Este gastroenterólogo de 56 años dirige la unidad de hepatología del Servicio de Aparato Digestivo en el Hospital Universitario Germans Trias i Pujol de Badalona. Del 2001 al 2003 presidió la Societat Catalana de Digestologia y, desde el 2000, es consultor de la Generalitat catalana en tratamiento de la hepatitis crónica. Además de la AEEH, está asociado a otras entidades internacionales de estudio del hígado como la European Association for the Study of the Liver (EASL), American Association for the Study of Liver Diseases(AASLD), International Club for Portal Hypertension y la International Ascites Club. Su pasión por el hígado le ha valido, en 32 años de ejercicio profesional, el reconocimiento de 28 becas del Hospital Clínic de Barcelona, del Instituto Nacional de Salud (INSALUD), del Consell Interdepartamental de Recerca i Innovació Tecnològica (CIRIT) y del Fondo de Investigación Sanitaria del Ministerio de Sanidad y consumo.
A que el hígado es el órgano más complejo en cuanto al número de procesos metabólicos que acaba controlando; se dice que es la auténtica fábrica del organismo.
Su función es imprescindible para la vida, ya que tiene a cargo el metabolismo, síntesis y transformación de gran parte de las proteínas, hidratos de carbono y lípidos que incorporamos a partir de los alimentos. Por si fuera poco, interviene en la elaboración de factores de coagulación, en la producción y secreción de bilirrubina, bilis y sales biliares (imprescindibles para la digestión). Gracias al metabolismo hepático muchos fármacos que utilizamos pueden surgir efecto. Es lógico pensar, por tanto, que en circunstancias de una insuficiencia hepática avanzada queden colapsadas las funciones antes mencionadas y el paciente sólo pueda sobrevivir mediante un trasplante hepático.
El hígado sano tiene una gran capacidad de regeneración hística (de tejidos), lo que posibilita un trasplante a partir de donante vivo, requiriéndose tan sólo una porción del hígado habilitado para trasplante. Tanto en el donante como en el receptor el hígado llega a alcanzar su tamaño normal con el tiempo, gracias a dicha capacidad de regeneración que, obviamente, disminuye o incluso se anula en circunstancias de cirrosis avanzada.
La dieta de los pacientes con enfermedades hepáticas debe ajustarse en lo posible a la normalidad y al equilibrio. No existen pruebas convincentes de que un determinado alimento esté implicado en el empeoramiento o la mejora de la función hepática. Tanto la restricción de grasas como las dietas con un elevado contenido proteico no han demostrado una eficacia consistente y, por tanto, no se pueden prescribir como hepatosaludables. Tampoco parece razonable restringir la ingestión de sal en pacientes con una salud del hígado comprometida, salvo en caso de cirrosis [cuando el tejido normal y sano es reemplazado por un tejido cicatrizal que bloquea el flujo de sangre a través del hígado].
«El café ha demostrado cierta capacidad para reducir el nivel de fibrosis y cirrosis en el hígado y un efecto protector frente al cáncer hepático»
Los suplementos dietéticos y vitamínicos sólo son aconsejables cuando se haya demostrado la existencia de un déficit específico. Siempre es aconsejable comer de forma equilibrada, mantener un peso cercano al ideal y prodigar la actividad física; pero en el caso de las enfermedades del hígado hay que ser precavidos con la aparición de astenias (síndrome de cansancio) atribuibles al propio proceso patológico.
Tanto el alcohol como el tabaco pueden acelerar el curso de las enfermedades hepáticas, por lo que resultan desaconsejables. En cambio, el café, que es fuente de antioxidantes, ha demostrado en estudios recientes cierta capacidad para reducir el nivel de fibrosis y cirrosis en el hígado; incluso parece tener un efecto protector frente al cáncer hepático. Quiero advertir de la nula eficacia de determinados tratamientos considerados como protectores hepáticos que se administran por vía intramuscular y que únicamente producirán molestias a quien pretenda proteger con ellos a sus vísceras.
