Frente a la enseñanza reglada, muchas familias optan por educar a sus hijos e hijas en casa, por motivos ideológicos, religiosos o pedagógicos. Esta realidad, habitual y regulada en Estados Unidos, empieza a extenderse poco a poco en las familias españolas. Países europeos como Dinamarca, Irlanda, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Portugal, Suiza, Reino Unido y Austria reconocen el derecho de los padres a la escolarización en casa. En España, Grecia y Holanda la ley no está del todo clara.
En nuestro país esta opción no está reglamentada y la escolarización es obligatoria. Por ello, quien opta por educar a los hijos en casa tiene que demostrar en las continuas inspecciones del Ministerio de Educación que les está procurando una adecuada formación.
Algunas familias han sido denunciadas por no escolarizar en centro educativo a sus hijos ante los departamentos de bienestar social. La mayoría de los jueces han desestimado los casos al comprobar que no existía desatención ni un abandono de sus obligaciones. Un uno de los recursos el Tribunal Supremo de Justicia resolvió que la educación en familia, según la leyes españolas, no es un delito.
Diversas causas llevan a los padres a decantarse por este tipo de educación. Por ejemplo, puede que al niño le cueste aprender y necesite una atención personalizada o, por el contrario, que asimile con gran facilidad todo y se aburra en clase. En muchos casos, la decisión tiene que ver con que los padres discrepan de la ideología y los valores que transmite la enseñanza. Algunos disienten también con el tipo de materias que se imparten y cómo se imparten; por ejemplo, puede que crean necesaria una mayor formación artística o que consideren que el examen no es un método de evaluación adecuado ni necesario. Existen muchas otras circunstancias concretas que llevan a educar en casa, pero la motivación predominante es de tipo pedagógico: preferir que los hijos se eduquen de manera activa, interactuando con el medio ambiente y siendo sus maestros aquellos que más los conocen y les quieren, es decir, sus progenitores.
Argumentos en contra
Dos son los principales argumentos que se esgrimen en contra de la educación en casa. El primero es que los padres no tienen la capacidad necesaria para formar a sus hijos. Los defensores de la educación en casa rebaten esta teoría razonando que si enseñan procesos complejos como andar o a hablar, con más razón podrán transmitir conocimientos. El segundo argumento es que los niños no aprenden a socializarse si no van al colegio. Sus seguidores, en cambio, creen que socializándose con adultos los niños adquieren madurez, y además recuerdan que existen otros espacios para relacionarse con otros niños: el parque, el barrio, la familia, etc.
El principal error que se comete al iniciarse en la educación en casa es imitar la dinámica de la escuela, ciñéndose a un horario, empleando libros de texto, etc. Esto es perjudicial porque al niño le alarma pensar que sus padres se han convertido en sus profesores. Lo recomendable es educar de manera natural, aprovechando todas las ocasiones que el día a día ofrece: por ejemplo, si hay un insecto en casa averiguar a qué especie pertenece, si algún miembro de la familia enferma, explicar en qué consiste la enfermedad y el funcionamiento de los órganos afectados, o si se ve a una mujer embarazada abordar todo lo referente a la reproducción y la sexualidad.
Constantes preguntas
Los propios niños brindan las oportunidades más propicias para explicarles algo mediante sus constantes preguntas, que hay que contestar siempre, ya que es cuando más receptivos están. Además hay que contestar de manera exhaustiva y recurriendo a herramientas para obtener datos. De hecho, una de las cualidades más positivas de la educación en casa es que no sólo se les informa, sino que se les enseña dónde buscar información. De esa manera, sabiendo aprovechar las posibilidades que ofrece Internet, los mapas, o las enciclopedias, los niños podrán aprender de una manera activa y autónoma. Asimismo, los adeptos a este sistema educativo afirman que los conocimientos adquiridos no se olvidan porque en vez de memorizarlos, como es habitual en la escuela, se comprenden en profundidad.