El Ártico atraviesa por un momento crítico. Su superficie helada ha alcanzado el mínimo histórico desde que comenzaran las mediciones de satélite hace casi 30 años. Actualmente hay 4,28 millones de kilómetros cuadrados, un 23% menos que el anterior mínimo alcanzado en 2005 y un 39% inferior que la media anual entre 1979 y 2000.
Walt Meier, miembro del National Snow and Ice Data Center de Estados Unidos, organismo responsable de las mediciones, advierte de que se trata de «una marca dramática, pues no es que se haya batido el récord sino que se ha pulverizado». «La capa de hielo ha entrado en caída libre», alerta.
Según científicos de la Universidad de Queen, en Ontario (Canadá), durante el pasado mes de julio se llegaron a registrar temperaturas de hasta 22 grados centígrados en una zona, la isla Melville, cuya temperatura media en esa época es de cinco grados.
La reciente noticia de que el bloque de hielo de 66 kilómetros cuadrados -que en 2005 se desprendió de la plataforma helada de Ayles- se ha partido en dos y que una de las mitades se dirige directamente hacia las instalaciones de gas y petróleo de Alaska, es sólo un ejemplo de los estragos del cambio climático.
Pero además de eso, los científicos identifican tres factores que han contribuido a estos bajos niveles de hielo marino. El hielo durante el invierno fue menos espeso de lo habitual; las temperaturas fueron particularmente altas durante el verano porque las corrientes llevaron al norte masas de aire caliente, y, por último, los cielos en esa zona del globo estuvieron muy despejados entre 43 y 55 días entre el 1 de junio y el 23 de julio, justo cuando el sol se sitúa encima del Ártico.