La primera vez siempre cuesta. Miedo por no saber lo que sucederá tras la puerta, el boca a boca de una mala experiencia y la vergüenza por mostrar el propio cuerpo pesan en la cabeza de las niñas y adolescentes que se estrenan en la consulta del ginecólogo. Por eso, muchas de ellas retrasan la visita al médico experto en las enfermedades de la mujer. Sin embargo, los especialistas insisten en que sobre los 12-13 años estaría bien tener la primera. En este artículo se explica el porqué y se detalla paso a paso qué ocurre en esa primera cita con el ginecólogo.
Primera consulta ginecológica: por qué a los 12-13 años
En 2007, el 72,7 % de las chicas de entre 12 y 19 años nunca habían ido al ginecólogo, según un estudio conjunto de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) y Ausonia. Ocho años después, el Instituto Palacios de Salud y Medicina de la Mujer destacaba que un 54 % de las mujeres entre los 15 y 24 años tampoco lo había hecho. Y en la última Encuesta Nacional de Salud de España 2017 aparece que el 74,12 % de las chicas de esa edad jamás se han sometido a una citología vaginal, una prueba básica para descartar el cáncer de cérvix o cuello de útero, que es el segundo tipo de cáncer más común entre las mujeres de entre 15 y 44 años, en cuyo origen interviene el virus del papiloma humano (VPH) transmisible en las relaciones sexuales.
Si no hay un problema ginecológico (infecciones vaginales, pubertad precoz, etc.) o los progenitores no sospechan que su hija se ha iniciado en las relaciones sexuales, las chicas menores de 16 años no pisan la consulta de este experto, ni por el sistema público ni por lo privado. En la adolescencia la visita no es obligatoria, pero sí «altamente recomendable» para las jóvenes sexualmente activas, comenta Manuel Marcos, coordinador de Ginecología de HM Hospitales. Hacerles la prueba de Papanicolaou (citología), además de prevenirlas de embarazos no deseados y de las infecciones de transmisión sexual (ITS) es el objetivo.
Pero también se aconseja adelantarla a los 12-13 años. Y no porque la pubertad empiece cada vez más pronto -hay trabajos científicos que lo achacan a la obesidad infantil-, sino «para valorar el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios (pechos, vello, genitales…) y el establecimiento de la regularidad menstrual», sostiene Marcos. Así las chicas se familiarizan con las revisiones y solventan todas sus dudas sobre su cuerpo, las leyendas urbanas de la regla, la higiene íntima, los hábitos saludables, la prevención de ITS y hasta los métodos anticonceptivos. «La primera consulta no suele requerir exploración. Lo que quieren es información», reconoce Núria Parera, jefa de la Unidad de Ginecología de la Infancia y de la Adolescencia de Dexeus Mujer, en el Hospital Universitari Dexeus de Barcelona.
Las preguntas que hará el ginecólogo
Pero antes de responder a sus interrogantes, el profesional sanitario necesita abrir el historial de la nueva paciente con sus datos personales y médicos (operaciones, alergias, medicamentos, vacunas, etc.), por lo que ir con los padres a esta cita que dura unos 20 minutos resulta muy útil. No faltan preguntas en torno a la regla: a qué edad fue la primera, cuándo la última, si tiene un ciclo regular o no, si es dolorosa o si utiliza compresas o tampones. Por supuesto, también quiere enterarse de si la niña está preocupada por algo o tiene algún problema.
Y hay cuestiones íntimas más peliagudas: si ha tenido relaciones sexuales, usa anticoncepción y cuál y si tiene una pareja o más. Si le acompaña una amiga o un familiar -su madre, por lo general-, esta última parte de la entrevista se hace a solas. La confidencialidad está asegurada. Es el momento de consultar con total libertad y, más que nunca, de responder con la verdad.
Examen ginecológico: la exploración más delicada
El examen ginecológico dependerá de si ha habido relaciones sexuales con coito y de que la joven acepte hacerlo. Pero, en todo caso, para que la exploración sea lo menos traumática posible, la información del experto antes y durante es fundamental, recuerda Parera. Además, intenta transmitir tranquilidad y procura ser cuidadoso. Pero si algo da miedo antes o duele durante ella, no hay que callarse. «Cada vez acuden con menos miedo y sabiendo que el ginecólogo elegido es una mujer de mediana edad con la que se pueden sentir cercanas y empatizar», señala Marcos. Pero si es un hombre, debe haber otro facultativo femenino, como apuntan los especialistas.
¿Cómo prepararse? Sin la regla, aseada como siempre y muy tranquila. La enfermera le deja una bata para cubrirse, le explica cómo colocarse en la mesa ginecológica y le ayuda a hacerlo. Y es que tumbarse en esa silla, con las piernas abiertas y sobre los soportes fijados a cada lado, resulta un poco complicado. Tan solo queda respirar con calma y profundamente.
Tras palpar los pechos, el ginecólogo mira la región pubiana, es decir, los labios y la entrada de la vagina. En determinados casos, con la ayuda de un separador -llamado espéculo- observa la pared vaginal, el cuello del útero y el orificio del cuello. Y, a veces, extrae un poco de secreción vaginal para analizarla. Las molestias, como las que se notan al introducirse un tampón.
Además, si la chica es sexualmente activa, hay tacto vaginal, que «en principio tampoco duele, aunque puede ser algo desagradable», relata la ginecóloga. Con mucho cuidado, el especialista mete un dedo en la vagina para palpar el útero y los ovarios, con el fin de evaluar la posición, la talla y la movilidad. Quizás el médico vea necesario una ecografía o un análisis de sangre.