Alrededor del 100% del alcohol ingerido se metaboliza en el hígado, donde sufre dos procesos de oxidación y da lugar a dos compuestos denominados acetaldehído y acetato. Como consecuencia de esta metabolización se produce un desequilibrio que causa un aumento de triglicéridos en el hígado (esteatosis), al tiempo que se favorece el desarrollo de hipoglucemia e hiperuricemia [ácido úrico elevado]. Además, el acetaldehído favorece la producción de diferentes proteínas inflamatorias y radicales libres, abocando el organismo a un estado de inflamación, hipoxia y fibrogénesis que puede redundar en procesos de muerte celular, fibrosis y cirrosis.
La marihuana, al igual que el tabaco, puede acelerar la velocidad de progresión de enfermedades hepáticas como las hepatitis crónicas B y C. La cocaína, la heroína y el éxtasis son causa bien conocidos de hepatitis aguda tóxica citolítica [que ataca a las células del cuerpo] que, si afecta a una parte importante del hígado, puede dar lugar a una hepatitis fulminante y causar la muerte al drogadicto.
Los esteroides androgénicos anabolizantes que usan algunos culturistas y deportistas están implicados en la patogenia de tumores hepáticos como el adenoma, carcinoma hepatocelular y angiosarcoma. Quiero subrayar, asimismo, que cada vez están más de moda los tratamientos naturales a base de hierbas medicinales, no siempre inocuas. Al igual que con cualquier otra medicación, hemos de asegurar de que el tratamiento se realice con supervisión médica, y no vale pensar que todo lo natural puede consumirse sin peligro alguno.
Con respecto al hígado, hay determinadas hierbas que pueden resultar muy perjudiciales, como pie de paloma, borraja, cineraria, nomeolvides, hierba cana o senecio áureo. No es que no puedan tomarse estos remedios, pero es preciso un control médico, conocer su composición precisa, procedencia, comprobar que las hierbas se hayan sometido a los reglamentos de consumo y comprobar siempre la fecha de caducidad. Aunque parezca evidente, lo natural no siempre es tan saludable y seguro como apuntan algunos?
Este encuentro batió record de participación con 5.750 médicos inscritos. En él se presentaron novedades acerca de la hepatitis (optimización del tratamiento estándar actual con interferón pegilado y ribavirina, en función de la respuesta viral a las cuatro semanas de tratamiento), se repasaron estudios con nuevos fármacos antivirales (inhibidores de la proteasa o de la polimerasa) y dos nuevos análogos contra el virus de la hepatitis B (entecavir y telbivudina).
Las hepatopatías tóxicas son consecuencia de una lesión del hígado causada por medicamentos, preparados de herboristería, drogas recreativas, toxinas vegetales y tóxicos industriales. Se estima que el 10% de las hepatitis agudas en adultos son debidas a efectos secundarios de agentes farmacológicos, al igual que un 15-30% de hepatitis fulminantes. Las lesiones causadas por fármacos u otros agentes externos son debidas a metabolitos reactivos trasformados en el metabolismo hepático y que no han podido ser inactivados.
Se trata casi siempre de lesiones predecibles cuando guardan relación con tóxicos de origen industrial; impredecibles, en cambio, cuando se refieren a medicamentos prescritos. Las lesiones impredecibles causadas por fármacos, sin embargo, no dependen de la dosis y respetan un tiempo de latencia variable. La mala noticia es que no se pueden inducir en animales de experimentación y limitan enormemente el ámbito investigador. Las lesiones hepáticas por medicamentos pueden reproducir todas las enfermedades del hígado conocidas.
Pueden presentarse como una hepatitis aguda, colestasis (afección en la que se obstruye el flujo de la bilis del hígado), hepatitis crónica, esteatosis hepática (acumulación de lípidos en el tejido), enfermedad vascular o tumores. El diagnóstico de una hepatopatía tóxica es difícil y se basa en la exclusión de otras causas de enfermedad hepática y en la identificación de una relación temporal entre el consumo del fármaco sospechoso y la aparición de síntomas. Sólo en algunos casos existen manifestaciones de hipersensibilidad. La biopsia hepática puede mostrar en estos casos lesiones que sugieran una etiología tóxica. El tratamiento consiste simplemente en la supresión del fármaco desencadenante de la lesión.