Los puntos calientes de biodiversidad o “hotspots” son zonas del planeta con una cantidad elevada de especies endémicas, únicas de ese lugar, y con un hábitat en proceso de destrucción. Los expertos señalan el aumento de estas zonas sensibles y el empeoramiento de su estado en los últimos años. Por ello subrayan que su conservación es prioritaria para evitar un daño irreparable a la biodiversidad mundial. Precisamente, España se encuentra en uno de estos puntos calientes, la cuenca del Mediterráneo.
Por qué hay que conservar los puntos calientes
Myers y su equipo definían una lista de 25 puntos calientes en todo el mundo. Estas áreas, con tan sólo el 1,4% de la superficie terrestre, eran el último hogar del 44% de las especies de flora vascular y del 35% de vertebrados conocidos (mamíferos, aves, anfibios y reptiles). La mayor parte de estas zonas se encontraban en los bosques tropicales (15 puntos) y en áreas de clima mediterráneo (5 puntos). Y a pesar de ser especialmente sensibles, sólo el 38% de su superficie se ubicaba dentro de algún tipo de zona protegida o reserva natural.
El 86% del hábitat de estos 34 puntos calientes ha sido ya destruido
Los últimos análisis, según la organización Conservación Internacional (CI), señalan además que el 86% del hábitat de estos 34 puntos calientes ha sido ya destruido. En cuanto a la biodiversidad que albergan, se calcula que al menos 150.000 especies de plantas (el 50% del total mundial) y 22.022 vertebrados terrestres (el 77%) viven en dichos puntos. Estos datos son especialmente llamativos cuando se tiene en cuenta que los puntos calientes representan en la actualidad tan sólo el 2,3% de la superficie total del planeta.
Puntos calientes en el Mediterráneo
La cuenca del Mediterráneo, en la que se encuentra España, es uno de principales puntos calientes de biodiversidad del mundo. Los responsables de la organización Conservación Internacional (CI) recuerdan los problemas medioambientales que sufre esta zona y la gran cantidad de riqueza que alberga: 22.500 especies de plantas vasculares (11.700 endémicas), lo que supone más de cuatro veces el número de estas especies que en el resto de Europa; 226 especies de mamíferos (25 endémicas); 489 de aves (25 endémicas); 230 de reptiles (77 endémicas); 79 de anfibios (27 endémicas); y 216 de peces de agua dulce (63 endémicas). Asimismo, especies endémicas como la foca monje del Mediterráneo, el macaco de barbería o el lince ibérico se encuentran en grave peligro.
En el caso concreto de España, los expertos reclaman una especial atención, teniendo en cuenta que es una de las zonas con mayor biodiversidad de Europa. Por ejemplo, un estudio de varios investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid y del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) indicaba el año pasado que la declaración de parques nacionales y naturales en la Península Ibérica no es adecuada para proteger a toda la biodiversidad en su conjunto.
La declaración de parques nacionales y naturales en la Península Ibérica no es adecuada para proteger a toda la biodiversidad en su conjunto
Además de las zonas terrestres, los expertos recuerdan la importancia de conservar la biodiversidad marina, más si cabe cuando se trata de hábitats que apenas cuentan con medidas especiales de conservación. Por ejemplo, la organización Oceana y la Fundación Biodiversidad han identificado recientemente las 25 zonas con mayor riqueza marina del Mediterráneo y del Atlántico Sur de España, y han señalado que a finales de año harán lo propio en el Cantábrico y en Canarias.
Cómo proteger los puntos calientes de biodiversidad
Los expertos señalan diversas medidas necesarias para conservar estos puntos sensibles de biodiversidad. Su incorporación a los diferentes sistemas de protección natural debería ser una de las principales acciones que habría que emprender. Por ejemplo, el establecimiento de reservas de la biosfera, que contribuyen a un uso sostenible de la tierra y sus recursos dentro de sus fronteras, ha resultado una herramienta eficaz. Asimismo, lograr un equilibrio entre la conservación natural y el desarrollo humano permite una manera sostenible de garantizar el presente y el futuro de estos entornos.
Los esfuerzos de conservación también se deberían centrar en la identificación de las amenazas concretas de cada zona, de manera que se puedan plantear acciones a medida. Por ejemplo, en el caso de la cuenca mediterránea, las medidas contra el impacto urbanístico y agrícola generado en los últimos años en las zonas costeras y naturales deberían ser prioritarias.
La incorporación de los puntos calientes a los diferentes sistemas de protección natural debería ser prioritaria
En cualquier caso, los expertos destacan que la conservación de estas zonas de alta densidad endémica debe contar con la participación no sólo de las instituciones o las ONG ambientalistas, sino también de las empresas y los consumidores.