Las viejas y buenas ideas, como los envases, retornan. Hace 40 años, los consumidores devolvían las botellas para aprovecharlas de nuevo. Este hábito ecológico podría recuperarse si se aprueba el Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) en la nueva Ley de Residuos. Alemania lo implantó en 2003 y ha conseguido reciclar el 98,5% de latas y botellas de plástico. El truco consiste en incluir en el producto una fianza de 25 céntimos que se recupera al llevarlo de nuevo al punto de compra. Los envases ya no son una basura que inunda las calles tras un botellón, sino un objeto de valor. El medio ambiente lo agradece, y los consumidores también: los ayuntamientos pueden reducir sus impuestos para la recogida de basuras, la contaminación disminuye y se crean puestos de trabajo para el funcionamiento de este sistema.
El reciclaje de envases no da más de sí
Imagen: Alex Fernández Muerza
Depositar las latas o las botellas de plástico usadas en el contenedor amarillo es un gesto sencillo que supone su reciclaje y la reducción de su impacto medioambiental. Sin embargo, la realidad desdice la teoría. El consumo de envases ligeros se ha más que triplicado en los últimos años, pero solo se recicla menos de la quinta parte. Se estima que cada día entran en el mercado español unos 51 millones de envases de bebidas, una cifra similar que en Alemania, pero con la mitad de población. Entre 1993 y 2007, la cerveza en lata ha aumentado un 655% y los refrescos, un 143%.
En 2008, Ecoembes, la asociación que gestiona la recuperación y reciclaje de estos residuos, recuperó el 48% de los envases adheridos a su sistema, 535.733 toneladas frente al total de 1.110.972. Esa cantidad supone el 4,22% de los residuos urbanos, mientras que el total de residuos de envases ligeros que se producen oscila entre el 10 y el 15%.
Ante esta situación, el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM) prepara una nueva Ley de Residuos para asumir las crecientes exigencias europeas, que apuntan hacia el «residuo cero«, y superar la obsoleta ley de 1997.
Cada día entran en el mercado español unos 51 millones de envases de bebidas, una cifra similar que en Alemania pero con la mitad de poblaciónDado que el actual sistema de gestión de estos residuos ha tocado techo, la nueva ley necesita incorporar otra iniciativa que lo complemente y contribuya a aumentar las tasas de reciclaje: el SDDR. Así lo señalan desde Retorna, una asociación de reciente creación formada por algunas de las principales ONG ambientales españolas, diversos agentes sociales y las 350 empresas del Gremio de Recuperación de Cataluña.
Los buenos datos de los 32 países o regiones de Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia que ya utilizan el SDDR inducen a los impulsores de esta nueva organización al optimismo. Alemania, que implantó este sistema en 2003, lograba el año pasado una tasa de recuperación de envases del 98,5%. Finlandia, con el 95%, Noruega, con el 93%, o Suecia, con el 84%, también lo han asumido con éxito. Como recuerda Jürgen Resch, de Deutsche Umwelthilfe, la ONG que introdujo este sistema en el país germano, en ciudades como Berlín era habitual ver las calles o los jardines llenos de envases abandonados. El panorama cambió de forma radical a los pocos días de su puesta en marcha.
Un sistema que beneficia a todos
Además de vaciar las calles y la naturaleza de residuos y aumentar el reciclaje, el SDDR favorece a los consumidores. El actual sistema de gestión, además de no recuperar buena parte de los residuos, no asume el principio legal de quien contamina paga, según Víctor Mitjans, de la Fundación catalana para la prevención de residuos y el consumo responsable (FPRC), una organización que también colabora en Retorna. En la práctica, señala Mitjans, el consumidor es el gran pagador, porque al final los ayuntamientos vía impuestos tienen que cubrir la mayor parte de los gastos de recogida de basuras.
Imagen: Alex Fernández Muerza
Los ciudadanos son fundamentales para que el SDDR sea un éxito. Si bien su funcionamiento se basa en un complejo pero bien organizado circuito, para los consumidores el procedimiento es sencillo. Una vez que se ha terminado con el producto, el envase se devuelve a un establecimiento adherido al sistema, como un supermercado. Tanto en su forma manual, con un encargado que recoge el envase, como automatizado, con una máquina específica, se le devuelve al consumidor el dinero del depósito o fianza incluido en ese producto. Sus impulsores apuestan por potenciar los envases reutilizables (una botella de vidrio se puede aprovechar hasta 70 veces), pero también se recogen los envases de un solo uso para su posterior reciclaje.
