Los máximos mandatarios de los países más industrializados del mundo (G8) firmaban recientemente en la localidad alemana de Heiligendamm un acuerdo para reducir de forma «sustancial» las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), y en definitiva para tratar de evitar el cambio climático.
Tras arduas negociaciones, la canciller alemana Angela Merkel lograba convencer finalmente al resto de líderes, incluido el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, el más reticente en un principio.
El G8 se señala como objetivo disminuir hasta la mitad la emisión de GEI hasta 2050 de acuerdo a los niveles de 1990El documento no concreta cifras de reducción de estos gases, pero señala como objetivo disminuir hasta la mitad la emisión hasta 2050 de acuerdo a los niveles de 1990. Asimismo, los firmantes se comprometen a concluir para finales de 2009 una ronda de negociaciones que permita superar el protocolo de Kyoto.
La presencia de estos gases en la atmósfera permite el denominado efecto invernadero, por el que parte del calor recibido del Sol se mantiene en la Tierra, permitiendo una temperatura estable, algo esencial para la vida: Sin él, el planeta sería un bloque de hielo.
En este sentido, los principales GEI – salvo los clorofluorocarburos (CFC), creados por el ser humano – son de origen natural: el dióxido de carbono (CO2), también denominado óxido de carbono y anhídrido carbónico; el vapor de agua (H2O); el metano (CH4); los óxidos de nitrógeno (NOx) y el ozono (O3).
El problema surge cuando la cantidad de estos gases aumenta, lo que altera el equilibrio natural y provoca que el clima se comporte de manera distinta. La industrialización, con el uso masivo de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) y todas las actividades humanas derivadas, como el transporte, o el uso intensivo de la agricultura y la ganadería, están contribuyendo desde el siglo XIX a incrementar estos gases.
Por su parte, al incremento de los GEI se añaden otros problemas, como la deforestación, que ha limitado la capacidad regenerativa de la atmósfera para eliminar el CO2, principal responsable del aumento antropogénico (causado por el ser humano) del efecto invernadero.
Ahora bien, no todos los GEI producen el mismo efecto, y de hecho, los científicos han elaborado unos parámetros para medir su influencia real, de forma que sus efectos se expresan en cantidades de CO2 equivalente. Así, por ejemplo, si bien los CFC tienen la mayor acción relativa, su contribución real en el efecto invernadero es de un 5%. En el lado opuesto se encuentra el CO2, con la menor acción relativa, pero con la principal contribución real al problema: un 76%. Después del CO2, el gas que más contribuye a incrementar el efecto invernadero es el metano, con un 13%, y los óxidos de nitrógeno, con un 6%.
Asimismo, tampoco conviene despreciar el efecto de ninguna de las actividades humanas que producen el aumento de estos gases. Por ejemplo, un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) afirma que la ganadería genera más GEI que los automóviles, especialmente de óxido nitroso, que procede del estiércol y es 296 veces más perjudicial que el CO2, y el metano, 23 veces más perjudicial que el CO2 y que se origina en su mayor parte en el sistema digestivo de los rumiantes.
En definitiva, la gran mayoría de la comunidad científica internacional está de acuerdo en la gran importancia de reducir la emisión de estos gases, para lo que se proponen diversas medidas: Sustituir los combustibles fósiles por energías renovables, aplicar medidas de eficiencia energética, aumentar la reforestación, y en definitiva, asumir prácticas de desarrollo sostenible en todas las actividades practicadas por el ser humano.
La Agencia Espacial Europea (ESA) informaba recientemente de la producción de los primeros mapas animados con la distribución mundial de los GEI más importantes sobre la superficie terrestre (CO2 y metano). Para ello, sus responsables han invertido tres años de trabajo entre 2003 y 2005 observando los datos del Espectrómetro de Absorción de Exploración e Imágenes para Cartografía Atmosférica (SCIAMACHY), a bordo del satélite Envisat de la ESA.
En este sentido, los científicos necesitan conocer más datos acerca de estos gases, ya que todavía no se dispone de toda la información sobre sus fuentes concretas. Por ejemplo, en el caso del metano, se podría incrementar de manera importante en el futuro si el cambio climático logra derretir las zonas de permafrost, actualmente heladas, lo que liberaría a la atmósfera el metano que guarda en su interior.