Plenamente aceptada en países como Alemania o Suiza, la ‘ecoconducción’ o ‘ecodriving’ es todavía una fórmula poco conocida en España. Se trata de una combinación de técnicas de conducción, unidas a un cambio de actitud de quien se sienta al volante y a los avances tecnológicos de los vehículos. Tres elementos imprescindibles que consiguen reducir el consumo de combustible hasta un 10% con respecto a la conducción tradicional, lo que se traduce en una mejora de la calidad del aire. Además, la conducción ecológica aumenta la seguridad en la carretera, puesto que el conductor aprende técnicas de anticipación ante cualquier imprevisto, y disminuye el gasto del mantenimiento del vehículo, que queda sometido a un esfuerzo inferior.
Objetivo: ahorrar combustible
El ‘ecodriving’ o conducción eficiente es un estilo de conducción que aprovecha los avances tecnológicos de los vehículos y el aprendizaje de unas sencillas normas al volante para lograr un ahorro de combustible de hasta un 10%, según datos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE). Esta circunstancia se traduce a su vez en una reducción de la emisión al medio ambiente de CO2, causante del denominado efecto invernadero. Para lograr estos objetivos, el Plan de Acción 2005-2007 de la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética para España, impulsado por el Ministerio de Industria y el IDAE, contempla distintas medidas para el sector del transporte en carretera, como la publicación de un manual de conducción eficiente y una guía para la gestión del combustible. Además, las asociaciones dedicadas al mundo del automóvil, como el Real Automóvil Club Vasco Navarro (RACVN), organizan cursos para enseñar a los usuarios una manera eficiente de conducir. “El automóvil es el responsable del 15% de la energía consumida, por ello hay que racionalizar su uso y aplicar un nuevo estilo de conducción, basado en una serie de técnicas y un cambio de actitud”, explica la responsable del Área de Movilidad del RACVN, Amparo López.
Entre los aspectos más importantes para conseguir este cambio en el estilo de conducción, destacan aquellos que ayudan precisamente a reducir el consumo de carburante y ahorrar dinero. En este sentido, el IDAE recomienda planificar la ruta antes de ponerse en carretera y escoger el camino menos congestionado. También aconseja evitar la sobrecarga del vehículo debido al exceso de peso, ya que, “por cada 100 kilogramos de peso adicional se incrementa el consumo de combustible un 5%”. Sólo el uso de la baca, vacía o no, aumenta el consumo del carburante entre un 2% y un 35%, por lo que conviene retirarla si no se va a utilizar. En el caso del aire acondicionado, lo ideal es mantener una temperatura interior entre 23 y 24 grados centígrados, puesto que su uso incrementa el consumo hasta un 20%, y no llevar las ventanillas totalmente abiertas porque se gasta hasta un 5% más de combustible. “También es importante consumir gasolina del octanaje establecido por el fabricante del vehículo, revisar el consumo de carburante periódicamente porque puede haber algún fallo en el automóvil y no utilizar el coche para trayectos muy cortos”, advierten desde el IDAE, puesto que en pequeños recorridos urbanos se puede llegar a consumir hasta 20 litros por cada 100 kilómetros, más del doble que en carretera.
Por otro lado, es necesario un mantenimiento regular del vehículo, con la puesta a punto del coche de forma periódica. La revisión debe fijarse, sobre todo, en mantener la presión y el alineado correctos de los neumáticos, cambiar los filtros, el aceite y las bujías en el momento indicado, y reglar bien el motor. No tener en cuenta estos aspectos incrementa entre un 3% y un 9% el gasto de carburante. “Además -añade Amparo López-, a la hora de adquirir un vehículo nuevo es importante decantarse por uno que se adapte a las necesidades reales de su propietario y, por supuesto, tener en cuenta su consumo de combustible”.
Reglas de conducción eficiente
Además de los consejos anteriores, en los cursos organizados para conductores se inculcan una serie de hábitos que ayudan a hacer factible la reducción del consumo de carburante. Se trata de una especie de decálogo centrado en el arranque del vehículo, el uso del acelerador y de las marchas, la desaceleración y la anticipación frente a situaciones imprevistas del tráfico. La primera premisa pasa por arrancar el motor sin pisar el acelerador. Los expertos aconsejan que en el caso de los coches de gasolina se inicie la marcha inmediatamente después del arranque, ya que esperar ralentiza el calentamiento del motor, mientras que en los coches diesel es conveniente esperar unos segundos antes de comenzar la marcha para asegurar que llegue el aceite a las zonas de lubricación. Las normas del IDAE recomiendan que, una vez encendido el motor, se cambie a la segunda marcha a los dos segundos o a los seis metros, aproximadamente, y que se cambie progresivamente las marchas:
- Según las revoluciones:
- En los motores de gasolina: entre 2.000 y 2.500 revoluciones por minuto.
- En los motores diesel: entre 1.500 y 2.000 revoluciones por minuto.
- Según la velocidad:
- A 2ª marcha: a los 2 segundos o 6 metros.
- A 3ª marcha: a partir de unos 30 kilómetros por hora.
- A 4ª marcha: a partir de unos 40 kilómetros por hora.
- A 5ª marcha: por encima de unos 50 kilómetros por hora.
Cada vez que se quiera cambiar de marcha, es importante tener en cuenta las revoluciones por minuto a las que circula el vehículo: los cambios deben hacerse, como se especifica más arriba, cuando el automóvil registra entre 2.000 y 2.500 revoluciones por minuto en los motores de gasolina y entre 1.500 y 2.000 revoluciones por minuto en los motores diesel. “Si cambiamos de marcha cuando circulamos a 2.000 revoluciones por minuto, no tendremos ningún problema. Ni siquiera por circular a 50 kilómetros por hora y en quinta marcha”, afirma Amparo López.
