Es la única parte de nuestro cuerpo que no necesita crema solar y no se broncea. Sin embargo, es más sensible al sol que cualquier otra. Las radiaciones solares, mejor dicho, sus efectos, pueden causar a nuestros ojos patologías irreversibles. La razón es que los ojos son veinte veces más sensibles a los rayos solares que la piel. Y, a diferencia de ésta, los ojos no producen melanina, por lo que es menor su capacidad natural de protegerse frente a la radiación del sol. Cierto es que son muchas las personas que utilizan gafas de sol habitualmente, pero el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos asegura que tan sólo un 4% de la población española es consciente de los daños que el sol puede provocar en los ojos, lo que hace que se adquieran numerosos pares de gafas que no cumplen con los estándares de calidad necesarios para evitar los problemas de una sobreexposición solar. Porque no sirve cualquiera. Las gafas deben estar homologadas y cumplir unos estándares mínimos de calidad. Algo que aún no tenemos muy claro, ya que se estima que de cada tres pares de gafas de sol vendidas en España durante el año pasado uno no superaba los criterios de calidad exigibles. Aunque anualmente se vendan en nuestro país unos 28 millones de pares de gafas, el problema es que con frecuencia se elige los modelos de moda, los más baratos o los que más se piensa que favorecen estéticamente y se desprecia criterios esenciales, como la calidad del producto y los riesgos que supone usar unas gafas inadecuadas o de deficiente calidad.
Gafas de mala calidad: los riesgos
Conjuntivitis, dolores intensos de cabeza, lesiones en los párpados, cataratas prematuras, quemaduras en la córnea y pérdida de visión son los problemas que pueden causar el uso continuado de gafas de sol de calidad deficiente. La Organización Mundial de Salud (OMS) establece que la radiación ultravioleta que reciben los ojos tras unas gafas inadecuadas, unida al deterioro de la capa de ozono atmosférica, causará en los próximos años un gran incremento de las cataratas, factor a su vez desencadenante de 17,5 millones de casos de ceguera anuales y otras anomalías relacionadas con la salud visual y ocular.
Las gafas que se regalan con la compra de una revista, las adquiridas a última hora en un puesto ambulante en el paseo marítimo o el mercadillo, en tiendas de “todo a un euro” o en bazares chinos no son las gafas de sol que nuestros ojos se merecen. Los expertos en salud de CONSUMER EROSKI recomiendan que, al igual que hemos incorporado el uso del protector solar a nuestra rutina cotidiana de los días soleados, ha llegado el momento de prestar más atención a nuestros ojos. Ni el precio ni los caprichosos dictados de la moda deben ser los fundamentales criterios a tener en cuenta en el momento de elegir y comprar unas gafas de sol. Nos va la vista en ello.
Las gafas malas engañan al ojo
Las radiaciones ultravioleta son las más dañinas para los ojos y están siempre presentes, incluso con tiempo nublado
El ojo humano es un órgano tan frágil como valioso: más del 80% de la información que recibimos nos llega a través de los ojos. Ahora bien, en este conjunto vienen también las radiaciones solares y una prolongada exposición frente a ellas sin la protección adecuada puede causar graves problemas oculares. Hay tres tipos de radiaciones solares, y cada uno produce lesiones distintas en las diversas partes que componen el ojo. Las radiaciones ultravioleta (UV), las más dañinas y siempre presentes (se encuentran en la atmósfera, incluso con tiempo nublado), son responsables del envejecimiento prematuro del ojo, de las alteraciones en la córnea y de los daños en la conjuntiva. Los rayos infrarrojos causan la sensación de calor, al tiempo que queman. El ojo, por su composición acuosa, absorbe los infrarrojos con el riesgo de que la córnea se recaliente y llegue a quemarse. Y, por último, se entiende por radiaciones visibles la cantidad de luz natural que percibimos y que sin la protección adecuada pueden dañar la retina.
La diferencia fundamental entre unas gafas de sol sin la debida homologación y las que sí la tienen es que las primeras sólo filtran los rayos visibles, y no la radiación ultravioleta. De esta manera, engañan al ojo: la pupila se dilata más al detectar menos cantidad de luz, pero en el ojo entra una mayor cantidad de radiación ultravioleta e infrarroja perjudicial, con lo que se incrementa el riesgo de lesiones oculares. El problema es que la radiación solar se almacena en el cristalino y no se elimina. Los ojos tienen capital solar, es decir, el efecto de las radiaciones es acumulativo.
Ojo con las lesiones oculares
De motero, de surfista, de aviador, las más fashion… las gafas de sol representan toda una expresión de estilo. No hay problema alguno en ello, pero si lo hay cuando el fabricante crea un complemento estético que carece de garantías y no cumple con esos estándares de calidad que convierten a las gafas en un elemento de protección para nuestros ojos. Esa falta de protección es, precisamente, la responsable de un número cada vez mayor de dolencias oculares, muchas de ellas graves. Dolores intensos de cabeza, conjuntivitis y fotofobias anormales (intolerancia y temor a la luz) se deben a la utilización de gafas de sol de mala calidad, con lentes que no disponen de los filtros adecuados para evitar el paso de la radiación ultravioleta a los ojos y de las distorsiones anómalas de la imagen.
Además, las gafas de calidad deficiente acostumbran a tener las lentes talladas irregularmente, por lo que los usuarios pueden ponerse, sin ser conscientes de ello, gafas de sol con una pequeña graduación y sufrir horas después dolores de cabeza por este motivo. Otra de las consecuencias más importantes de la falta de fotoprotección ocular es la aparición de cataratas prematuras, primera causa de ceguera en el mundo, que se produce cuando el cristalino- la lente natural que permite la formación de la imagen sobre la retina- se vuelve opaco debido a la agresión permanente de la radiación solar.
