Aprendizaje y comprensión
Invisibles durante buena parte del curso académico, los exámenes se convierten en auténtica obsesión para los estudiantes durante los meses que van de febrero a junio. En nuestro país, casi dos millones de alumnos de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), 618.000 estudiantes de bachillerato y 1.300.000 universitarios pondrán a prueba los conocimientos que han adquirido en lo que va de curso. Nervios, ansiedad, incluso pánico y estrés son invitados indeseados estos días en las habitaciones juveniles de muchos hogares. El temor a suspender, a no contar con el tiempo necesario para preparar todo el temario o a “quedarse en blanco” en el momento crucial asalta y preocupa a numerosos estudiantes, y también, a sus progenitores. Una angustia que no es del todo negativa ya que, dicen los psicólogos, este hormigueo de nervios que ataca a los alumnos cuando preparan evaluaciones o exámenes potencia las facultades intelectuales y les ayuda a mejorar el rendimiento.
Las nuevas tecnologías ayudan y facilitan algunas tareas, pero no hay fórmulas que permitan superar los exámenes sin estudiar
El problema surge cuando esa leve tensión da paso a la ansiedad, y ésta termina por derrotar al estudiante. Se trata de evitarlo. Y se puede conseguir siguiendo los consejos de los educadores y psicólogos de CONSUMER EROSKI que, en la escuela on line ¿Aprender a aprender? recomiendan poner en práctica hábitos que ayudan a mejorar el estudio no sólo el día anterior al examen, sino durante los meses precedentes porque, según indican “es una cuestión de actitud”. Eso sí, actitud pero con método e hincando los codos, porque aunque las nuevas tecnologías ayudan y facilitan algunas tareas, como el acceso a la información, no hay fórmulas que permitan superar los exámenes sin estudiar, ni siquiera estudiando sólo un poco. Estudiar mucho y bien es el mejor método para que la falta de confianza se transforme en seguridad, que es el antídoto más eficaz para enfrentarse sin miedo a cualquier examen.
Primer paso: preparar la materia
Tiempo y planificación. Lo primero en lo que debe pensar todo estudiante cuando comienza el curso, o en los meses previos a la celebración del examen, es en organizar la materia y fijar plazos viables para enfrentarse a ella contando con un planning diario de estudio. Caer en el error de dejar todo el temario para estudiarlo los días anteriores o incluso para la víspera, acaba pasando factura. Por eso, el tiempo es el mejor compañero de estudios, ya que permite poner en práctica las técnicas de aprendizaje más adecuadas. Con ellas, los alumnos no sólo logran retener la materia aprendida más allá del día del examen, sino que son capaces de desarrollarla con sus propias palabras y de encontrar una lógica a lo que están estudiando. Es lo que se denomina aprender con método.
La primera regla de oro a interiorizar es comprender todo lo que se estudia
Comprensión. Más allá de la edad del estudiante o de la magnitud del examen, la primera regla de oro a interiorizar es comprender todo lo que se estudia. Además de que en general es poco útil, de poco sirve aprenderse todo de memoria sin entender apenas nada, porque el pánico se puede apoderar del estudiante en el momento en el que se olvide una palabra o una frase que le haga perder sentido a un contenido aprendido de memoria. La información se desordenará y el alumno se mostrará incapaz de contestar a la pregunta del examen o cometerá errores de bulto que delatarán su desconocimiento de la materia. Ésta es una de las razones esenciales por la que los estudiantes deben adquirir fórmulas de aprendizaje desde edades muy tempranas.
Aquí se exponen algunas de las fórmulas que hay que seguir para aprender comprendiendo:
Para hacernos una idea general de los contenidos, lo mejor es realizar una lectura rápida y atenta del tema o texto que hay que estudiar.
A continuación, una segunda lectura, más analítica y en la que se subrayarán las ideas y datos fundamentales.