Tras cada cambio, es necesario acelerar y circular el mayor tiempo posible con marchas más largas y a bajas revoluciones. “Es preferible circular en marchas largas con el acelerador pisado, que en marchas cortas con el acelerador menos pisado. Además, en ciudad, siempre que sea posible, hay que utilizar la 4ª y 5ª marcha”, recomiendan desde el IDAE. Por ejemplo, un vehículo de pequeña cilindrada (1,2 litros) que circule a 60 kilómetros por hora consume 7,1 litros de gasolina cuando circula en tercera marcha, 6,3 litros (un 11% menos) en cuarta marcha y seis litros (un 15% menos) en quinta marcha.
En cuanto a la velocidad de circulación, debe ser, según Amparo López, “lo más uniforme posible, de manera que busque la fluidez evitando realizar frenazos y acelerones innecesarios que suponen un aumento de consumo y del estrés”, y moderada en la quinta marcha, “puesto que a mayor velocidad el consumo crece al cuadrado debido al factor de resistencia aerodinámico”. Por el contrario, en las deceleraciones se debe levantar el pie del acelerador y dejar rodar el vehículo por inercia con la marcha engranada en ese instante, frenar de forma suave con el pedal de freno y reducir de marcha lo más tarde posible y por debajo de unas 1.500 revoluciones. “Circular a más de 20 kilómetros por hora con una marcha engranada y sin pisar el pedal acelerador supone un consumo de carburante nulo”, explica López.
Por último, siempre que sea posible hay que detener el coche sin reducir previamente de marcha, apagar el motor en las paradas prolongadas (superiores a 60 segundos) y tener una ‘actitud anticipativa’, que implica:
- Levantar el pie del pedal acelerador y dejar rodar por inercia con marcha engranada ante cualquier obstáculo en la circulación.
- Prever el comportamiento del vehículo y de los conductores circundantes.
- Mantener una holgada distancia de seguridad.
- Conservar un amplio campo de visión (tres coches por delante).
- Buscar carriles adecuados para mantener la fluidez en la circulación.
Efectos del ‘ecodriving’
En la actualidad, el ‘ecodriving’ está plenamente introducido en países como Alemania o Suiza, donde diversos estudios han confirmado sus ventajas. Tal y como recuerdan desde el RACC, según un estudio realizado en Suiza entre 350 conductores, la ‘ecoconducción’ consiguió una reducción del 35% de la siniestralidad, mientras que otra investigación llevada a cabo en Alemania en 2004, entre los 95 conductores de una empresa de transportes, “se obtuvo una reducción de los gastos relacionados con accidentes del 35%-40%”. “De hecho, en Alemania, los principales patrocinadores de los cursos son mutuas de trabajo”, agregan desde el RACC. Las ventajas son tanto para el propio conductor, como para el parque móvil y, en general, para toda la ciudadanía, debido a los efectos positivos que este tipo de conducción tiene en el medio ambiente.
Para el conductor. La primera de las ventajas para quien se sienta al volante es “la mejora del confort de conducción y la disminución de la tensión”, reconoce el IDAE. Al evitar acelerones y frenazos bruscos, se eliminan los ruidos procedentes del motor y se ayuda a mantener una velocidad constante, “que evita el estrés producido por el tráfico”. Asimismo, se reduce el riesgo y la gravedad de los accidentes, ya que a los elementos de seguridad aportados por las nuevas tecnologías se suman las precauciones del conductor, que aprende a mantener una distancia de seguridad superior a la habitual, para tener mayor tiempo de reacción en caso de incidencias en el tráfico; a mantener una velocidad media constante, para reducir la velocidad punta que se alcanza en un determinado recorrido; y a conducir con anticipación y previsión, con un adecuado campo visual que permite observar lo que ocurre por delante, por lo menos, a unos 200 metros, y lo que ocurre por detrás, gracias a los espejos retrovisores.
Parque móvil. El principal aspecto destacable en este caso es el ahorro de combustible, que implica a su vez un ahorro económico. También se consigue un menor coste en el mantenimiento del vehículo, puesto que se reduce el desgaste de los frenos, embrague, caja de cambios, neumáticos y motor, al estar sometidos a un esfuerzo inferior al que soportarían en el caso de la conducción tradicional. “Por ejemplo, la relación de marchas adecuada evita someter a la caja de cambios a esfuerzos innecesarios, y la anticipación y el uso del freno motor minimizan el desgaste del sistema de frenado”, señala el IDAE.
En general, la conducción eficiente se traduce en una reducción de la contaminación urbana y una mejora de la calidad del aire. Con ella, se disminuye la emisión de agentes contaminantes como óxidos de carbono, nitrógeno o hidrocarburos, que se asocian a enfermedades respiratorias, problemas oculares, enfermedades cardiovasculares e, incluso, jaquecas. Las ventajas también son visibles en la vegetación, que no es atacada por la polución, y en la disminución del calentamiento de la atmósfera (con la reducción de emisiones de CO2) y de la contaminación acústica. “Según un estudio realizado en Suiza en 1999, un vehículo a 4.000 revoluciones por minuto hace el mismo ruido que 32 coches a 2.000 revoluciones por minuto”, aclara Amparo López. Además, a nivel nacional, se consigue un ahorro de energía que, concluye el IDAE, “incide en la balanza de pagos y reduce la dependencia energética exterior”.