La Antártida, palabra de origen griego que significa «opuesto al Ártico», es un continente lleno de enormes contrastes. Su extensión, alrededor de 14 millones de km2, circunda en forma de anillo al Polo Sur, aunque en invierno alcanza los 30 millones de km2, debido al congelamiento del mar adyacente. El espesor promedio del hielo que cubre este continente es de 2.500 metros y alberga alrededor del 80% del agua dulce del planeta. Su temperatura media es de -17º, debido a su ubicación en la zona polar, a su gran altura media, de 2.000 metros sobre el nivel del mar, y a la poca radiación solar que recibe y logra mantener. En verano se puede disfrutar de la luz las 24 horas al día, mientras que los inviernos son casi de total oscuridad, debido a la inclinación del eje de rotación de la tierra con respecto al plano de la órbita de la Tierra alrededor del Sol.
Estas condiciones extremas provocan que la Antártida no tenga vegetación, salvo formas muy simples de algas, musgos y líquenes, y la fauna es muy escasa, aunque focas, aves y diversos tipos de pingüinos abundan en el océano que lo rodea. Asimismo, entre las especies que viven en el Océano Antártico, destaca el krill, un pequeño crustáceo de 3 centímetros de largo, fuente alimenticia de casi todas las demás especies y base de la cadena ecológica antártica. En el siglo XVIII y XIX los cazadores de focas y ballenas ya se acercaban a las costas de la península Antártica, pero estaban el tiempo justo para huir del inicio del invierno polar. Por su parte, el noruego Amundsen se convertía en el primer ser humano, el 14 de diciembre de 1911, en llegar al extremo más austral de la Tierra, adelantándose en dos meses a la expedición británica del capitán Scott.
La importancia de investigar en la Antártica tiene numerosas vertientes.
La importancia de investigar en la Antártica tiene numerosas vertientesLa fauna y flora que habitan en aquellas tierras, pingüinos, focas, ballenas, krill, algas y líquenes fundamentalmente, no son bien conocidos aún por la ciencia. El adelgazamiento, que no agujero, de la capa de ozono de la Antártida, se descubrió durante los años 80. En años sucesivos, las mediciones han detectado que los niveles de ozono sobre la Antártida han descendido a niveles más bajos de lo normal entre agosto y finales de noviembre, llegando en algunas ocasiones a afectar al extremo del Sur de América, Australia o Nueva Zelanda. La disminución de aerosoles como el CFC, así como del resto de gases que afectan al ozono, son de vital importancia para evitar que siga debilitándose. Asimismo, los científicos también han constatado en la Antártida las consecuencias del cambio climático. La temperatura del mar allí ha experimentado un ascenso de un grado en los últimos 15 años, lo que pone en riesgo a miles de especies que habitan el continente helado. Además, con este calentamiento, el hielo derretido parece estar haciendo mella en grandes glaciares y barreras de hielo de enorme tamaño.
Por otra parte, la Antártida está ofreciendo a los científicos numerosas sorpresas. Los denominados extremófilos, organismos que sobreviven en hábitats extremos, como el frío polar de la Antártida, pueden resultar muy útiles para el desarrollo de fármacos, por ejemplo. Asimismo, la especial geología antártica puede arrojar luz sobre la formación de la Tierra, y las burbujas de aire congelado atrapadas en el hielo hace miles de años ofrecen datos sobre los cambios del clima. En este sentido, la evolución del clima antártico, del cual depende el clima del planeta, es fundamental para los seres humanos. Las corrientes marinas, los vientos, la reflexión de la luz solar, la formación de témpanos o la espesura de la capa de hielo influyen directamente en la agricultura mundial. Por ello, los científicos están tratando de llamar la atención sobre las instancias gubernamentales para poder proteger a la Antártida convenientemente. Por ejemplo, el Consejo Internacional de la Ciencia (ICSU), una organización no gubernamental que engloba instituciones científicas nacionales y organizaciones internacionales, anunciaba recientemente la celebración del Año Polar Internacional 2007-2008, un ambicioso programa global de investigación en el que podrían participar más de mil científicos de todo el mundo.
El Tratado Antártico, en vigencia desde el 23 de junio de 1961, establece que el área antártica sólo debe usarse con fines pacíficos,
El área antártica sólo debe usarse con fines pacíficosfavoreciéndose la libertad de investigación científica y la cooperación internacional. Además, existen unas 170 recomendaciones adoptadas por los estados firmantes, como el Protocolo sobre Protección Ambiental, en vigencia desde el 14 de enero de 1998, que procura proteger el medio ambiente antártico mediante cinco anexos específicos. A pesar de este acuerdo pacífico internacional, siete de los estados miembros consultivos del Tratado mantienen reclamaciones sobre importantes sectores del territorio.
La “población” de este continente lo constituyen un millar de científicos y militares -los cuales sólo pueden acudir en tareas científicas y de mantenimiento- que pueblan las cerca de 100 estaciones científicas de unos 20 países, cifra que crece hasta las 10.000 personas en verano. En los últimos años, a esta población eminentemente científica se le ha unido un número ascendente de turistas que visitan este continente a bordo de buques de pasajeros. Por su parte, España posee en la Antártida dos estaciones científicas, la Juan Carlos I y la Gabriel de Castilla, y dos navíos científicos españoles, el Hespérides y el Las Palmas, financiados por el Plan Nacional de I+D+i , que visitan constantemente ese territorio y sus mares en campañas de estudio.