Es el momento hacer un esquema que sirva de base para hacer un resumen del tema, y que será el que se estudiará en profundidad desarrollándolo de forma oral o por escrito. Así, se interioriza la información lógica y visual de la materia.
El esquema se asemeja a una fotografía de la estructura del tema con sus ideas principales y secundarias, mientras que el resumen es la herramienta que permite relacionar esas ideas. Además, al elaborarlo y estudiarlo se va uno acostumbrando a redactar los contenidos sin olvidar ningún dato importante.
Si esta tarea se hace a lo largo de la evaluación o del cuatrimestre, resultará más fácil y rápido asimilar y memorizar los contenidos.
No todo es estudiar
Además de estudiar a tope para preparar el examen, se debe prestar atención a un par de cosas que pueden contribuir decisivamente a lograr una buena calificación en el examen:
Asistir a clase y prestar atención a las explicaciones del profesor es más útil que preguntar después a los compañeros que han atendido. Con ello, el estudiante no sólo será capaz de crear unos apuntes de calidad sino que también podrá detectar los puntos en los que el docente enfatiza más, y que son los que más posibilidades tienen de aparecer en el examen.
Interesarse por las costumbres del profesor cuando programa un examen: su forma de calificación, lo que más valora y lo que más penaliza, si tiende a repetir preguntas de exámenes anteriores, si se decanta por un ejercicio en forma de test o por el tradicional, etc. Se puede preguntar a antiguos alumnos o, en su caso, al propio profesor.
La dieta ayuda
Una alimentación bien planteada y planificada ayuda a que el rendimiento académico del estudiante mejore
Una alimentación bien planteada y planificada ayuda a que el rendimiento académico del estudiante mejore. En época de exámenes se produce un gran desgaste físico y psíquico que puede reducir la concentración del estudiante. La masa cerebral representa entre un 2% y un 3% del peso corporal pero consume hasta un 20% de la energía que proporciona la ingesta de alimentos. Pero no por ello los estudiantes deben aumentar el número de calorías en su menú, sino cuidar que incluya los nutrientes necesarios. Las vitaminas del grupo B -que contienen sobre todo fruta, verduras y legumbres-, la vitamina E -que se halla en cereales y frutos secos-, y sales minerales como el potasio, magnesio y zinc, además de los oligoelementos -litio, silicio, selenio y cromo- deben incluirse en la dieta. Su toma está vinculada con la capacidad de concentración, la memoria, el rendimiento intelectual, e incluso, en algunos casos, el estado de ánimo. Si se desea tomar vitaminas adicionales conviene que estén recomendadas por un especialista y se debe recordar que sólo se obtendrán resultados después de periodos de tratamiento de al menos varias semanas, y no a corto plazo.
Para que la dieta del estudiante contribuya a que los resultados del examen sean mejores, hay que empezar el día con un desayuno completo, no con un café o un vaso de leche sin acompañamiento. Un desayuno apropiado para una jornada de estudio es el compuesto por una taza de leche acompañada de galletas o tostadas, un poco de embutido y un zumo natural. Si no se toma un desayuno completo pueden sobrevenir déficits de glucosa que perjudicarán el rendimiento académico del estudiante. Los nutricionistas de CONSUMER EROSKI aconsejan distribuir la dieta, en época de exámenes, en cinco tomas: desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena. En las comidas principales no faltarán legumbres, pescado, carne, huevos y vegetales verdes. A modo de tentempié conviene tomar derivados lácteos, fruta, cereales y frutos secos.
Se debe evitar el consumo excesivo de café o bebidas con cafeína, causan nerviosismo y dificultan el descanso
Pese a que es una costumbre muy arraigada, se debe evitar el consumo excesivo de café o bebidas con cafeína. Aunque ayudan a mantener despierto al estudiante, causan nerviosismo, dificultan el descanso y, además, no aumentan de modo relevante los niveles de concentración y la retención de datos. Pero no todo van a ser restricciones; algunos estudios han demostrado que pequeñas porciones diarias de chocolate constituyen un buen aporte energético y ayudan a reducir el nivel de estrés.
