Perfil del enemigo: molesto, pero no peligroso
El perro quizá sea el mejor amigo del hombre, pero no nos necesita tanto como el piojo, que sólo puede vivir a nuestra costa: somos la única especie animal que estos minúsculos parásitos admiten como morada. En las escuelas, es un clásico, repite curso una y otra vez. Si algún día los humanos desaparecen del planeta, probablemente la especie que más acusará nuestra ausencia será la del piojo: se quedará sin sustento y sin alojamiento. Según un estudio de Laboratorios OTC, el 14% de la población escolar padeció el curso pasado la presencia de estos molestos inquilinos, si bien casi todos los niños tienen piojos al menos una vez en la vida y normalmente es en su paso por la escuela y en la franja de 3 a 12 años.
Hay tres clases de piojos, y cada una afecta exclusivamente a una parte del cuerpo humano
Pero los adultos no están a salvo: el continuo contacto con un niño infectado por piojos puede acabar con el adulto rascándose también la cabeza. Los piojos, además de molestos por el picor que producen, son maestros del camuflaje y detectarlos a simple vista entraña dificultades. Por ello se recomienda no bajar la guardia y, en lugar de cruzar los dedos y confiar en la suerte mientras no llegue una circular del colegio que alerte de la presencia de estos parásitos en el aula, adoptar una serie de precauciones y, sobre todo, saber cuáles son las mejores medidas en caso de infestación.
Los mitos y las falsas creencias sobre los piojos abundan. Quizá la más extendida sea la que asocia su aparición con la falta de limpieza y los malos hábitos higiénicos. Esta situación es la que explica que en muchas familias la aparición de piojos sea todavía un tabú, y que, en consecuencia, los contagios se oculten y no se comuniquen en la escuela, por pura vergüenza.
Lo primero en una batalla es identificar al enemigo, conocerle a fondo, así como sus fortalezas y debilidades. Hay tres clases de piojos, y cada una afecta exclusivamente a una parte del cuerpo humano. Dos de ellos (el piojo del pubis o ladilla, y el del cuerpo) sí están asociados a la suciedad, al hacinamiento y a la falta de higiene. Pero, en cambio, no puede decirse lo mismo del piojo de la cabeza, el más común y el que ataca a los escolares, ya que aparece por transmisión y contagio. En ningún caso, los piojos de la cabeza se alojan en la zona perineal o los del cuerpo en la cabeza.
Otra leyenda es que transmiten enfermedades a través de sus picaduras. Falso: los piojos de la cabeza son muy molestos, pero nada peligrosos, ya que el único problema de salud que pueden originar es el de sobreinfecciones de las costras y heridas producidas por el intenso picor que producen en quien los sufre. Sin embargo, hay indicios científicos de que los piojos del cuerpo han sido, a lo largo de los siglos, trasmisores de enfermedades graves, como la fiebre “de las trincheras” o el tifus.
Los piojos sólo se contagian por contacto directo de cabeza a cabeza o por el intercambio de cepillos, gorros, coleteros o diademas
El verdadero problema de los piojos de la cabeza es la facilidad con la que se reproducen y se extienden. El parásito adulto, cuyo tamaño es el de una semilla de sésamo, tiene una especie de garra en forma de gancho con la que se ancla al pelo, y se alimenta de la sangre de su huésped cada 3 ó 6 horas, lo que causa prurito o picor a la persona y le obliga a rascarse. Los piojos pueden vivir en el cabello un mes y en ese tiempo son capaces de poner unos 110 huevos, de los que el 60% llegará a adulto.
Evitar contagios
La hembra fija los huevos, o liendres, a 1 ó 2 milímetros del cuero cabelludo (gusta del calor corporal que emana esta zona) con una sustancia viscosa que actúa de pegamento y de este modo impide que las liendres se puedan despegar manualmente. La presencia de estas liendres es el primer signo de alarma: el niño está infectado. Transcurridos 10 días de la puesta, el huevo eclosiona y, si no se pone remedio para frenarlo, se inicia de nuevo el proceso de reproducción.
