Un artículo utilizado en el proceso de desarrollo y crecimiento de los niños, el andador, está en el ojo del huracán. Un informe elaborado por un equipo de médicos irlandeses ha puesto en entredicho la funcionalidad y la conveniencia de usar un elemento infantil muy extendido en hogares de todo el mundo durante las últimas décadas. El empleo del tradicional tacatá, ese que tiene forma circular con ruedas que facilitan el desplazamiento del niño y que no hay que confundir con el llamado correpasillos, ha sido desaconsejado por el grupo investigador dublinés tras llegar a la conclusión de que «ralentiza el desarrollo» de los pequeños. El estudio científico fue llevado a cabo en colaboración con los padres de un total de 190 bebés: 107 niñas y 83 niños.
En un artículo publicado por la prestigiosa revista médica británica The British Medical Journal se informa de que el uso del andador retrasa el gateo y el momento en que se empieza a andar, entre otras funciones motrices. La directora de la investigación, la doctora Mary Garrett, asegura que el desarrollo de los bebés que usan tacatá es «bastante más lento» si se compara con aquellos pequeños que no lo utilizan. Según los datos aportados por los expertos, la mayoría de los niños que se sirven del andador comienzan a usarlo a partir de las 26 semanas de vida y lo abandonan a las 54. Garrett precisa que la duración media del empleo del andador «se sitúa en torno a las 26 semanas».
Antonio Calvo, médico especialista en ortopedia infantil del hospital vizcaíno de Cruces, asegura no estar «nada sorprendido» por los resultados de la investigación y se muestra «totalmente contrario» al empleo de este aparato. «Los bebés cuentan con una serie de terminaciones sensitivas y térmicas que curiosamente se concentran en el pie. Ese es un punto fundamental en el crecimiento y el proceso cognoscitivo de los niños. Se trata de un órgano de información táctil, muy importante, que el tacatá anula con el paso de tiempo», explica.
El primer paso
El informe médico confirma la existencia de diferencias considerables entre los niños que utilizan el andador y los que no, sobre todo a la hora de establecer el momento en que consiguen ponerse de pie y andar sin ayuda de un adulto. Mientras los primeros tardan un total de 57 semanas en estar de pie por sus propios medios, los segundos emplean algo más de 53. Las cifras tampoco cambian cuando se trata de «caminar sin apoyos». Las conclusiones de la investigación revelan que los niños que usan el tacatá tardan tres semanas más en dar su primer paso que el resto de los pequeños.
Calvo aboga en todo momento por dejar que los niños aprendan solos. «Los bebés que crecen de forma natural, sin el tacatá, adquieren el equilibrio y la fuerza necesaria para su desarrollo mucho antes que los niños que lo utilizan», argumenta. Aunque descarta que el empleo del andador pueda tener consecuencias nocivas para los pequeños en un futuro, sí considera que «podrían darse algunas anomalías». «No me gustaría crear alarma social pero si se hiciera un estudio pormenorizado, con una serie de estadísticas de seguimiento, estoy seguro de que en poco tiempo nos encontraríamos con algún tipo de anomalías en las rodillas y los pies de los pequeños», vaticina.
El rechazo de este ortopeda hacia el andador le lleva a sostener que los niños que lo usan «son más torpes» que el resto. «El niño lo aprende todo con un control. Los que gatean hacen un entrenamiento físico e intelectual, porque aprenden; y los que usan el tacatá son más propensos a sufrir lesiones. No obstante -subraya Calvo- si los padres se deciden por el andador han de tener en cuenta que los pies deben llegar claramente al suelo».
El fenómeno de los tacatás se propagó en España en los años 60 y 70. Según Antonio Calvo, su uso en el día de hoy «es menor» que hace unos años, pero «sigue existiendo».