El pasado 31 de diciembre entró en vigor en España una nueva directiva comunitaria que limita el tratamiento de las maderas con la resina del arbusto de la creosota, después de comprobar que este material entraña riesgos para la salud y un elevado potencial contaminante al mezclarse con sustancias químicas. Durante los últimos años, parques y jardines urbanos, paseos marítimos, rampas de acceso a algunas playas y otros elementos de mobiliario urbano han reutilizado las maderas procedentes de postes eléctricos y traviesas de ferrocarril como elemento funcional o decorativo.
Un uso, en principio, positivo porque se reciclaba madera vieja, aunque varios estudios científicos asumidos por la Unión Europea (UE) han demostrado que este aprovechamiento encierra riesgos medioambientales y para la salud humana. Las maderas se impermeabilizaron con creosota, un conjunto de compuestos químicos que se originan al quemar madera, carbón o la resina del arbusto de la creosota, que es el que cede su nombre.
Los efectos del contacto directo con la creosota en las personas pueden ir desde vómitos a irritación de ojos y mucosas e incluso llegar al desarrollo de cáncer de piel en aquellos casos en los que el contacto es prolongado. El Comité de Toxicología, Ecotoxicología y Medio Ambiente de la UE ha presentado recientemente una serie de estudios que apoyan la opinión de la peligrosidad de la creosota ante el riesgo de cáncer derivado de los productos tratados con esas sustancias.
Además, debido a que algunos de los componentes de la creosota no se degradan con facilidad, son considerados también como nocivos para el medio ambiente, ya que pueden causar problemas de ecotoxicidad y contaminación. La creosota del alquitrán de hulla libera en el agua, principalmente en el uso industrial del tratamiento de la madera, algunos componentes que no se disuelven, permanecen en el mismo lugar como una masa similar al alquitrán, mientras que los componentes disolubles pueden moverse a través del suelo al agua subterránea, tardando años en degradarse.
La nueva norma de la UE limita el uso de la creosota en el tratamiento de la madera y la comercialización de madera permeabilizada mediante creosotado. Esta orden prohíbe el uso de maderas tratadas con creosota «en cualquier obra que esté en contacto directo con la población», de manera que el uso de esta madera está prohibido no sólo en los interiores de edificios, sino también en instalaciones de juegos para niños, parques, jardines y otros lugares de ocio al aire libre en los que exista un riesgo de contacto frecuente con la piel. Aunque, paradójicamente, la orden no tiene carácter retroactivo y no afecta a la madera ya tratada con creosota ni a las obras ejecutadas con anterioridad al 31 de diciembre de 2003.
En cambio, la normativa sí permite el uso de la creosota en madera destinada a usos industriales y profesionales (por ejemplo, traviesas de las vías férreas, postes de luz eléctrica, postes de teléfono, diques y vías de navegación), pero sólo si contiene benzopireno y fenoles en concentraciones inferiores a las fijadas en la directiva.
Tendencia al abandono
La tendencia actual en España apunta hacia el abandono del creosotado como protector de la madera, tal y como ha venido ocurriendo ya en otros países (desde la década de los 70 no se han instalado plantas nuevas). Desde 1990, esta sustancia ha ido dejando paso paulatino a otros protectores, de tipo hidrosoluble u orgánico.
Actualmente sólo funcionan en España siete plantas de creosotado para el tratamiento de postes, traviesas y estacas. Por el contrario, el número de plantas de hidrosolubles en funcionamiento es de 34, de las cuales 15 tratan preferentemente madera redonda para estacas y muebles urbanos, y el resto tratan la madera para diferentes usos en carpintería y en la construcción. Existen también 69 plantas de orgánicos que impregnan madera para carpintería, construcción u otros usos.