Aunque se piense a veces lo contrario, los piojos no se transmiten por animales domésticos, agua, arena o hierbas, ni tampoco pueden saltar, ni volar, ni desplazarse por superficies distintas de la del cuero cabelludo.
Por su fisiología sólo están capacitados para agarrarse al cabello, de ahí que únicamente se pueden contagiar por contacto directo de cabeza a cabeza o por el intercambio de cepillos, gorros, coleteros, diademas y otros objetos que hayan tenido contacto directo con el cabello, como auriculares, bufandas o gafas de sol.
En este último caso, sólo si este intercambio se hace de forma inmediata, ya que los piojos sobreviven fuera de la cabeza durante poco tiempo, menos de 24 horas. Los que puedan caer en cuello, ropa de cama o alfombras, como no entran en contacto directo con su huésped (recordemos que no se pueden desplazar salvo por la cabeza humana) se encuentran débiles y dañados y apenas generan peligro de contagio.
Lociones y champús no sirven para prevenir
La vigilancia y las revisiones periódicas son la clave, porque es la mejor forma de saber si el niño o niña tiene piojos o no. Una vez seguros de que los parásitos han tomado la cabeza del niño debemos informar de ello en el colegio para que avisen al resto de padres. Este sí es el momento de aplicar pediculicidas, insecticidas de uso externo que se venden en farmacias en forma de champús, sprays, lociones e incluso colonias y que atacan al piojo y la liendre provocándoles la muerte.
Aplicarlos antes de saber a ciencia cierta si el niño tiene piojos es un error: los insecticidas no deben utilizarse como preventivos porque, además de que ocasionalmente pueden causar efectos secundarios, a la larga los piojos podrían hacerse resistentes a los tratamientos. La mayoría de los pediculicidas se componen de permetrina, malathión o lindane. Las piretrinas deben ser la primera opción y, entre ellas, los productos que la contienen en una concentración del 1%, la más conveniente porque destruye las liendres y los piojos con muy escasos efectos adversos.
En segundo lugar, se recomienda el uso de malathión. Y en cuanto al formato que mejor garantiza el contacto del producto con el cuero cabelludo del infestado, los mejores son geles y las lociones. El gel produce un efecto inmovilizante sobre el piojo, que le produce la muerte. Si el tratamiento es con champú, con el agua la concentración del plaguicida disminuye y se elimina con el lavado por lo que hay que repetir la aplicación del champú dos o tres veces en intervalos de tres días para lograr la erradicación de las ninfas- crías del piojo- que puedan ir apareciendo.
La vigilancia y las revisiones periódicas son la clave para saber si el niño o niña tiene piojos
Sin embargo, el champú es lo más adecuado cuando el usuario sufre lesiones del cuero cabelludo. De todos modos, y con independencia del formato elegido, es fundamental aplicar el tratamiento sobre la cabeza seca, ya que la grasa del cabello facilita la fijación del producto. Los sprays son menos eficaces pues no llegan a impregnar todo el pelo, y los riesgos de intoxicación por vía respiratoria son mayores que en cualquier otra fórmula.
Aplicar el tratamiento
Se deben seguir las indicaciones del fabricante del producto para su correcta administración, pero sepamos que ha que aplicarlo por todo el cabello para garantizar una distribución homogénea del tratamiento. Después, hay que lavar a fondo el cabello con agua tibia (el calor aumenta la sensación de picor en la cabeza), evitando que el producto entre en contacto con el resto del cuerpo. La temperatura del agua tiene que ser tibia y para conseguir un mejor resultado, al último aclarado se le puede añadir una parte de vinagre por cada dos de agua.
No mata a los piojos pero eliminará la sustancia viscosa que adhiere las liendres al cabello y ayudará a despegarlas. Si el olor a vinagre disgusta, hay bálsamos capilares que deshacen el líquido adherente de los huevos del piojo. No conviene utilizar secador: mejor dejar el pelo al aire, ya que el calor puede debilitar el efecto del plaguicida. Si el tratamiento no ha surtido efecto, debe repetirse a la semana siguiente, siempre que el producto lo admita. Si al cabo de tres aplicaciones consecutivas sigue sin ser eficiente, tendremos que buscar un producto con otra composición, y para ello se sugiere la consulta al médico o al farmacéutico.
