Tú tienes un terreno que no usas y yo quiero cultivar un huerto urbano. Si llegamos a un acuerdo, tú me dejas plantar frutas y verduras y, a cambio, te doy parte de mi cosecha. Esta podría ser la conversación entre las dos partes de un huerto urbano compartido. Diversas iniciativas en España y en los países anglosajones han puesto en marcha sistemas y páginas web para facilitar este intercambio. Gracias a estos huertos urbanos, se puede lograr un acopio extra de alimentos frescos y locales, en especial para consumidores con problemas económicos, y se da a los entornos urbanos un aspecto más “verde”.
Cómo tener un huerto urbano compartido
Los huertos urbanos son cada vez más comunes en ciudades de todo el mundo, y las españolas no son una excepción. Gracias a ellos, los consumidores consiguen frutas y verduras frescas y le dan un punto «verde» al gris urbano. Algunos ayuntamientos ponen a disposición de los ciudadanos zonas cultivables, mientras que algunos emprendedores han ideado el sistema de los huertos urbanos de alquiler.
En España podría haber cientos de miles de terrenos con posibilidades de compartirse
Sin embargo, no es fácil encontrar terrenos aptos cerca de las ciudades. Los huertos compartidos son una idea que puede ayudar a generalizar esta agricultura urbana de autoconsumo. El modelo es sencillo: alguien que quiere cultivar contacta con el propietario de una parcela sin utilizar, o viceversa, y llegan a un acuerdo. Con el objetivo de facilitar el intercambio, la ONG Reforesta acaba de crear Huertoscompartidos.es.
El responsable de la página web, Santiago Cuerda, explica que proponen un intercambio en especie: el propietario del terreno, que puede ser tanto un particular como una entidad pública o privada, percibirá la mitad de la cosecha a cambio de la cesión gratuita de dicho terreno. Para ello se utiliza un contrato de cesión, que da seguridad jurídica a la relación entre las partes y a la actividad en sí. El contrato es un modelo general que se adapta al acuerdo concreto que se quiera llegar en cada caso.
La web dispone de un formulario de registro para hortelanos y otro para propietarios de terrenos. Gracias a la aplicación de Google Maps, se puede ver en un mapa dónde se encuentran ambos grupos. Cuerda estima que en España podría haber cientos de miles de terrenos con posibilidades de compartirse: zonas verdes con césped que suponen para los ayuntamientos un alto coste de mantenimiento, parcelas de polígonos industriales, terrenos de colegios, institutos, comunidades de vecinos, zonas de antiguas huertas, hoy en abandono, de muchos pueblos y ciudades, e incluso, azoteas de muchos edificios.
Huertoscompartidos.es apenas lleva unas semanas de vida, aunque según Cuerda ya ha recibido más de 2.000 visitas y tiene cerca de un centenar de personas registradas, «en su mayoría como hortelanos, y por ello animamos a instituciones propietarias de suelos para que participen.» El registro ha sido gratuito al principio, pero se quiere implantar una cuota de dos euros (uno al inicio y otro al lograr el contacto y facilitar el modelo de contrato) con el objetivo de autofinanciar en parte el proyecto y depender menos de subvenciones o patrocinios.
Iniciativas pioneras en los países anglosajones
Los países anglosajones llevan la iniciativa en la implantación de sistemas de huertos compartidos urbanos («landshare» o «shared gardens»). En Reino Unido, Landfit fue uno de los primeros en el municipio londinense de Lewishan, si bien ahora se enmarca en el proyecto Capital Growth. Landshare se creó en 2009 y en la actualidad aseguran tener una comunidad de más de 55.000 «compartidores». En Estados Unidos (EE.UU.) y Canadá también hay iniciativas similares interesantes, como We Patch, fundada en 2008 en Seattle, Sharing Backyards, que señala zonas de EE.UU. y Canadá donde hallar huertos urbanos compartidos, o Bright Neighbor, una comunidad de «compartidores» originada en Portland (Oregón, EE.UU.).
Ventajas y desafíos de los huertos urbanos compartidos
Los huertos compartidos tienen múltiples ventajas, según sus defensores: facilitan las relaciones sociales y comunitarias, suponen una alternativa de ocio saludable, ayudan a reducir la contaminación y el dióxido de carbono (CO2) en las ciudades, ofrecen una forma de conseguir alimentos frescos a personas con situaciones económicas complicadas y garantizan una mayor seguridad jurídica.
En cuanto a sus desafíos, uno de los principales es la localización de terrenos aptos para el cultivo y propietarios que quieran participar en la iniciativa. Además, la generalización de los huertos compartidos podría dar lugar a posibles desencuentros entre las partes, o incumplimientos de contratos, sobre todo, si hay muchas personas que participan.