Estudiar: por el día y con descansos
Una vez que el trabajo de preparación ha terminado, es hora de ponerse manos a la obra. Para cumplir con el planning diario de aprendizaje el estudiante debe marcarse un ritmo de estudio suficiente y constante. Estudiar intensamente durante cinco o seis horas un día y no volver a tocar los libros hasta dentro de una semana no es buena estrategia. Un buen ritmo de trabajo se logra estudiando y, si es posible, a lo largo del día. Los expertos así lo aconsejan, ya que el estudiante está más despejado. No es conveniente estudiar por la noche. Por un lado, se rinde menos porque nuestro organismo está acostumbrado a descansar a esas horas. Por otro, al día siguiente el estudiante está agotado y necesitará dormir al menos durante parte del día, por lo que el hábito de estudio se frena y no resulta eficaz.
Conviene estudiar siempre a la misma hora; hay que evitar el desorden causado por el cambio continuo de horas de estudio
Cuando se organizan las sesiones de estudio, hay que tener en cuenta los descansos, siempre necesarios. Hay especialistas que recomiendan descansar cinco minutos por cada hora de estudio, mientras que otros proponen que estos miniperiodos de descanso se vayan acumulando a lo largo de la mañana o de la tarde y se disfrute de ellos en un pequeño paréntesis a mitad de sesión. Si la rutina de estudio empieza a las 8:30 de la mañana y termina a las 14:00 horas el recreo sería, en este caso, a las 11:30 de la mañana y duraría 30 minutos. Es, de todos modos, el propio estudiante quien debe establecer su propio método de estudio. Ahora bien, conviene estudiar siempre a la misma hora; se trata de evitar ese desorden causado por el cambio continuo de horas de estudio. Como de manera inconsciente se tenderá a retrasar la hora de ponerse delante de los libros, se terminará más tarde o no dará tiempo a asimilar toda la materia.
No se trata de permanecer horas y horas en la habitación de estudio o biblioteca, sino de ser eficiente y aprovecharlas al máximo. No sólo son recomendables las pequeñas pausas para despejar la cabeza y tomar nuevas fuerzas para las sesiones siguientes, sino que conviene reservar para después del tiempo de estudio un poco de fuerza anímica e incluso física, en su caso, para destinarla a una actividad agradable que ayude a “cargar las pilas”. Salir a dar un paseo, practicar deporte, o mantener una distendida conversación los amigos son opciones válidas.
Consejos para preparar los exámenes con método
No dejes todo para el último día. Elabora un planning diario de aprendizaje con plazos reales de tiempo en los que estudiar la materia. Te ayudará a organizarte y adquirir un buen método de estudio.
Antes de lanzarte a retener la información sin más, es aconsejable realizar un trabajo preparatorio. Haz una primera lectura general, y una segunda subrayando las ideas principales para elaborar un esquema. Una vez que dispongas de esta fotografía visual del tema, plásmalo en un resumen. Así, el grado de comprensión será mayor.
Intenta estudiar por el día, la noche es para el descanso. Está demostrado que se obtienen mejores resultados, pues a esas horas la mente está más despejada y más receptiva a los nuevos conocimientos.
No es cuestión de pasar numerosas horas frente a los apuntes, sino de aprovechar y rendir al máximo el tiempo que dure el estudio. Por eso no hay que descuidar el descanso. Lo más razonable es interrumpir el estudio cinco minutos por cada hora estudiada.
Cuida la alimentación, de ella depende el estado de concentración. No te dejes engañar por suplementos de vitaminas milagrosos. Y recuerda que todas las vitaminas y nutrientes necesarios para que el organismo funcione están incluidos en una dieta completa.
De nada sirve pasar la noche antes de la prueba en vela repasando el temario. Todos los expertos coinciden en que la mejor idea es dejar de estudiar a primera hora de la noche y realizar una actividad relajante: darse un baño, ver una película…