El término «smog», un anglicismo resultado de las palabras smoke (humo) y fog (niebla), comenzó a utilizarse a principios del siglo XX en Inglaterra para denominar a una espesa niebla cargada de sustancias tóxicas como hollín y azufre, consecuencia de la contaminación atmosférica provocada por la combustión del carbón.
En la actualidad, los países desarrollados han desarrollado sistemas de control y de depuración de los combustibles que generan esta neblina tóxica, conocida como smog gris o industrial, por lo que su incidencia es menor. Sin embargo, en países en vías de industrialización como China o algunos países de Europa del Este, donde el carbón es una importante fuente de energía, todavía es un grave problema en algunas ciudades.
El «smog fotoquímico» es un fenómeno común hoy día en prácticamente todas las ciudades del mundoPor su parte, el denominado «smog fotoquímico» es un fenómeno común hoy día en prácticamente todas las ciudades del mundo. Los óxidos de nitrógeno y compuestos orgánicos volátiles (COVs) reaccionan en presencia de la luz solar produciendo una mezcla nociva de aerosoles y gases (ozono troposférico, formaldehído, cetonas, etc.). Los causantes de la emisión de estas sustancias son principalmente el tráfico, que genera entre el 50 y el 70% de la contaminación de las grandes ciudades europeas, y en menor medida las centrales eléctricas.
Este tipo de smog se describió por primera vez en Los Ángeles en los años 40, y se agrava especialmente en grandes ciudades con mucho tráfico, soleadas, y con poco movimiento de aire. También es especialmente significativo en ciudades con costa o cercanas a ella, como Los Ángeles o Tokio, y en grandes urbes situadas en amplios valles, como la ciudad de México. El verano es la peor estación para este tipo de polución – se le llama smog de verano- y algunos fenómenos climatológicos, como las inversiones térmicas, pueden agravarlo en determinadas épocas al dificultar la renovación del aire. En Europa, el smog fotoquímico afecta especialmente a la región mediterránea. En este sentido, algunos expertos afirman que el ozono es, en la actualidad, uno de los contaminantes atmosféricos más importantes en España.
Asimismo, el denominado «smog de invierno» o «smog ácido» se puede formar cuando las temperaturas son bajas y las concentraciones de dióxido de azufre aumentan por las emisiones de las calefacciones centrales de las casas. En invierno, la temperatura del suelo es a veces inferior que la de las capas altas de la atmósfera, haciendo que el aire permanezca cerca del suelo, y con ello los elementos contaminantes.
El smog causa numerosos problemas en el medio ambiente: Se han observado daños sobre masas forestales y agrícolas, así como en diversas especies animales, causando pérdidas económicas. Asimismo, la salud de los ciudadanos también se ve resentida: Provoca el empeoramiento de los problemas respiratorios y de corazón y el aumento de los casos de bronquitis, asma, enfisema pulmonar o cáncer bronco-pulmonar, afectando especialmente a niños y ancianos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación urbana causa la muerte de unas 80.000 personas al año.
El control del smog se puede lograr tomando una serie de medidas, como la disminución de los desplazamientos en vehículo privado, el uso de catalizadores, la generalización de las energías limpias, la instalación de sistemas de depuración de sustancias tóxicas o la sustitución de componentes que utilizan COVs. Asimismo, el seguimiento de los niveles de emisiones contaminantes en la atmósfera y el respeto de la normativa en materia de calidad de aire, que en los países de la UE se estableció con la Directiva 96/62/EC, constituye también una manera de mejorar el medio ambiente.
El peor incidente de la historia debido al smog se produjo en Londres, en 1952, cuando la concentración de contaminantes aumentó debido al estancamiento de la bruma. Durante cuatro días, la capital inglesa permaneció en estado de emergencia y según el actual Ministerio de Salud Británico, pudieron morir por este motivo hasta 12.000 personas, aunque en su época las autoridades culparon en un principio a una epidemia de gripe. En 1956, la normativa conocida como “Clean Air Act” permitió la reducción de la contaminación al imponer zonas sin humo en la capital. No obstante, el tráfico ha sustituido al carbón como generador de contaminación en el Londres actual.
El smog ha acompañado durante siglos la historia de la capital británica. En la Edad Media, la contaminación atmosférica llevó a Eduardo I a prohibir el uso de carbón para hacer fuego en 1273. En 1661, John Evelyn, escritor inglés y uno de los fundadores de la Royal Society, sugería en su obra Fumifugium la necesidad de cambiar el carbón por la madera para reducir el problema de la polución en Londres. Asimismo, los cuadros del pintor impresionista Claude Monet (1840-1926) posiblemente plasmen el smog del Londres de aquella época, según un estudio de la Universidad de Birmingham.