Un estudio de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) ha constatado la presencia de especies invasoras en los límites del Parque Nacional de Doñana. Una de éstas es el Trichocorixa verticalis, un insecto acuático cuyo hábitat natural se encuentra en Norteamérica, aunque está presente en varios cuerpos de agua de este espacio protegido «hasta el punto de haber desplazado a especies semejantes autóctonas», explica el centro universitario.
Según Héctor Rodríguez Pérez, director de este trabajo, en el que también han participado investigadores de la Estación Biológica de Doñana-CSIC y la Universidad de Sevilla, es «un ejemplo más que pone en evidencia la amenaza para la diversidad que suponen las invasiones biológicas».
La UCM incide en la importancia de no olvidar que la pérdida de la diversidad biológica no afecta sólo a «especies emblemáticas» como el oso o el lince ibérico. Además, explica Rodríguez, la desaparición de algunas «especies menores» puede tener un gran calado en el funcionamiento del ecosistema. Especies como el cangrejo rojo americano se han convertido en nodos fundamentales en la red de interacciones biológicas entre los distintos organismos. Este tipo de cangrejo es presa de muchos depredadores de Doñana y es posible que haya favorecido el incremento de las poblaciones de estas especies. «Se cree que ha contribuido a la pérdida de algunos gasterópodos y a la disminución de praderas de plantas acuáticas en algunas áreas», señala Rodríguez.
La relevancia de la existencia de especies invasivas en Doñana viene dada no sólo por la necesidad de conservación de uno de los humedales más importantes de España sino porque su aparición en lugares protegidos y vigilados puede dar una idea de la situación que se puede vivir en otras zonas con un menor control.
En la actualidad, Doñana es uno de los lugares en los que mejor se conoce el proceso de invasión de especies exóticas, indica la UCM. Sin embargo, algunas de ellas son poco visibles, por lo que la investigación de manera continuada es fundamental para conocer la evolución de la especie en la zona y permitir a los gestores del Parque abordar las amenazas con la mayor cantidad de información posible. Aunque, según explica Rodríguez, «es muy difícil, por no decir imposible, erradicar estas especies invasivas de una forma inocua para el ecosistema que las alberga. Esta dificultad es aún mayor para los invertebrados».