El virus de la hepatitis C (VHC) es la principal causa de hepatitis crónica, cirrosis y carcinoma hepatocelular, así como la indicación más común para trasplante hepático. En España, la hepatitis C afecta aproximadamente a 800.000 españoles. Los tratamientos actuales consiguen alcanzar una respuesta virológica sostenida (efectiva) entre el 50% y 60% en el caso de pacientes con genotipo viral 1 y que ronda el 80% en pacientes con genotipos 2 y 3. Los genotipos son variedades del VHC y se clasifican en seis principales, con varios subgrupos cada uno.
Los genotipos se distribuyen en todo el mundo, aunque existen diferencias regionales en cuanto a su prevalencia, lo que tiene especial importancia desde el punto de vista epidemiológico. Además influye la respuesta al tratamiento. Por ejemplo, el genotipo 1 presenta una prevalencia del 40% al 80 % y una pobre respuesta al tratamiento. Por el contrario, el 2 y 3, tienen una prevalencia del 10% al 40 % y del 5% al 10 %, respectivamente, con buena respuesta virológica.
«La toma de decisiones el día 84 del tratamiento en pacientes no respondedores se convertirá en una medida habitual de la práctica clínica para hepatitis C»
En el marco del XXXIII Congreso Anual de la Fundación y Asociación Española para el estudio del Hígado (AEEH), celebrado en Madrid, los especialistas han puesto de relieve que un análisis de carga viral a la semana 12 de tratamiento en pacientes no respondedores resulta crucial para determinar las posibilidades de éxito del tratamiento. «Se trata de un importante factor predictivo que permite ahorrar recursos y reducir efectos adversos», explica Manuel Romero, jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital de Valme (Sevilla), quien sostiene que los pacientes que no responden al tratamiento suponen hoy el principal reto de investigación en hepatitis C.
Ribavirina
Romero subraya asimismo la importancia de la ribavirina en estos pacientes no respondedores: «el 41% de los pacientes con genotipo 1 tratados con 800 miligramos de ribavirina obtiene una respuesta virológica sostenida, mientras que esta cifra aumenta al 52% cuando la dosis de ribavirina asciende a 1.000-1.200 miligramos». El congreso hizo un llamamiento a clasificar a los pacientes que tras un primer tratamiento no logran alcanzar una respuesta viral sostenida, en respondedores recidivantes y no respondedores.
También sirvió el evento para hacer una llamada a identificar si el tratamiento pautado ha sido el óptimo o no (se considera óptimo cuando el paciente ha recibido el 80% de la dosis plenas de interferón pegilado -que se administra por vía subcutánea semanalmente- y ribavirina durante más del 80% de la duración del tratamiento prescrito). «Las posibilidades de curación de un paciente no respondedor cuando recibe un nuevo ciclo de tratamiento con interferón pegilado alfa-2a y ribavirina oscila entre el 10 y el 75%», señala Romero.
REPEAT
El estudio REPEAT, llevado a cabo en estos pacientes con interferón-alfa pegilado, ha demostrado que al día 84 de tratamiento ya es posible determinar si los pacientes no respondedores acabarán o no respondiendo. «Esta pista predictiva permite ahorrar recursos y efectos adversos», explica Romero, «puesto que sólo se debe prolongar el tratamiento más allá de la semana 12 en aquellos pacientes en los que el virus haya desaparecido tras la administración de 12 dosis».
A grandes rasgos, las posibilidades de curación de los pacientes no respondedores roza el 17%, pero al analizar los pacientes con carga viral negativa al día 84 del inicio del tratamiento las posibilidades de curación se pueden concretar en torno a un 60%. «Dada la contundencia de los resultados del REPEAT, la toma de decisiones el día 84 en pacientes no respondedores se convertirá en una medida habitual de la práctica clínica para los protocolos sobre hepatitis C», destaca Romero.
Para saber si uno está infectado o no por el virus de la hepatitis C, los expertos parten de una serie de grupos de riesgo: personas que recibieran una transfusión de sangre con anterioridad a 1990, usuarios de drogas por vía parenteral, personas cuyos análisis de sangre muestren un nivel anormalmente elevado de transaminasas, profesionales de la salud que hayan sufrido algún pinchazo accidental, hijos de madres infectadas con virus de hepatitis C y enfermos renales sometidos a diálisis, personas afectadas de hemofilia o infectadas por el VIH.
Todas estas personas deberían someterse a una prueba de detección, simple y barata, denominada anti-VHC. Puestos a discriminar una infección por hepatitis C de las de otros virus de la hepatitis, los expertos recomiendan otra prueba de detección a personas con múltiples parejas sexuales o una historia clínica de enfermedades de transmisión sexual, usuarios de cocaína inhalada, portadores de tatuajes o ‘piercings’, mayores de 40 años y trasplantados de tejidos del tipo de córneas, piel u óvulos. En caso de resultado positivo, el médico podrá pautar un tratamiento eficaz y específico que permita evitar la evolución a cirrosis y/o cáncer.