Un estudio estadounidense revela que el ajo, en forma de distintos tipos de preparados y a pesar de ser uno de los suplementos dietéticos más consumidos, no ha demostrado todavía una de sus propiedades más interesantes para mantener la salud: la disminución del LDL o colesterol perjudicial. Sin embargo, el estudio, publicado en la revista Archives of Internal Medicine no descarta otras propiedades favorables de este alimento.
Que el consumo de ajo y sus preparados ayudan a mantener la salud cardiovascular es uno de los presupuestos principales sobre los que se ha basado el espectacular aumento del consumo de estas sustancias en muchos países. Sin embargo, los datos procedían hasta ahora sólo de ensayos en laboratorio sobre cultivos celulares y animales y de algunos estudios clínicos no concluyentes. El primer estudio independiente y a largo plazo llevado a cabo sobre personas ha concluido que ni el ajo crudo ni dos de sus preparados más populares en EEUU han producido, a lo largo de seis meses, una disminución del nivel de colesterol perjudicial, o LDL, en personas adultas con un nivel inicial relativamente alto.
No funciona
El LDL es considerado perjudicial porque cuando existe en exceso en la sangre puede ir creando una capa en la pared interna de las arterias que van al corazón y cerebro. Conjuntamente con otras sustancias forma una placa dura y gruesa, llamada ateroma, que, incluso, puede llegar a tapar el vaso, lo que se conoce como aterosclerosis. Además, si un coágulo de calibre considerable bloquea la arteria ya estrechada puede provocar un ataque cardiaco o un accidente cerebrovascular.
«No existe una pastilla o una hierba que pueda contrarrestar una dieta no equilibrada»
«El ajo no funciona», ha afirmado Christopher Gardner, director del estudio realizado en el Centro de Investigación para la Prevención de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford. «No hay atajos, no existe una pastilla o una hierba que pueda contrarrestar una dieta no equilibrada». Los supuestos beneficios medicinales del ajo se basan sobre todo en una sustancia, la alicina, que contiene azufre y que no está en el ajo entero, ya que sólo se produce cuando se machaca o se pica el ajo crudo, y se descompone con el calor. En las pruebas se utilizó ajo crudo, un suplemento alimenticio de ajo curado, un preparado de ajo en polvo y un placebo.
Un diente de ajo al día
Los participantes en el estudio -192 pacientes que tenían una media de 140 miligramos por litro de colesterol LDL- consumieron seis días a la semana el equivalente a un diente de ajo de cuatro g (en el caso de los suplementos esto equivale a una dosis un poco mayor que la recomendada en los prospectos) o un placebo. Lo hicieron a través de bocadillos preparados especialmente para el estudio y pastillas, y se les indicó que no consumieran otros alimentos con ajo o cebolla (que contiene compuestos químicos parecidos). También se vigiló que no perdieran o ganaran peso para evitar que eso repercutiera en su nivel de colesterol.
Además, dos bioquímicos expertos en la planta del ajo comprobaron que los preparados tenían siempre la misma composición a lo largo de todo el estudio. Según los investigadores, la falta de efecto del ajo crudo y de los preparados a partir de éste fue clara, ya que se tomaron medidas del colesterol cada mes durante seis meses y nada cambió, a pesar de que las dosis eran bastante elevadas. No se observaron efectos adversos, salvo mal olor corporal y mal aliento en la mitad de los participantes que ingirieron ajo crudo. «Nuestro estudio tiene la capacidad estadística de detectar cualquier pequeña diferencia que se hubiera producido y lo mantuvimos el tiempo suficiente para comprobar si el ajo tarda en hacer efecto», ha explicado Gardner.
«Incluso estudiamos por separado a los participantes que tenían al principio los niveles más altos y más bajos del LDL y los resultados fueron idénticos». Sin embargo, reconoce que en algunas personas con colesterol más alto que los participantes en el estudio es posible que el ajo tenga un efecto ligeramente beneficioso. El ensayo, que se ha publicado en la revista Archives of Internal Medicine tiene la garantía de que ha sido financiado por los Institutos Nacionales de la Salud de EEUU, sin intervención alguna de empresas fabricantes o sectores interesados en el ajo.
Imagen: : EmmiP / Morguefile
El mantenimiento a raya del nivel de colesterol perjudicial no es el único beneficio para la salud que se achaca al ajo. También se han publicado estudios que relacionan su consumo con efectos favorables en las cifras de tensión arterial, la inflamación, la función inmune o el cáncer. En todos estos casos también son necesarios nuevos ensayos clínicos que lo confirmen, afirman los investigadores de Stanford. Otros médicos, sin embargo, creen que el ajo es bueno para evitar infecciones, como antioxidante y anticanceroso, como lo están demostrando nuevos estudios, y que su papel en la prevención de la enfermedad cardiovascular, ahora en entredicho, todavía no se conoce suficientemente bien. En todo caso, todos están de acuerdo en que su consumo en cantidades moderadas, no tiene efectos secundarios adversos.