La revolución verde consistió en la aplicación, a mediados del siglo XX, de un conjunto de tecnologías, como las variedades de alto rendimiento (VAR) mejoradas de dos cereales básicos (arroz y trigo), el abastecimiento controlado de agua y la mejora del aprovechamiento de la humedad, los fertilizantes y plaguicidas, y las técnicas de gestión. Sin embargo, los aspectos negativos en el medio ambiente no tardaron en aparecer.
Gracias a la aplicación de estas mejoras durante las décadas de los 50, 60 y 70, muchos países de Asia, África o América Latina dejaron de ser deficitarios en la producción de alimentos. Por ejemplo, la India, un país asolado por hambrunas periódicas, pasó a producir suficiente cereal para toda su población; o Indonesia, que tenía que importar grandes cantidades de arroz, se convirtió en país exportador. Por su parte, los consumidores han sido los grandes beneficiarios de esta revolución. Los precios de los alimentos han disminuido constantemente durante los últimos 30 años, y se ha conseguido un mayor acceso a los productos alimenticios agrícolas básicos.
La revolución verde presenta las mismas ventajas e inconvenientes de muchos de los avances tecnológicos que han cambiado la sociedadSin embargo, esta agricultura moderna ha multiplicado los impactos negativos sobre el medio ambiente, como la destrucción y salinización del suelo, la contaminación por plaguicidas y fertilizantes, la aparición de nuevas plagas, la deforestación o la pérdida de biodiversidad genética. Asimismo, la gran cantidad de combustibles fósiles que hay que emplear para mover la maquinaria agrícola, para construir presas, canales y sistemas de irrigación, para fabricar fertilizantes y pesticidas, o para transportar los productos por todo el mundo, constituye un gran problema de contaminación ambiental. No obstante, los diversos estudios que se han realizado sobre estas tecnologías no se ponen de acuerdo sobre su impacto real. Como indica la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la revolución verde presenta las mismas ventajas e inconvenientes de muchos de los avances tecnológicos que han cambiado la sociedad.
Asimismo, algunos autores hablan de diversas revoluciones verdes. La primera, en la que se comenzaron a «domesticar» las plantas mediante las mejoras tecnológicas, se produjo a finales del siglo XVIII, mientras que en la actualidad ya estaríamos en una tercera revolución, gracias a la aplicación de procesos de tecnología genética y la elaboración de variedades a medida. Se habla incluso de una cuarta revolución verde, que consistiría en la combinación de la metodología y el espíritu de la segunda con la tecnología de la tercera, eliminando el uso excesivo de agroquímicos y daño ambiental y restringiendo los caracteres elegidos y especies manipuladas. Por su parte, un informe de Greenpeace y la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM), asegura que la verdadera revolución verde sería la práctica generalizada de la agricultura ecológica en los países pobres.
En cualquier caso, según la FAO, es necesario dar un nuevo impulso a la revolución verde con el fin de atender las necesidades legítimas de las personas expuestas a la inseguridad alimenticia. Para ello, resulta imprescindible la ayuda a los agricultores de los países en desarrollo y el aumento de las inversiones en investigación agraria, de manera que se aumenten los rendimientos de los cultivos y se impidan las consecuencias negativas de las plagas.
La actividad agrícola debe buscar un equilibrio entre la necesaria producción de alimentos para nutrir a una población creciente, y el respeto del medio ambiente. De esta forma se evitará la destrucción de la naturaleza, lo cual repercute además en la capacidad de extraer alimentos. Por ello, el cuidado del medio ambiente requerirá el abandono de la conversión en gran escala de hábitat naturales frágiles en tierras de cultivo. En este sentido, aunque todavía podrían quedar grandes superficies que dedicar a la agricultura en África y América Latina, los elevados costos para la población autóctona que vive en los bosques, así como para la pérdida de diversidad biológica y de vegetación forestal y de sabana, han disuadido a muchos gobiernos de aplicar dicha estrategia.
La revolución verde deberá realizarse de acuerdo con los principios del desarrollo sostenible, de manera que se garantice el abastecimiento y la seguridad alimenticia para las generaciones presentes y futuras. La llamada agricultura sostenible o alternativa se basa en la utilización de procesos biológicos beneficiosos y productos químicos no dañinos para el ambiente, en el cuidado del suelo para evitar su erosión y en desarrollo de plantas resistentes para evitar el uso de pesticidas.