla, se le puede plantear un pequeño premio si mejora en sus resultados», afirma, pero la promesa de premio «no debe ser la norma, sino la excepción», recalca Casals.
La clave está en no centrar la motivación al estudio solo en los exámenes y calificaciones
La clave está en no centrar solo en los exámenes y calificaciones la motivación para estudiar. «El estudiante que tiene claro que estudiar es su responsabilidad y que el principal beneficiado del estudio es él mismo, no necesita ni premios ni castigos», apunta Ramón Casals. Para estos alumnos, el mejor premio son sus resultados y la satisfacción de alcanzar una meta. Esto no impide que en un momento dado los padres reconozcan su trabajo y le den un premio, «pero no debe ser el elemento regulador ni el estímulo principal para que el niño estudie».