Investigadores hispano-argentinos han logrado capturar una veintena de cóndores e instalar en 10 de ellos transmisores GPS para monitorizar a lo largo de todo el día su posición y sus hábitos de vuelos. Este proyecto de la Fundación BBVA, puesto en marcha a finales del año pasado y que concluirá en 2012, analiza el comportamiento del cóndor andino («Vultur gryphus»), una «especie de emblema» de la cordillera de los Andes y una de las mayores aves voladoras del mundo, con un peso de hasta 15 kilogramos.
Esta especie está «muy amenazada», ya que a pesar de ser carroñera, se la considera erróneamente cazadora, explican los investigadores. Esto la convierte en blanco de ataques con cebos tóxicos y municiones de plomo que diezman sus poblaciones y, por ello, en países como Venezuela podrían quedar apenas una decena, menos de un centenar en Colombia y unos 50 en Ecuador. A partir de ahora, los científicos determinarán cuáles son los contaminantes más perniciosos, el grado de diversidad genética de los cóndores argentinos o cuál es el tamaño mínimo de una población estable. También abordarán aspectos sociológicos: cómo, por qué y dónde se mata a los cóndores.
Para las capturas se han usado cebos -ovejas muertas-, redes y trampas jaula. Dirigen la tarea técnicos de la Estación Biológica de Doñana y del Laboratorio Ecotono de la Universidad Nacional del Comahue, en Argentina. Los cóndores anidan en cuevas o repisas en acantilados en general inaccesibles, así que hay que esperar a que bajen. «Lo más efectivo fueron las redes cañón: las aves bajan a comer y se les dispara una red por encima. Pero la espera en el campo puede ser muy larga. Nos ha llevado tres semanas capturar 23 cóndores», asegura el director de la Estación Biológica de Doñana, dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Fernando Hiraldo.
Los autores también han evaluado el estado general de salud de las aves capturadas y han tomado muestras para análisis de sangre y genéticos, entre otros. También han instalado transmisores a seis hembras y cuatro machos adultos. Los transmisores han proporcionado ya algunas sorpresas a los investigadores. «Tenemos cóndores que han volado en pocos días más de 100 kilómetros. Algunos han cruzado la cordillera y han pasado a Chile. Significa que el rango de movimientos es muy amplio y que la gestión de esta especie debe ser transnacional», dice Hiraldo.