La materia orgánica presente en los residuos sólidos urbanos (RSU) se degrada formando un líquido contaminante, de color negro y de olor muy penetrante, denominado lixiviado. Además, este líquido arrastra todo tipo de sustancias nocivas: Se han encontrado hasta 200 compuestos diferentes, algunos de ellas tóxicos y hasta cancerígenos. La humedad de los residuos y la lluvia son los dos factores principales que aceleran la generación de lixiviados.
El adecuado tratamiento de estos líquidos tóxicos debe ser parte fundamental de la gestión de los RSU. Si no se controlan adecuadamente, los lixiviados pueden contaminar los suelos y las aguas superficiales y subterráneas (acuíferos). Como se trata de un proceso contaminante que se produce de manera lenta, sus efectos no suelen percibirse hasta varios años después.
Los consumidores también pueden contribuir a minimizar este problema, asumiendo prácticas ecologistas como las famosas tres erresHace unos años, cuando los vertederos no contaban con sistemas de control, los lixiviados se convirtieron en una fuente más de contaminación medioambiental. Por ello, los vertederos de basuras deben incorporar balsas impermeables y sistemas de canalización y de control que eviten la fuga al entorno y permitan el posterior tratamiento de los residuos. En cualquier caso, los consumidores también pueden contribuir a minimizar este problema, asumiendo prácticas ecologistas como las famosas tres erres (reducir, reutilizar y reciclar).
La Directiva Europea sobre Vertido de Residuos establece que la eliminación de residuos en vertederos debe ser la última opción, tras el reciclado y la valorización energética (una técnica que permite reaprovecharlos para producir energía) de manera que pueda conseguirse, entre otras cuestiones, la reducción de lixiviados. Además, esta normativa alienta el aumento del control y tratamiento de los líquidos obtenidos.
El tratamiento de lixiviados es muy similar a la depuración de aguas residuales, aunque con algunas diferencias debido a su alta carga orgánica. Los aspectos económicos y técnicos marcan el tipo de tratamiento más adecuado para cada caso concreto, combinándose en muchas ocasiones varios de ellos.
Los sistemas más extendidos en la actualidad son los que tratan el lixiviado en el mismo lugar («in situ»), gracias a sus buenos resultados y al encarecimiento de las otras opciones. Los métodos más simples están basados en la evaporación, natural o apoyada por sistemas de riego por aspersión o pulverización, o mediante inyección del lixiviado en túneles o naves cerradas. Asimismo, el mercado ofrece una gran variedad de tratamientos in situ, tanto biológicos como físico-químicos:
- Los tratamientos biológicos presentan varias modelos: Aerobios, consistentes en la degradación de los compuestos orgánicos de los lixiviados por la acción de microorganismos en presencia de oxígeno y agitación; anaerobios, mediante una población bacteriana en ausencia de oxígeno; y lagunaje profundo, por el que se depuran los lixiviados en balsas o lagunas mediante la flora bacteriana de las mismas
- Los tratamientos físico-químicos son más caros que los anteriores, pero necesitan instalaciones más pequeñas y sencillas y son menos sensibles a las variaciones del medio. En este caso, las técnicas empleadas son: Precipitación química, que consiste en acelerar la decantación de los sólidos en suspensión agregando determinadas sustancias; oxidación química, en la que se degradan los compuestos orgánicos del lixiviado mediante agentes oxidantes; adsorción, donde se utiliza un filtro de carbón activo para depurar las sustancias contaminantes; y osmosis inversa, por la que se filtra el líquido a través de membranas a diferentes presiones
Por su parte, los tratamientos en un lugar distinto del vertedero («off-site»), normalmente depuradoras de aguas residuales urbanas o industriales, se emplean cuando no hay más opción y si estas instalaciones admiten cargas orgánicas muy elevadas, aunque en poco caudal.
El concepto de lixiviación se utiliza para describir un fenómeno característico de climas húmedos, que provoca la pérdida de nutrientes en algunas capas del suelo, al arrastrar el agua sustancias básicas del terreno como arcilla, sales, hierro o humus. Este concepto también se utiliza para indicar el desplazamiento hacia ríos y mares de los desechos y otros contaminantes, y el proceso de lavado de un estrato de terreno o capa geológica por el agua.
La vegetación, en especial la forestal, sirve de protección natural contra la lixiviación, de ahí que si se destruye, dicho proceso se acelera considerablemente. El empleo de fertilizantes muy ácidos, el riego excesivo y los cultivos que retienen muchos nutrientes del suelo contribuyen también a incrementar este problema.
Asimismo, la lixiviación también es un proceso que se utiliza industrialmente por ejemplo para preparar elixires: La planta medicinal pulverizada se mezcla con alcohol y se coloca en un lixiviador, donde se macera hasta obtener el resultado deseado.