La naturaleza tiene una cierta capacidad de limpieza de los elementos contaminantes. Microorganismos como levaduras, hongos o bacterias degradan una gran cantidad de sustancias tóxicas, reduciendo su carácter nocivo o incluso volviéndolas inocuas para el medio ambiente y la salud humana. La biorremediación consiste en acelerar este proceso natural para mitigar la contaminación ambiental.
Las técnicas de biorremediación utilizadas en la actualidad son diversas:
- Intrínseca: El propio medio ambiente resuelve el problema si se dan las condiciones óptimas, aunque se controla el proceso por si se produjesen compuestos tóxicos secundarios.
La adición de nutrientes es la opción más económica y la que ofrece más posibilidades de éxito hoy día
In-situ: Se acelera el proceso en el mismo medio modificando las condiciones ambientales (pH, nutrientes, humedad, temperatura, oxígeno, etc.), añadiendo nutrientes para multiplicar los organismos del lugar, o inoculando organismos más eficaces para el vertido concreto. La adición de nutrientes es la opción más económica y la que ofrece más posibilidades de éxito hoy día.- Ex-situ: El contaminante se extrae y se degrada en otro sitio en condiciones controladas de laboratorio. No obstante, se trata de un proceso más caro y que no puede realizarse en la mayoría de las ocasiones.
Las ventajas de este sistema están llevando a que sea cada vez más utilizado y que se invierta más en su desarrollo. En definitiva, si se utiliza correctamente, no produce efectos adversos significativos, puesto que apenas genera cambios físicos en el medio, y es más barato que otras técnicas anticontaminación, especialmente cuando se trata de eliminar residuos de difícil acceso, como por ejemplo los derrames de gasolina, que pueden acabar contaminando el agua subterránea.
No obstante, la biorremediación también presenta algunos inconvenientes. Si bien resulta eficaz para ciertos vertidos, como el petróleo o incluso el uranio, no puede hacer nada contra muchos tipos de vertidos: Metales pesados como el cadmio o el plomo no son absorbidos o lo son muy dificultosamente; el mercurio es bioacumulado, lo que supone un grave riesgo para la cadena alimenticia; los pesticidas artificiales llevan moléculas que no son reconocidas como nutriente por los microorganismos. Por ello, algunos expertos recomiendan el desarrollo de productos químicos biodegradables, algo que podría estar más cerca si entra en vigor, en 2008, el sistema REACH.
Asimismo, estos sistemas necesitan bastante tiempo para que actúen, y se requiere conocer al detalle las características del vertido así como las condiciones ambientales, lo que puede suponer que un proceso que funciona en laboratorio falle en la naturaleza. En este sentido, algunos científicos proponen un planteamiento que combine el campo de la ingeniería con el de la ecología, asumiendo la complejidad del medio ambiente. Además de hongos o bacterias, la utilización de plantas («fitorremediación») se presenta también como un campo prometedor.
Por su parte, los expertos en ingeniería genética creen que la utilización de organismos modificados genéticamente traerá un mayor desarrollo de la biorremediación. Los ejemplos son muy variados: La introducción de un gen en el organismo específico para el vertido; el desarrollo de cepas biosensoras luminiscentes, que permitirían monitorizar el proceso de degradación; o la creación de plantas transgénicas para limpiar suelos contaminados. Sin embargo, sus detractores advierten de sus posibles efectos secundarios sobre el medio ambiente, por lo que deben hacer frente a importantes restricciones legales, y recuerdan que en la mayoría de los casos los organismos naturales pueden servir igualmente.
En cualquier caso, aunque la biorremediación puede ser muy efectiva para procesos de descontaminación, no hay que olvidar que se trata de una técnica paliativa, por lo que hay que apostar por una política preventiva que minimice los riesgos de contaminación.
Los científicos llevan años desarrollando diversos sistemas de biorremediación, especialmente para combatir los efectos de las mareas negras, donde se han mostrado más eficaces. En definitiva, el petróleo es una fuente de carbono, un nutriente para las bacterias. En 1978, tras el vertido del petrolero Amoco Cádiz en las costas francesas, la empresa Elf Aquitaine desarrolló un producto, el Inipo EAP 22, compuesto de urea, laurilfosfato y ácido oleico. Estas sustancias reforzaron las poblaciones de microorganismos degradadores de hidrocarburos, que contribuyeron a la limpieza del vertido. El éxito de este producto llevó, en 1989, a utilizarlo nuevamente para la limpieza de otra marea negra famosa: la del buque Exon Valdez, frente a las costas de Alaska.
Más recientemente, las labores de descontaminación del Prestige también han contado con este sistema, dado que buena parte del hidrocarburo aún queda en los tanques, a una profundidad de 3.800 metros. Expertos de las universidades de Granada y Texas, del Instituto de Oceanografía de Marsella y de Repsol YPF ideaban un producto biorremediador, denominado NPK, y compuesto por una mezcla de nitrógeno, potasio y fósforo, con cantidades menores de hierro y sulfatos.