Las enfermedades cardiovasculares, las patologías respiratorias y la diabetes mellitus tipo 2 son enfermedades crónicas no transmisibles que se resisten a desaparecer. Además, muchas de ellas registran factores de riesgo modificables ante una mejora del control de hábitos de vida como la dieta, el tabaquismo y el ejercicio con el fin de reducir su morbimortalidad. Ahora, seis de las principales agencias sanitarias del mundo se alían contra estos males para evaluar el estado de la cuestión y buscar nuevas vías de investigación, prevención y tratamiento.
Imagen: Calistobreeze
Que las enfermedades crónicas no transmisibles tienen serios efectos adversos en la calidad de vida de los individuos afectados y de sus familias, que son causa de muerte prematura y que acarrean un gasto económico muy importante es tan sabido por las autoridades sanitarias como subestimado por la sociedad en general. Las enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, algunos tipos de cáncer, enfermedades respiratorias crónicas, trastornos neuropsiquiátricos, diabetes mellitus 2 (vinculada a la obesidad) y patologías osteomusculares son problemas con graves repercusiones en todos los ámbitos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que en 2015, a menos que se tomen las medidas oportunas al respecto, de los 64 millones de personas que fallecerán, 41 millones morirán por una enfermedad crónica (transmisible o no). Las enfermedades crónicas transmisibles son aquéllas que, además de caracterizarse por su cronicidad, son infecciosas. Entre estas últimas se encuentran la tuberculosis y el sida.
Alianza global
Las seis agencias sanitarias principales del mundo, que generan el 80% de la financiación pública, se han unido bajo el nombre de la «Alianza Global para las Enfermedades Crónicas» para luchar contra los males crónicos no transmisibles. Evaluar las líneas de prevención en las enfermedades cardiovasculares y la diabetes, promover medidas contra la epidemia de la obesidad, cuantificar cada uno de los factores de riesgo de la enfermedad respiratoria crónica y las medidas para hacerle frente, la investigación sobre el hábito tabáquico y sus consecuencias y la creación de programas específicos dirigidos cada una de ellas son algunos de los objetivos prioritarios que persigue la alianza.
Sin un control adecuado, las enfermedades crónicas debilitan de forma progresiva al enfermo
Para llegar a tal fin, las agencias participantes (el Consejo Nacional de Salud e Investigación Médica de Australia, los Institutos Canadienses de Investigación de la Salud, la Academia China de Ciencias Médicas, el Consejo de Investigación Médica de Reino Unido, el Instituto Nacional de Corazón, Pulmones y Sangre de EE.UU. y el Centro Internacional Fogarty) cuentan con el apoyo de la OMS, que se ha unido al grupo en función de observador.
Falsas creencias
Respecto a las enfermedades crónicas (trasmisibles o no) hay diez malentendidos, según la OMS, que han contribuido a que se queden relegadas a un segundo plano y a que sean consideradas como una amenaza lejana. Y nada más lejos de la realidad. Una de las creencias es que estas enfermedades afectan a países de ingresos elevados. Sin embargo, la verdad es que de cada cinco fallecimientos por su causa cuatro se registran en países en desarrollo, con ingresos bajos o medios. Además, estos países no pueden afrontar el problema conjunto de las enfermedades transmisibles (sida) y los nuevos factores de riesgo asociados a enfermedades crónicas.
También se cree que afectan sólo a personas de edad avanzada. Sin embargo, son la causa de muerte prematura de personas de menos de 70 años y el 25% de personas de menos de 60 años. Un ejemplo de ello es el sobrepeso y la obesidad infantil que afecta a más de 22 millones de menores de cinco años, lo que ha llevado a incrementar la cifra de diabetes tipo 2 entre niños y adolescentes.
Tampoco son siempre el resultado de unos hábitos de vida poco saludables cuando el escenario se traslada a países sin medios. La responsabilidad de cada uno sólo se puede ejercer cuando todas las personas gozan de un acceso equitativo a una vida sana para tomar las decisiones saludables adecuadas y las autoridades del país intervienen en pos de mejorar la salud de la población, sobre todo en aquellos sectores más desfavorecidos y vulnerables.
Muchas personas opinan que no son prevenibles y, en realidad, si se eliminaran los factores de riesgo perniciosos se evitarían, como mínimo, el 80% de las cardiopatías, los ictus y las diabetes 2, y el 40% de todos los cánceres. A pesar de que se cree que ciertas intervenciones en países en desarrollo son económicamente muy costosas, esta afirmación puede ser errónea. Lo cierto es que los componentes de algunas medicaciones cruciales para el tratamiento de enfermedades crónicas ya no están sujetos a patente y su producción podría resultar hasta económica.
Y no toda la verdad
También hay ciertas aseveraciones persistentes y sin fundamento que proceden de datos ciertos pero distorsionados. Todos conocemos a personas que, a pesar de seguir un modelo de vida totalmente insano, con multitud de factores de riesgo, disfrutan de una vida larga, así como a personas sin ningún factor de riesgo atribuible que han desarrollado una enfermedad crónica de forma prematura y han fallecido por su causa. Los expertos aseguran que estas situaciones son inevitables, además de poco comunes. La mayoría de las enfermedades crónicas son por causa de unos factores de riesgo comunes que sólo eliminándolos se pueden prevenir.
Y, ¿quién no ha oído la frase «de algo hay que morir»? La verdad es que sí, todos moriremos de «algo», la muerte es inherente a la vida. Sin embargo, las enfermedades crónicas no provocan una muerte repentina. Los consultores de la OMS recuerdan que se caracterizan por debilitar al enfermo de forma progresiva, sobre todo si no sigue el control adecuado. El control de los factores de riesgo ayuda a vivir más y con más calidad de vida.
Las enfermedades crónicas, entre las que se incluyen también algunos trastornos mentales como la depresión y la esquizofrenia, son el mayor problema de salud de los países desarrollados como España. Estas patologías suponen el 59% de la mortalidad mundial total. La financiación de los gastos que genera la atención médica, sobre todo de las enfermedades crónicas, es un reto para las autoridades sanitarias desde hace años. Se calcula que el coste actual de la sanidad en la Unión Europea representa el 9% del PIB, pero los expertos prevén que en 2020 alcanzará el 16%. A este gasto hay que añadir los derivados de la medicina preventiva, además del que genere el envejecimiento progresivo de la población, con lo cual podría llegar al 30% del PIB.