Pero la cruzada contra los piojos no acaba con el tratamiento con productos anti-parasitarios. Para una completa eliminación de los parásitos y de sus liendres, vivas y muertas, se debe seguir con las revisiones lendrera en mano.
¿Y si el tratamiento falla?
No es tan infrecuente que el tratamiento fracase. Motivos hay muchos: una aplicación inadecuada, tiempo insuficiente de administración, zonas libres de producto y la concentración escasa del insecticida en el cuero cabelludo. En realidad, ningún remedio mata al 100% los piojos y liendres, siempre es necesaria una segunda aplicación. Los fabricantes la recomiendan que se haga después de 4 ó 8 días después del primer tratamiento, porque es el momento en que nacen las ninfas. Si se olvida esta segunda aplicación, el contagio puede continuar pues la cría del piojo se desarrollará.
Puede ocurrir también que el niño o niña sea víctima de una segunda infestación. Si a las dos semanas vuelven a aparecer piojos, y durante ese tiempo el pelo ha permanecido libre de parásitos, lo más probable es que un familiar u otro niño del colegio haya causado el nuevo contagio. ¿La solución? Iniciar tratamiento y revisiones manuales como se hizo en el primer contagio. Vuelta a comenzar. Otra causa que explica el fracaso del tratamiento es la resistencia que los piojos han ido desarrollando frente al tratamiento usado, si bien no ocurre con frecuencia.
Lo que propicia este fracaso es el uso inadecuado del producto, de ahí que sólo haya que utilizarse cuando es necesario, no como prevención. Un parásito es resistente a un tratamiento cuando después de haberlo utilizado correctamente, y con la seguridad de que no ha habido una nueva infestación, el problema sigue sin solucionarse.
El rascar se va a acabar
- El otoño y la vuelta al cole son fechas celebradas por los piojos: es la época de las mini-plagas en los colegios. Por eso, y aunque no haya sido avisado en la escuela de la presencia de estos molestos inquilinos, vigile de cerca la cabeza de sus hijos pequeños.
- Ni saltan, ni vuelan, ni los transmiten los animales domésticos. El único modo de contagio de los piojos es de cabeza a cabeza. Por eso, evite que los niños intercambien coleteros, pinzas, ganchos, gafas?cualquier artículo que haya estado en contacto con el pelo
- Para revisar el cabello se necesita una lendrera, un peine de púas estrechas y muy poco separadas unas de otras para que los piojos no escapen. Hay que hacer un auténtico derroche de paciencia para pasar este peine mechón a mechón. Use un paño blanco para depositar los parásitos encontrados y verlos con facilidad.
- Use acondicionador en el lavado de pelo de los niños: eliminará nudos y enredos en el cabello, y el paso de la lendrera molestará menos a sus hijos.
- Las primeras zonas en las que hay que pasar la lendrera: la nuca y la parte posterior de las orejas, los lugares preferidos de los piojos porque encuentran calor y seguridad.
- Por si nunca ha visto un piojo: tienen un tamaño similar al de una semilla de sésamo y son oscuros. Preste especial atención a los huevos; de aspecto similar al de la caspa, se distinguen de ésta en que las liendres se pegan con fuerza al cabello.
- Una vez constatado que el niño tiene piojos, aplique los tratamientos antiparasitarios. Pero no antes, porque no sirven para prevenir el contagio de piojos ni para repeler su presencia. Sólo han de usarse cuando ya están en la cabeza de los niños.
- Lea las instrucciones de aplicación del producto, y respete los tiempos, las repeticiones y cualquier otra recomendación del fabricante. Si no, es muy probable que el tratamiento falle y tenga que repetir el proceso desde el principio.
- Aunque haya aplicado el tratamiento con éxito, siga con las revisiones periódicas para comprobar los resultados del producto.