La degeneración macular, enfermedad que afecta al centro de la retina y cuya aparición está relacionada con la acción de las radiaciones solares, es otra de las lesiones oculares que cualquiera puede sufrir si no se protege los ojos correctamente. Menos grave que la anterior dolencia pero igual de molesta es la conjuntivitis (inflamación de la conjuntiva) motivada por la exposición de los ojos al sol, así como la queratitis (inflamación de la córnea), el enturbiamiento del humor acuoso del ojo, las lesiones degenerativas en la piel de los párpados, las diferentes formas de retinopatías, o la molesta y continua sensación de tener arenilla en los ojos.
Mirar por la calidad de las gafas
La normativa comunitaria de 1997 (EN 1836) recoge una serie de estándares que han de cumplir las gafas antes de salir al mercado. En primer lugar, deben superar las pruebas de laboratorio, desde las mecánicas, como valorar las posibilidades de que se deforme la montura, hasta mediciones con un espectrofotómetro que analiza la capacidad de filtrar la luz visible y los rayos ultravioleta. Tras superar estos controles, consiguen la ‘marca CE’, criterio de calidad mínimo, aunque algunas gafas de mercadillos y bazares lucen esta marca sin haber superado los controles de calidad. Por eso, nos debemos fijar además en que esta homologación CE se acompañe de una etiqueta adicional -normalmente enganchada a la patilla en la que también se dan las instrucciones de limpieza y conservación- donde el fabricante o el importador se responsabilicen de que el artículo cumple las garantías europeas.
Además de la certificación CE, hay que fijarse que en el etiquetado o pegatina colocada en la lente se faciliten ciertas informaciones como el filtro solar, la normativa que cumple o si protege o no contra los rayos ultravioleta (UV). Porque, así como las cremas solares tienen distintos factores de protección en función de cada tipo de piel, también hay diferentes filtros para las lentes solares con distinta numeración de acuerdo a las necesidades de cada usuario. Estos filtros van del 0 al 4, a mayor luminosidad solar del ambiente, más alto deberá ser el filtro de la lente.
En la elección del filtro solar, el color del propio ojo también influye y los usuarios con ojos azules son los que más precauciones deben tomar
El cero se utiliza para lugares de poca luz, para el invierno o para cielos muy encapotados. Las gafas de filtro cero absorben un 20% de la luz solar. El filtro 1 es el más apropiado para espacios con baja luminosidad solar: ciudades con luz y sol moderado, ya que estas lentes absorben hasta un 56% de la radiación. El filtro 2 se utiliza para lugares con una luminosidad media, incluidos los inviernos muy luminosos. Es idóneo para actividades deportivas como correr, o andar en bicicleta y son, junto con las lentes de filtro 3, las gafas más vendidas. El filtro 3 es adecuado para entornos con una gran luminosidad solar, como la existente en un día soleado en la playa o el campo y absorbe hasta un 90% de la luz. Por último, el filtro 4 está diseñado para gafas de sol que se utilicen en deportes de alta montaña, superior a 3.000 metros, o acuáticos. Su capacidad de absorción solar, que llega hasta el 97%, las convierte en inadecuadas para la conducción de automóviles, ya que en un túnel o zona sombreada limitaría excesivamente la visión. En la elección del filtro solar, el color del propio ojo también influye. Los usuarios que más precauciones deben tomar son los de ojos azules, y tras ellos los de ojos verdes y, finalmente, las de los ojos marrones y más oscuros.
Las hay baratas y buenas
El precio puede ser indicativo de la calidad, y de hecho las gafas más caras acostumbran ser de buena calidad, pero, y he aquí la clave, las hay baratas y de calidad satisfactoria. Un análisis comparativo de la revista CONSUMER EROSKI publicado el pasado verano, y en el que se estudiaron 20 gafas cuyos precios iban desde 12,90 hasta 286 euros, comprobó que todas cumplían con las exigentes pruebas de la norma europea EN 1836:2006 que regula la calidad de las gafas de sol. Esto es, las veinte filtraban la radiación ultravioleta casi por completo, eran aptas para conducir y superaban las pruebas de resistencia. Los especialistas en óptica pueden argumentar que en gafas con tanta diferencia en el precio las diferencias no se reflejan en la protección solar, sino en calidad y nitidez de la visión. Parece muy probable que sea así, pero lo cierto es que lo relevante en materia sanitaria es la protección ante los rayos solares, la salud de los ojos.
Los “peques” corren más peligro
Los niños pueden sufrir problemas en los párpados o en los lagrimales como consecuencia de la exposición solar, pero son quienes menos utilizan las gafas de sol. Debemos convencer a los niños de que se pongan las gafas de sol en verano, a veces incluso en la sombra, ya que superficies como la arena y el agua reflejan la luz solar. Y procurarles las gafas adecuadas, -obviamente las de mala calidad, y qué decir de las de juguete y similares, quedan descartadas- y hay que acostumbrarles desde muy pequeños a llevarlas. El criterio a seguir en la elección de gafas infantiles es el mismo que para los adultos, con la salvedad de que conviene comprar las más cerradas por los laterales para asegurarnos de que no entre la luz. Las más apropiadas para los pequeños son las que, en lugar de sujetarse con patillas, incorporan una goma ajustable a la cabeza. De esta manera se evita que se caigan y se rompan mientras corren y juegan. Decirles que les sientan bien y les hacen más guapos o mayores, y comprarles unas que les gusten y les resulten cómodas es comenzar con buen pie.