A corto plazo, el injerto de órganos animales a seres humanos (xenotrasplante) sigue siendo una alternativa más viable para remediar la escasez de órganos que las nuevas técnicas con células madre. Éstas «pueden ser una fuente ilimitada de células y tejidos, pero que a partir de ahí se consigan órganos, es más ciencia-ficción que el xenotrasplante», sostiene Rafael Máñez Mendiluce, director del Programa sobre Xenotrasplante del Hospital Juan Canalejo de A Coruña.
En esa línea, el patólogo molecular Carlos Cordón-Cardo apunta que «una cosa es reproducir un órgano relativamente sencillo como el hígado, y otra hacerlo con otro tan complejo como el corazón». Lo que sí está claro, en cambio, es que ambas técnicas tienen un enorme potencial terapéutico y pueden beneficiarse mutuamente.
Manipulación genética
La manipulación genética está, de hecho, allanando el camino para el injerto de órganos animales a humanos, y eso ha permitido, en palabras de Máñez, que «los resultados que tenemos hoy en el xenotrasplante de órganos de cerdo en animales sean muchísimo mejores que los que se obtenían con el trasplante de órganos humanos hasta hace escasamente veinte años».
Este experto cree que incluso «podríamos hacer investigación humana», aunque comparte la prudencia científica que inspira la prohibición legal de dar ese paso hasta que no se amplíe aún más la supervivencia en los ensayos entre animales. Los últimos avances han estirado ese período hasta 60 días, con una media de 30, en los injertos de corazones de cerdo a primates no humanos como los babuinos.
En su intervención en el curso «Avances en biomedicina: la investigación genómica aplicada» celebrado el fin de semana en San Juan de Puerto Rico, Máñez detalló la decisiva aportación de la genética a la lucha para vencer al gran «enemigo» del xenotrasplante: el rechazo del órgano injertado.