Por ello, no es un impuesto ni encarece el precio de los productos. Si el depósito son 25 céntimos por cada envase, el consumidor lo anticipa, pero luego lo recupera de manera íntegra. De esta manera, se cerciora de que el envase se recicla y no acaba en un vertedero o una incineradora.
Para organizarse bien, el consumidor puede utilizar en su hogar una bolsa reutilizable en la que deposite los envases vacíos. Cuando vaya a hacer la compra, puede llevar los distintos envases acumulados para que le devuelvan el depósito.
El consumidor es el gran pagador, porque los ayuntamientos tienen que cubrir la mayor parte de los gastos de recogida de basurasEl medio ambiente lo agradece y la economía de todas las partes implicadas también, según los defensores del SDDR. Los fabricantes recuperan más material que pueden aprovechar para hacer nuevos envases y no tener que partir de materias primas nuevas. Las instituciones y ayuntamientos logran que haya menos basuras de las que preocuparse y se generan puestos de trabajo «verdes» en la cadena de de este sistema. Según un reciente informe de la ONG Amigos de la Tierra, el reciclaje adicional de 115 millones de toneladas de vidrio, papel, plástico, hierro, metales no ferrosos, madera y residuos biológicos podrían crear en la UE hasta 322.000 empleos.
Los supermercados y demás establecimientos adheridos incorporan una iniciativa ecológica para recuperar los envases vendidos y aumentan el tránsito de consumidores por sus instalaciones con un dinero «extra» que acaban de conseguir. Aunque al principio supone una importante inversión (una máquina puede costar hasta 20.000 euros), los responsables de estos negocios lo amortizan en poco tiempo. En Alemania, los envases pasan a ser de su propiedad, un material que vale mucho dinero: se pagan unos mil euros por una tonelada de aluminio y unos 400 euros por una tonelada de plástico PET. Y también pueden ser solidario: en algunas cadenas de supermercados de Suecia, Alemania o Noruega, la máquina de devolución de envases ofrece la opción de no recuperar el depósito y destinarlo a alguna acción social local para personas desfavorecidas.
Imagen: Alex Fernández Muerza
La tecnología también es clave. En Alemania, cada envase que puede reciclarse en el SDDR lleva un logo. Además de indicar al consumidor que puede devolverlo para recuperar el depósito, memoriza la información de cada envase concreto en un código de barras. Las máquinas leen esta «matrícula» y los responsables de su gestión conocen al detalle su trazabilidad, es decir, el ciclo de ese envase. Así se sabe entre otras cuestiones cuántos envases se reciclan en realidad y se evitan posibles fraudes.
No obstante, cada país ha implantado el SDDR con sus propias particularidades. María Elander, de Deutsche Umwelthilfe, reconoce que el sistema alemán incluyó al principio varias excepciones que complicaron su implantación, en especial para los consumidores. Wolgang Ringel, de Tomra Systems, la principal empresa productora de la maquinaria del sistema, señala al modelo escandinavo como el más sencillo y por ello el más idóneo para los países que quieran asumirlo.
Según Mercè Girona, de FPRC, el objetivo de la asociación Retorna es que, si se aprueba en España, se facilite la labor a los consumidores. En una primera fase se incluiría el agua, las bebidas y los zumos envasados en plástico, el vidrio y los bricks, y en una segunda fase los envases de leche y aceite.
Críticas al sistema
El SDDR ha recibido diversas críticas en los países que lo han aprobado, pero según sus defensores no estarían justificadas. Aseguran que no es un sistema caro y no perjudica a los consumidores, reduce la cantidad de basuras, no pone en peligro otros sistemas de reciclaje sino que los complementa, el nivel de aceptación entre los consumidores supera como mínimo el 65%, no hay margen para el fraude porque el sistema lo detecta, las botellas y latas suponen entre el 5% y el 10% en peso pero hasta el 50% de la basura en volumen, por lo que su reciclaje no es secundario, se crean más puestos de trabajo, y los supermercados no se convierten en basureros, porque es un sistema limpio y mecanizado, que además fideliza a los clientes: entre el 60% y el 80% devuelven el envase en el lugar donde lo compraron.